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Dijimos ayer que la fe en Dios y la oración vocal forman parte de las primeras moradas. Veamos lo primero.
¿Qué imagen tenemos de Dios? Sabemos la que tenia Teresa cuando escribió la segunda redacción del libro de la Vida. Debemos aspirar a tener la misma. Hay que leerla y meditarla hasta hacerla nuestra:
“Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y regaládose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia. Sea bendito por todo, que he visto claro no dejar sin pagarme, aun en esta vida, ningún deseo bueno. Por ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor, y los males y pecados luego los escondía. Aun en los ojos de quien los ha visto, permite Su Majestad se cieguen y los quita de su memoria. Dora las culpas. Hace que resplandezca una virtud que el mismo Señor pone en mí casi haciéndome fuerza para que la tenga”. (V 4.10)
Escuché en una conferencia al psiquiatra y amigo Javier García Campayo que el ser humano produce cada día 200.000 pensamientos. La mayor parte se centran en el futuro o en el pasado. Mientras, la vida, el presente, va pasando sin darnos cuenta. El Mindfulnes y otras técnicas intentan corregir esa desviación tan perjudicial, incluso para la salud. También el cristianismo.
A ese misterio que llamamos Dios le hemos hecho un hueco en nuestra vida. Nos habita en lo mas íntimo y desde ahí se hace poco a poco presente en esa conversación solipsista que mantiene la mente indefinidamente. Acompañar el día con su presencia, dialogar con Él, contarle nuestras cosas, es oración.
Porque ese misterio que llamamos Dios baña nuestra existencia y se define como AMOR. La vida es un misterio de amor. Y desde lo más hondo, desde las séptimas moradas, nos va llamando a una comunicación cada vez más íntima. Al principio las llamadas serán sencillas, una conversación, una lectura, un paisaje, la sonrisa de un niño, una injusticia… El habitante de las primeras moradas abre los ojos a la realidad presente y aprende a escuchar esas pequeñas llamadas a vivir en su amistad, hasta llegar a las llamadas profundas con silbidos, flechas de amor y dardos de fuego.
Llegaremos con la ayuda de Dios.
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