Cuando santa Teresa de Jesús escribe las cuartas moradas se equivoca y coloca en el tercer capítulo la oración de recogimiento sobrenatural, cuando debería estar en el primero. Aprovecho la ocasión para presentar con brevedad la historia del manuscrito con su foto de entrada y el estuche donde se guarda en el monasterio de carmelitas descalzas de Sevilla.
Sucede que, cuando redacta las cuartas moradas, se ve obligada a cambiar de ciudad, de Toledo a Ávila. Este hecho, más las continuas ocupaciones, son el motivo principal del cambio en el orden del capítulo. Las hermanas de Toledo habían hecho una copia conforme ella escribía, y lo mismo sucedió a su llegada a Ávila. El traslado de ciudad lo hizo acompañada de la copia, y las hermanas de San José de Ávila continuaron el trabajo. Gracias a esta decisión, ha llegado hasta nosotros una copia del manuscrito original, realizada con exquisita fidelidad a lo escrito por la madre Teresa, antes de la intervención de los censores teólogos. Esta copia sigue siendo en la actualidad la mejor garantía de fidelidad al pensamiento original de santa Teresa. Se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Al acabar de redactar el libro, tanto Teresa como sus monjas y amigos, temían que cayera en manos de la Inquisición, como había sucedido con el manuscrito de Vida. El secuestro del libro que ella llamaba, el “Libro de las misericordias de Dios” está en el origen de su último gran libro, el Castillo Interior. Sus amigos le decían que hiciera memoria de lo escrito en el libro de la Vida. En particular le insistía su amigo Jerónimo Gracián, aunque ella en su oración había descubierto que el mismo Señor lo quería. En aquellos momentos llevaba cinco años viviendo con intensidad las siete moradas, desde 1572, y le faltaban otros cinco para pasar al cielo. Lo escribe en 1577 y muere en 1582.
Lo termina ese mismo año, pocos días antes de entrar en prisión san Juan de la Cruz. Al finalizar el libro, tuvo lugar una reunión con sus amigos censores en Segovia donde le hicieron corregir muchas cosas, unas 90 intervenciones entre tachas y correcciones, con abundantes intervenciones de Jerónimo Gracián. No hay duda de la buena intención de los censores por protegerla, pero influyeron negativamente en el futuro del libro, no solo porque tergiversaron gravemente puntos esenciales de la doctrina teresiana, sino porque se creían con autoridad teológica sobre una mujer sin estudios.
Jerónimo Gracián hizo dos copias, una para su uso privado a dos tintas y otra destinada a la imprenta, que no llegó a publicar, al adelantarse fray Luis de León. La primera se conserva en Córdoba (ver las fotos abajo) y la segunda en Lisboa. La de Córdoba explica el universo mental de Gracián, su cariño a la Santa y las licencias que se toma para cambiar incluso el título. De Castillo Interior el libro pasa a llamarse “Libro de las Moradas”. Y el subtítulo encierra el pensamiento de Gracián, “El Castillo de Magdalo”. Gracián, a quien tengo por santo de solemnidad, entiende a Teresa como la nueva María Magdalena. No le falta razón.
No contento con estos cuidados, Jerónimo Gracián trasladó el manuscrito corregido a Sevilla, donde estaba de priora una buena discípula de Teresa, María de san José, a quien llamaba Teresa la “raposa”, por su astucia e inteligencia. Al mismo tiempo, el jesuita Francisco de Ribera también se dedicaba a preparar una edición de las obras para publicarla, a pesar de las constantes advertencias del general Acquaviva, más proclive a que siguiera con sus clases y libros comentando la Biblia en Salamanca, que dedicado a cosas de mujeres y de otra orden que la suya (se conservan varias cartas del general a Ribera en el archivo de la casa de los jesuitas en Roma). Cuando Ribera llega a Sevilla con el hermano Arias, coteja el manuscrito ayudado de otra copia, y se encuentra con la desagradable sorpresa de las tachas y correcciones teológicas. Desconocía que muchas de ellas se debían a la mano de su amigo Gracián. Harto de tantas correcciones escribe de su puño y letra en la primera página del manuscrito una protesta, defendiendo a la autora, asegurando que no hay ninguna herejía en el escrito y, en consecuencia, se debía conservar el pensamiento original. Como fruto del trabajo de Ribera y Arias, Ribera escribe una nueva copia de gran utilidad. Actualmente se conserva en los archivos de la universidad pública Salamanca.
A todo esto, y viendo que las copias de Gracián garantizaban la conservación del pensamiento teresiano, o quizás para mayor seguridad frente a los sabuesos de la ortodoxia (expresión utilizada con frecuencia por mi maestro el P. Tomás Álvarez), entregaron el original a un benefactor y amigo del monasterio, don Pedro Cerezo Pardo. A él le dedica el jesuita Francisco de Ribera (también amigo y confesor de Teresa) la primera y más hermosa biografía de la Santa, publicada en Salamanca (1590), titulada, “La vida de la madre Teresa de Jesús, fundadora de las descalzas y descalzos carmelitas, compuesta por el P. Doctor Francisco de Ribera de la Compañía de Jesús, y repartida en cinco libros” . Don Pedro Cerezo tenía tres hijas y su mayor gozo hubiera sido ver a una de ellas vestida de carmelita descalza. Al tener los hijos por costumbre no hacer lo que quieren sus padres, don Pedro murió de mal de piedra sin ver cumplidos sus deseos. Años más tarde una de las hijas entró en el monasterio y llevó como dote el manuscrito original y 3.000 ducados de plata. Don Pedro desde el cielo debió aplaudir la decisión de su hija. Desde entonces se conserva en el monasterio de descalzas de Sevilla.
