Aprender a vivir en cristiano es un arte lleno de matices, por el peligro de equivocarnos y terminar perjudicados. El alma es delicada. Intentaré explicar la virtud del desasimiento que, junto al amor y la humildad, forman la trilogía teresiana de virtudes principales.
Creer en el Dios de Jesucristo, (o para quienes tengan dudas, “creer que creemos”), nos evita la tentación de absolutizar ideas o cosas que no son Dios. Creemos en Personas, no en ideas. Son un absoluto que engloba y da sentido a la vida y la muerte. Ya no necesitamos creer en dioses menores, ni personas, ni cosas.
Una fe firme llevada en vasijas de barro, no nos hace ni superiores ni inferiores a nadie. El misterio y la incógnita la acompañan, envueltas en un Dios Amor-Justicia, sin caer nunca en el fanatismo. Grave tentación ésta en cualquier religión. El fanático rompe el resto de los espejos donde la persona encuentra su identidad. Se centra solo en su idea divinizada, un dios menor, una persona o una idea, raza, nación, lucha de clases, etc. Se creen superiores a los demás, únicos poseedores de la verdad. No es nuestro caso.
Creemos y nos seguimos mirando en todos todos los espejos de la creación, personas o cosas, respetándolas, dejando que vuelen con libertad, admirando su belleza… sin querer poseerlas. El arte de vivir la vida dejando a los seres su libertad se llama desasimiento. Palabra con abundantes sinónimos y antónimos en los escritos teresianos, “asimiento”, “atarse“, “afecciones”…
Las tentaciones demoniacas (el Mal) que sufrió Jesucristo estarán al acecho para que caigamos en sus redes y nos arrodillemos ante ellas: “¡Qué espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites!”. La fama, el trepar, la ambición del poder, la acumulación de bienes y los placeres que ofrece el mundo. Tres tentaciones a poseer.
Es necesario una lucha, poner de nuestra parte, para llegar a no esclavizar a nadie y amar siendo libres. Cuando ella comprueba que lo va consiguiendo con la ayuda de Dios, afirma: “a todo mi parecer no reina en mí con fuerza asimiento de ninguna criatura ni de toda la gloria del cielo, sino amar a este Dios, que esto no se menoscaba, antes, a mi parecer, crece y el desear que todos le sirvan” (R 6.5).
Cuando está metida en mil negocios para las fundaciones escucha en su interior unas palabras de Jesús: «No puede ser menos, hija; procura en todo recta intención y desasimiento, y mirarme a mí, que vaya lo que hicieres conforme a lo que yo hice» (R 11).
(Si tienes un momento lee y medita el evangelio de hoy propuesto por la Iglesia y verás a Jesús sanando y enseñando sin perder la libertad, ni suya ni la de los demás).
Continuará
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