Mi querido primo hermano José Antonio falleció el día 23 de enero a los 68 años. Era médico de profesión, casado con dos hijos. Fue especialista en anatomía patológica y, con el paso de los años, cultivó otras especialidades, se abrió a la cultura y medicina orientales convirtiéndose en un buscador de Dios y de espiritualidad. En fin, era un gran hombre que pasó por la vida amando a los demás.
En el funeral ofrecimos una eucaristía y tanto su mujer, Merche, como sus dos hijos, Álvaro y Leyre, leyeron durante el sermón -que ahora hacemos público-, unas poesías dedicadas a su mujer. Las hacemos públicas con el convencimiento de que a él le agradaría ofrecer su pensamiento a los buscadores de Dios. Ojalá pueda servir a otros el testimonio de mi primo. Desde mi fe en la resurrección ofrecida por Cristo, rezamos juntos por quien se merece estar entre los bienaventurados. Gracias.
Paz Interior
Paz interior
es la paz que acoge y ahuyenta el miedo
que mece y da cobijo
que nace de la absoluta aceptación
de ser y de no ser.
José Antonio, 2006
Cuando yo ya no esté
Cuando yo ya no esté
Seré pinceladas al aire
carboncillo en trazos desvaídos
retazos entretejidos en calculado desorden.
Cuando yo ya no esté,
mi conciencia difuminada vagará
recorriendo el infinito sin partes,
evocará visiones, paisajes y sucesos de antaño
emociones acantonadas, el calor de tu contacto
tus manos, tu mirada dentro, latente infinitud.
Residuos oníricos como pájaros
gravitando en atemporal dimensión.
Sin contar ya conmigo, afinidades y antagonismos
se fundirán más allá de mi conciencia
en continuo e indefinible constructo
que suelta y retiene, que toma y deja ir.
Trazos deshilachados, pinceladas perdidas
inconexas tomarán de nuevo la materia, el espacio y el tiempo.
Despertarán del sueño, y volverán.
Volverán.
El Inmenso Todo necesita alimento.
José Antonio, septiembre de 2018
Por Morir no Muero
Gracias, vida
por mostrarme la puerta de atrás
la ignorada, la de salir de puntillas
como derrotado.
Oculta entre zarzales, desvencijada y oxidada
lejos ya su inicial destello se ofrece
abierta, en paciente y certera espera.
Gracias, puerta de atrás
por mostrarme aquella luz entreverada
más allá de ti, apenas insinuada.
Y el relámpago fugaz.
Evocación como de recuerdo antiguo.
Gracias, luz apacible,
por mostrarte veraz no te sentí ajena.
Sensorial acogedora ingravidez, acunada levedad
inexplicable nostalgia del no ser
siendo.
Entre el antes y el después nada temo del retorno.
j José Antonio, marzo de 2018
Oración
Oración
En el templo de la Razón
razono, pido discernimiento.
En el templo de la Entrega
me entrego, pido fortaleza.
En el templo de la Aceptación
me abandono, pido levedad.
Pido levedad para soportar
hasta el cese, si así es
el sufrimiento que transmuta,
que me devuelve al no ser.
Pido fortaleza para allanar dificultades
para cuidar, para acompañar
en el dolor y en gozo
ser uno y ser todo en el Todo.
Pido discernimiento para mirar hacia la luz
que alumbra, ser camino fértil
que mi pensamiento, palabra
y obra no hagan daño, sean bálsamo.
Que la razón me lleve a la entrega
que la entrega al abandono.
José Antonio, octubre de 2018
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Ha cerrado su ciclo vital de la mejor manera posible. Afortunados los que han estado viviendo cerca de él esta preparación espiritual para caminar hacia Dios. La mejor herencia de espiritualidad que sin duda les marcará para siempre. ¡ Un privilegio!
Gracias, una abrazo