Para entender el mundo de la mística lo mejor es recordar nuestras experiencias de amor humano, en particular, cuando alguien nos ha querido gratuitamente. La mística consiste en vivir el misterio de la vida con Jesucristo, desde el amor que Él nos da. Si quienes leen estos comentarios recuerdan haber vivido, aunque sea muy poco, el amor recibido de Dios, ya han estado en la mística. Teresa de Jesús nos dice que muchos cristianos acceden a las cuartas moradas y por diversos motivos -que veremos-, no acceden a las quintas.
Veamos los grados de intensidad de ese cariño recibido que puede cambiarnos la vida. La oración de presencia de Jesucristo, oración de recogimiento sobrenatural, oración de quietud y sueño de las potencias. Comenzamos por la primera.
Vivir en presencia de Dios (M 4.3.5 y R 5.25)
Por lo general, el paso que vamos a dar por iniciativa divina viene después de bastante tiempo, incluso años, practicando las oraciones explicadas en las moradas anteriores. Aunque, como el Espíritu Santo dirige a las almas como le parece conveniente, puede suceder en cualquier momento, si alguien desea acercarse a Dios. Animo a todos los lectores a practicar este modo de oración sea cual sea su situación espiritual.
En las moradas cuartas nos da una indicación: “quiere el Señor que le pidamos y consideremos estar en su presencia, que El sabe lo que nos cumple” (M 4.3.5).
El primer fruto de esta entrada en el mundo de la mística vuelve a citarlo en las Relaciones (en otras ediciones se conoce como Cuentas de Conciencia). La Relación 5 se dedica a explicar los grados de oración un año antes de la redacción del Castillo Interior (1576). Por eso tenemos la certeza de ser un pensamiento muy cercano al definitivo del Castillo. Cuando el Señor le concede esa gracia:
“Otra oración me acuerdo, que es primero que la primera que dije, que es una presencia de Dios que no es visión de ninguna manera, sino que parece que, cada y cuando (al menos cuando no hay sequedades) que una persona se quiere encomendar a su Majestad, aunque sea rezar vocalmente, le halla“. (R 5.25)
En la lista de grados de oración de Relaciones sorprende encontrar la presencia de Dios dentro del mundo de lo sobrenatural, es decir, de la mística. Dicho con palabras bien sencillas, basta con pedir a Jesucristo estar en su presencia para que, si Él lo concede, estar dentro de la mística. No hay duda de que estamos es el mundo de lo sobrenatural, es decir, de la mística porque lo ha indicado al comenzar a redactar la Relación 5.2. Le dice al destinatario del escrito: “Paréceme será dar a vuestra merced gusto comenzar a tratar desde el principio de cosas sobrenaturales”.
Estamos ante la historia de una relación personal, entre el Dios de Jesús y nosotros, similar a la de cualquier relación humana. Sucede en el tiempo y precisa de acercamientos y presencia. Dijimos que, (ver “Breve presentación de Jesucristo desde el Antiguo Testamento”) en el Antiguo Testamento hay una permanente aproximación de Dios al hombre
Desde la nube donde habita al principio hasta el monte Sinaí. Gracias a Moisés se desplaza a las tablas que bajan del monte y se instalan en las afueras del campamento, durante el itinerario del pueblo por el desierto, “La tienda del encuentro”. A continuación en el libro de los Números, la tienda del encuentro con el Arca se coloca en medio del pueblo. Posteriormente David y su hijo le construyen un Templo en Jerusalén cuando el pueblo está instalado en la tierra prometida. Lo samaritanos de separan y crean otro lugar de encuentro con el Señor en el monte Garizím. Con la llegada de Cristo al mundo, el Templo pasa a ser Él; ya no adorará ni en un templo ni en el otro, se adorará en Espíritu y Verdad. Por la encarnación y resurrección de Cristo cualquier persona recibe de alguna manera los beneficios de Cristo, sean o no cristianos. Y por el bautismo, todos los cristianos pasan a ser Templo de Dios. De ahí, al movimiento de los recogidos, maestros de santa Teresa en el siglo XVI quienes, siguiendo a san Agustín, buscan a Dios en el fondo del alma humana. Sea o no consciente, la sacralidad del ser humano queda garantiza por la creación a imagen y semejanza de Dios y por ser templo de la Trinidad. El hombre puede llegar a ser lo que es por definición si sigue un proceso de encuentro con quien nos busca desde el primer momento y sale a nuestro encuentro como el padre del hijo pródigo. En la religión cristiana Jesús de Nazaret junta dos mandamientos que estaban en libros separados del Antiguo Testamento, amor a Dios y amor al prójimo y los eleva a categoría suprema. En las quintas moradas se nos dirá que la vida mística no es otra cosa que cumplir con la mayor perfección que podamos ambos mandamientos. Hasta tal punto están unidos que el uno envía al otro y viceversa. El prójimo es el próximo y todo ser humano es una escultura o pintura creada y criada en Jesucristo. Conocemos el contenido del juicio final, que versará acerca de nuestro comportamiento con el prójimo, sobre todo, del más necesitado (ver Mateo 25).
Entramos con Teresa en el mundo del Cantar de los Cantares y del evangelio de Juan en la imagen del Buen Pastor. Historia de amantes que se buscan y se encuentran (Cantar); mundo del Buen Pastor que con silbidos nos llama (Juan 10) y, en las sextas moradas lo hará con palabras, arrobamientos, visiones imaginarias o intelectuales, noches oscuras, etc.
Teresa sale al encuentro de Cristo desde la infancia buscando a ese Dios que nos busca de antemano, como indica el evangelio de Lucas. Copiemos algunos textos para aprender su proceso.
“Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni de aprovecharme con la imaginación, que la tengo tan torpe, que aun para pensar y representar en mí -como lo procuraba traer- la Humanidad del Señor, nunca acababa” (Vida 4.7).
“Porque, puesto que siempre estamos delante de Dios, paréceme a mí es de otra manera los que tratan de oración, porque están viendo que los mira; que los demás podrá ser estén algunos días que aun no se acuerden que los ve Dios” (Vida 8.2).
Traer dentro de sí significa “representar“, es decir, hacer presente, tomar conciencia de estar con Él: “Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas” (Vida 9.9). Los lugares preferidos para representarse a Cristo cuando estaba solo eran, el paso de Jesús atado a la columna y la oración en el huerto de los Olivos. Ella se colocaba a sus pies, imitando las pinturas donde María Magdalena estaba junto a Jesús.
Esta costumbre que Teresa practica desde niña, y nosotros aprendimos en la oración de meditación, le lleva a una presencia singular en un texto importante para poder practicar este tipo de oración: “Tenía yo algunas veces, como he dicho, aunque con mucha brevedad pasaba, comienzo de lo que ahora diré: acaecíame en esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho, y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí o yo toda engolfada en El” (Vida 10.1).
“Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad” (V 12.2).
Este Jesucristo que nos ama se va acercando a lo íntimo de la persona. Le pedimos en la oración que venga muy cerca a amarnos. A poco que lo experimentemos, ya hemos entrado en las cuartas moradas.
Seguirán otras aproximaciones en las cuartas moradas, cuando en la oración de quietud experimentemos de verdad su amor incondicional.
Itinerario Espiritual
Si te unes por primera vez a esta aventura de amor humano y divino, lee las entradas desde el principio del Blog.
No encontrarás una especie de recetario de cocina, ni un conjunto de normas.
Sí te garantizo que encontrarás una forma de vivir, en amistad con Jesucristo, de la mano de Teresa de Jesús.
Sea cual sea tu situación de partida, eres bienvenido.
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