El definitorio de los carmelitas (formaba parte san Juan de la Cruz), tomó la sabia decisión de encargar la publicación de las obras de santa Teresa al más famoso intelectual de la época, fray Luis de León. No conoció en vida a Teresa. En la introducción afirma haber leído los originales, algo que no es cierto en el caso del Castillo. Utilizó una copia defectuosa. Con un ejemplo se entiende mejor, Teresa recurría con frecuencia a abreviaturas medievales, una en concreto se la inventó, la del Espíritu Santo. En aquellos tiempos los autores debían tener mucho cuidado al escribir sobre la tercera persona de la Trinidad no fueran a confundirlos con herejes, llamados “alumbrados”. Ella, por su condición femenina, y por no haber pasado por las aulas universitarias, debía de tener un cuidado especial. Era prudente. Las pocas veces que lo nombra en el libro de la Vida lo hace con todas las letras, siempre con minúsculas, nunca utiliza las mayúsculas. En el Castillo introduce la novedad de citarlo con la abreviatura ssto. De igual modo se inventa otra sobre Jesucristo, del “señor” del libro de la Vida pasa a “sr” en el Castillo y de ahí a “/.“. La copia utilizada por fray Luis la interpreta como “espíritu”, no como Espíritu Santo. Si la pneumatología es escasa en los libros por miedo a la inquisición, con estas falsas lecturas casi pasa desapercibida. La recuperación de las citas al Espíritu Santo en la edición crítica y paleográfica del año 90 del siglo pasado, aunque son pocas, ha enriquecido su pneumatología. La precaución que tenía en los libros no la tuvo nunca en las cartas, siempre encabezadas con la mención a la tercera persona de la Trinidad.
Con la decisión del definitorio carmelita quedaron fuera de la competición por publicar las obras tanto Gracián como Ribera. El primero publicaría años más tarde otras obras no publicadas por fray Luis. Y, el segundo, nos legó una copia excelente y la mejor biografía de Teresa (se encuentra en ediciones modernas, del siglo XIX y del XX).
Los responsables de los carmelitas, no solo encargaron la publicación de las obras a fray Luis de León, tomaron otra decisión importante: reclamar los manuscritos originales de las obras para que pudiera trabajarlas con garantías fray Luis. Además, el rey Felipe II con quien Teresa se había carteado (se conserva una carta deliciosa en los carmelitas de Jaén), deseaba que los manuscritos de la Santa enriquecieran su biblioteca del Escorial. La tenía por santa y quería que sus obras acompañaran otro manuscrito que en aquellos tiempos se creía que pertenecía a san Agustín. Pues bien, los de Andalucía no obedecieron, guardaron un respetuoso silencio. Ni María de san José, ni Gracián, ni Ribera, ni nadie, dijeron una sola palabra. Por eso el manuscrito sigue en Sevilla, mientras la primera edición de Camino de Perfección, las Fundaciones y el libro de la Vida están en el Escorial. La segunda redacción de Camino de Perfección se encuentra en las descalzas de Valladolid. Las cartas que han sobrevivido a la afición por las reliquias están diseminadas por todo el mundo.
En sentido contrario, un grupo de teólogos, contrarios a fray Luis y a ella, querían desenterrarla y quemar sus restos junto a sus obras. La acusaban de todo, de no ser mujer, “es varón y de los muy barbados”, decían; de colocar a Dios en lo profundo del alma y no en el cielo, de querer que todos los cristianos llegaran a las altas cumbres de la mística, etc. Su fama se había extendido tanto que los de Alba de Tormes la enterraron echando encima de la caja muchas piedras que hundieron la parte delantera, temerosos de que el cadáver lo robaran los de Ávila. Gracián la desenterró a los nueve meses de fallecida y cuenta cómo el cadáver estaba intacto, como si fuera manteca, le cortó un brazo, un dedo lo llevó durante años como reliquia colgado del cuello… En fin, una historia de otros tiempos, hasta que las aguas se serenaron en gran parte debido a la influencia del rey. Gracias a él y a fray Luis, muy pronto su pensamiento cruzó las fronteras y hoy en día el Castillo está traducido a más de doscientos idiomas. Su interpretación sigue abierta, como debe ser, estamos ante una obra cumbre de la literatura espiritual de todos los tiempos.
Itinerario Espiritual
Si te unes por primera vez a esta aventura de amor humano y divino, lee las entradas desde el principio del Blog.
No encontrarás una especie de recetario de cocina, ni un conjunto de normas.
Sí te garantizo que encontrarás una forma de vivir, en amistad con Jesucristo, de la mano de Teresa de Jesús.
Sea cual sea tu situación de partida, eres bienvenido.
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