In English, here.
Para un cristiano las amistades humanas y la de Jesucristo van unidas, se alimentan unas con otras. Al igual que sucede en la foto editada, aspiramos a vivir las relaciones humanas desde la fuente y raiz del Árbol que es Cristo. Teresa de Jesús adquirió una habilidad extraordinaria para las relaciones humanas y divinas desde la experiencia de sentirse muy querida por su familia. Eso le permitió abrirse con confianza a las amistades humanas. Las tuvo abundantes con personas de ambos sexos. No cabe duda de que sus experiencias de amistad influyeron poderosamente en su amistad con la sacratisima Humanidad de Jesús. Y, al mismo tiempo, de su amistad con Jesús fue aprendiendo a purificar las amistades humanas.
Vamos a fijarnos en la amistad con Jesús, sus inicios y desarrollo. Bastará con desearla para que se inicie. Mucho mejor será perseverar en la oración y recibir el amor de Dios a través del sacramento de la reconciliación. Repetirá varias veces que Jesús es “amigo verdadero” y que con Él presente ”todo se puede sufrir”. Reconoce que tiene pocos amigos y pide que al menos algunos sean buenos. Conforme va conociendo a Jesús tiende a buscar relaciones con otros que busquen lo mismo, “sabe él que está todo el medio [=remedio] de un alma en tratar con amigos de Dios” (V 23.4).
Me parece importante destacar la libertad interior que va adquiriendo el orante en su relación con Jesús: cuanto más se acerca a Él, menos intereses personales tiene en sus relaciones humanas. Al tener la necesidad de amar y ser amado cubiertas en su esencia, con más libertad podrá tratar con las personas. Y entonces las amistades se multiplican. Sus textos lo explican mejor: “Y es cosa muy cierta, en no habiendo menester a nadie, tener muchos amigos. Yo lo tengo bien visto por experiencia” (Camino 2.6); “porque lo primero que para esto es menester es amar a Dios sin interés” (M 4.2.9).
Para llegar a amar al prójimo como quiere Dios, ella sostiene con san Juan que la raíz debe estar en imitar a Jesús, “creo yo que según es malo nuestro natural, que si no es naciendo de raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del prójimo” (M 5.3.9).
Distingue dos tipos de cariño al prójimo, el espiritual sensible y el espiritual puro, dependiendo del grado de desinterés personal que tengamos:
”De dos maneras de amor es lo que trato: una es espiritual, porque ninguna cosa parece toca a la sensualidad ni la ternura de nuestra naturaleza, de manera que quite su puridad; otra es espiritual, y junto con ella nuestra sensualidad y flaqueza o buen amor, que parece lícito, como el de los deudos y amigos. Del que es espiritual, sin que intervenga pasión ninguna, quiero ahora hablar, porque, en habiéndola, va todo desconcertado este concierto“ ( C 4.12-13). Es decir, “amor sin interés como nos lo tuvo Cristo” ( Camino del Escorial = CE 11.4)).
(Continuará)
(Si tenéis a mano el libro de Secundino Castro, “Ser cristiano según santa Teresa”, tiene un capítulo muy interesante sobre las virtudes).
Deja un Comentario