Son muchas las palabras recibidas por Teresa de Jesús, la mayoría dichas por Jesucristo, unas pocas por Dios Padre y ninguna, según mi opinión, por el Espíritu Santo.
Las recogió el carmelita Luis de san José en un libro antiguo con varias ediciones hasta hoy (aconsejé su libro reeditado). Seguiré su lista clasificando las palabras en diversas categorías, poniendo algunos ejemplos en cada apartado.
¿Qué es un habla? Ella responde:
“Son unas palabras muy formadas, mas con los oídos corporales no se oyen, sino entiéndense muy más claro que si se oyesen; y dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás. Porque cuando acá no queremos oír, podemos tapar los oídos o advertir a otra cosa, de manera que, aunque se oiga, no se entienda. En esta plática que hace Dios al alma no hay remedio ninguno, sino que, aunque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra señor verdadero de nosotros“ (V 25.1).
Palabras dichas en conversaciones con Jesús acerca de sus trabajo de fundadora; palabras que vienen de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento; hablas que ella llama “proféticas”, es decir, que anuncian acontecimientos por venir; hablas que tienen que ver con su salud, o cuestiones muy íntimas. Lo explica así:
“… es como si lo oyésemos a una persona muy santa o letrada y de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir. Y aun es baja comparación, porque traen algunas veces una majestad consigo estas palabras, que, sin acordarnos quién las dicen, si son de reprensión hacen temblar, y si son de amor, hacen deshacerse en amar. Y son cosas, como he dicho, que estaban bien lejos de la memoria, y dícense tan de presto sentencias tan grandes, que era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna manera me parece se puede entonces ignorar no ser cosa fabricada de nosotros. Así que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece puede haber engaño en persona ejercitada, si ella misma de advertencia no se quiere engañar” (V 25.6).
Se dan a quien Dios quiere y cuando quiere. Ella misma se extraña de que otras monjas no reciban estos dones y la respuesta de Jesucristo es bien clara:
“Pues pensando cómo con justicia permitíais a muchas que había -como tengo dicho- muy vuestras siervas, y que no tenían los regalos y mercedes que me hacíais a mí, siendo la que era, respondísteisme, Señor: Sírveme tú a Mí, y no te metas en eso. Fue la primera palabra que entendí hablarme Vos, y así me espantó mucho” (V 19.9).
Presento una pequeña lista clasificada a mi entender, y dejo para la siguiente aportación lo que me parece más importante, explicar el largo proceso de formación de las hablas, para que cada uno de nosotros pueda estar abierto a recibirlas. El dilema es elegir, porque cada una es una joya. (Al final del escrito añado varias fotografías del libro de Luis de san José). Vamos allá.
Palabra bíblicas. Las considero las más importantes.
Son aquellas palabras de origen bíblico que marcan la vida, no se olvidan jamás y determinan una manera de ver a Dios. Pasan a su vida y teología. La que va a condicionar su manera de entender a Cristo y definirá posteriormente el matrimonio espiritual la encontramos en Vida:
“Estas me dice Su Majestad muchas veces, mostrándome gran amor: Ya eres mía y yo soy tuyo” (V 39.21).
También debemos destacar otra que se repite con frecuencia y viene a asegurar su fuerza interior, o a evitarle cansancios inútiles. Provienen del Antiguo y el Nuevo Testamento, Jesús las utiliza a veces con los discípulos:
“Pues estando en esta gran fatiga (aún entonces no había comenzado a tener ninguna visión), solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo: No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé; no temas. Paréceme a mí, según estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase y que no bastara nadie” (V 25.18).
Un tercer grupo de hablas con larga tradición bíblica son las palabras de San Pablo:
“Díjome el Señor estas palabras: Deshácese toda, hija, para ponerse más en Mí. Ya no es ella la que vive, sino Yo. Como no puede comprender lo que entiende, es no entender entendiendo” (V 18.14).
Vuelve sobre ella al inicio de su nueva vida: “Es otro libro nuevo de aquí adelante, digo otra vida nueva. La de hasta aquí era mía; la que he vivido desde que comencé a declarar estas cosas de oración, es que vivía Dios en mí, a lo que me parecía; porque entiendo yo era imposible salir en tan poco tiempo de tan malas costumbres y obras. Sea el Señor alabado que me libró de mí” (V 23.1).
Palabras relacionadas con su tarea de fundadora
Son muy frecuentes. Hay una diferencia sustancial con las anteriores, son fruto de una conversación con Jesucristo. Están arraigadas en la Escritura de una manera indirecta. En sus largas horas de diálogo con su Señor retiene en la memoria y escribe las que con toda seguridad recuerda íntegras. Abundan en Vida, Relaciones y Fundaciones. A modo de ejemplo, un diálogo sobre las fundaciones ante el paso de un Cristo con corona de espinas:
“Como yo soy devota de este paso, consoléme mucho y comencé a pensar qué gran tormento debía ser, pues había hecho tantas heridas, y a darme pena. Díjome el Señor que no le hubiese lástima por aquellas heridas, sino por las muchas que ahora le daban. Y yo le dije que qué podía hacer para remedio de esto, que determinada estaba a todo. Díjome que no era ahora tiempo de descansar, sino que me diese prisa a hacer estas casas, que con las almas de ellas tenía él descanso; que tomase cuantas me diesen, porque había muchas que por no tener adónde no le servían (…) que por cosa de mantenimiento corporal no se perdiese la paz interior, que El nos ayudaría para que nunca faltase; en especial tuviesen cuenta con las enfermas, (…) que escribiese la fundación de estas casas” (R 9).
Un segundo ejemplo: “Acaecióme otras veces verme con grandes tribulaciones y murmuraciones sobre cierto negocio que después diré, de casi todo el lugar adonde estoy y de mi Orden, y afligida con muchas ocasiones que había para inquietarme, y decirme el Señor: ¿De qué temes? ¿No sabes que soy todopoderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido (y así se cumplió bien después), y quedar luego con una fortaleza, que de nuevo me parece me pusiera en emprender otras cosas, aunque me costasen más trabajos, para servirle, y me pusiera de nuevo a padecer” (V 26.2).
Hablas íntimas relacionadas con su vida
Reproduzco cuatro hablas, dos referidas a sus confesores, los que tanto le hicieron sufrir por su incomprensión. Otra en que la Inquisición le prohibió leer la mayor parte de los libros que le gustaban. Y la tercera referida a su alimentación.
“muchas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comunicar toda mi alma y las mercedes que el Señor me hace, con el confesor, y que sea letrado, y que le obedezca. Esto muchas veces (…) Díjome una vez que no era obedecer si no estaba determinada a padecer; que pusiese los ojos en lo que El había padecido, y todo se me haría fácil“ (V 26.3).
La segunda referida a los confesores, cuando le decían que esas hablas eran cosa del demonio y diera “higas”, un gesto muy feo con los dedos, y dejase esa oración: “Esto hacía casi siempre; las higas no tan continuo, porque sentía mucho. Acordábame de las injurias que le habían hecho los judíos, y suplicábale me perdonase, pues yo lo hacía por obedecer al que tenía en su lugar, y que no me culpase, pues eran los ministros que El tenía puestos en su Iglesia. Decíame que no se me diese nada, que bien hacía en obedecer, mas que él haría que se entendiese la verdad. Cuando me quitaban la oración, me pareció se había enojado. Díjome que les dijese que ya aquello era tiranía. Dábame causas para que entendiese que no era demonio” (V 29.6)
“Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín; me dijo el Señor. No tengas pena, que Yo te daré libro vivo. Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones” (V 26.5).
“Antes de esto había estado, creo tres días, con aquella gran pena que traigo más unas veces que otras, de que estoy ausente de Dios, y estos días había sido bien grande, que parecía no lo podía sufrir; y habiendo estado así harto fatigada, vi que era tarde para hacer colación y no podía y, a causa de los vómitos, háceme mucha flaqueza no la hacer un rato antes, y así con harta fuerza puse el pan delante para hacérmela para comerlo, y luego se me representó allí Cristo, y parecíame que me partía del pan y me lo iba a poner en la boca, y díjome: «Come, hija, y pasa como pudieres; pésame de lo que padeces, mas esto te conviene ahora» (R 26.2).
Palabras proféticas
Entiende por hablas proféticas las que anuncian acontecimientos futuros. Destaco una donde se le anuncia la muerte de una de sus hermanas y su reacción, consultar al confesor y acudir a su hermana cuando se lo autorizan:
“Habiéndose muerto un cuñado mío súbitamente, y estando yo con mucha pena por no se haber viado a confesarse, se me dijo en la oración que había así de morir mi hermana, que fuese allá y procurase se dispusiese para ello. Díjelo a mi confesor y, como no me dejaba ir, entendílo otras veces. Ya como esto vio, díjome que fuese allá, que no se perdía nada.
Ella estaba en una aldea, y, como fui, sin decirla nada la fui dando la luz que pude en todas las cosas, e hice se confesase muy a menudo y en todo trajese cuenta con su alma. Ella era muy buena e hízolo así. Desde a cuatro o cinco años que tenía esta costumbre y muy buena cuenta con su conciencia, se murió sin verla nadie ni poderse confesar. Fue el bien que, como lo acostumbraba, no había poco más de ocho días que estaba confesada.
A mí me dio gran alegría cuando supe su muerte. Estuvo muy poco en el purgatorio. Serían aún no me parece ocho días cuando, acabando de comulgar, me apareció el Señor y quiso la viese cómo la llevaba a la gloria. En todos estos años, desde que se me dijo hasta que murió, no se me olvidaba lo que se me había dado a entender, ni a mi compañera, que, así como murió, vino a mí muy espantada de ver cómo se había cumplido” (V 34.19).
(Añado varias fotografías de las hablas, para que podáis hacer una lectura continuada, mientras escucháis una música agradable de Rachmaninov)





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