Voy a explicar cómo interpreto las experiencias místicas, de una forma sencilla y con un lenguaje distendido. Muchos cristianos se quedan paralizados ante la mística creyendo que no son dignos, o que deben ser santos de altar los que entran aquí. Contra esas interpretaciones, falsas a mi modo de ver, os dejo mi opinión.
Si en alguna ocasión te has quedado extasiado ante un paisaje, una flor, la sonrisa de un bebé, o la belleza de una mujer; si alguna vez te has enamorado, o disfrutado de un concierto; si deseas con toda tu alma ser menos egoísta, buscar solo tu propio interés y encontrar un sentido a la vida amando a los demás…, no lo dudes, no te has equivocado de sitio. Entra sin miedo en las quintas moradas y aprende a vivir de otra manera.
Toda aquella experiencia religiosa y amorosa, o sea, mística, que tenga un equivalente en experiencias humanas, se considerará “normal”. Con otras palabras, si lo que viven los seres humanos en su vida diaria es parecido a lo vivido con el Señor Jesús, lo explicaré, por muy extraordinario que sea, como una experiencia humana y divina al mismo tiempo. De no ser así, lo comentaré como una experiencia paranormal, “las que se encuentran al margen del campo de las experiencias normales explicables científicamente”.
Cuando en el capítulo cuarto de las quintas moradas, Teresa nos explique que la mística puede compararse con el matrimonio entre humanos, nos deja entender que, aunque sean realidades completamente diferentes, tienen muchos parecidos.
Si la “gracia supone la naturaleza”, como se dice en teología desde antiguo, todo aquello que forma parte de la naturaliza humana es capaz de convertirse en experiencia con Dios. En la encarnación del Hijo de Dios queda asumido todo lo humano, con su visita, el mundo es habitable.
Explico mi opinión con un ejemplo: Una parejica se enamora perdidamente, (sabemos que es una enfermedad transitoria); ambos se quedan con ojitos de cordero degollado mirándose de hito en hito en silencio, de la manita. ¿Tiene algún parecido, aunque sea lejano, con experiencias místicas de raptos, arrobamientos, éxtasis, etc. Si la respuesta es afirmativa, como creo, estamos ante una experiencia de amor humano que tiene su equivalente, aunque sea lejana, con la experiencia mística.
Si ella, en un arrebato amoroso, además de mirar al chico estando tortolito y con las hormonas revueltas, empieza a levitar y se sube hasta la lámpara, deja de ser una experiencia normal. No es habitual que los novios acaben volando por el cielo en los parques, a dos metros del suelo. Entonces estamos ante una experiencia paramística. (Las encontraremos en las sextas).
En mi opinión, salvo en el caso de las levitaciones místicas que veremos en las sextas moradas, concretamente en M 6.5, el llamado “vuelo de espíritu”, que duró poco tiempo, todas y cada una de las vivencias de amor profundo en la relación con Jesucristo tienen su paralelismos en vivencias de amor humano y, por tanto, son humanas y “normales”. No las considero fenómenos extraordinarios, inalcanzables al común de mártires.
El gran investigador de las religiones Mircea Eliade decía en sus libros que hay personas que son “facilitadores” de la experiencia religiosa. Teresa es una de ellas. Desconfío de aquellos que explican la mística con los ojos en blanco, convertidos en gurús de un arcano inexplicable, donde ellos, los elegidos, se convierten en garantes de una explicación misteriosa y reservada a un pequeño grupo de iniciados; personas privilegiadas, poquísimas, con las que el gurú mantiene una relación de dependencia.
La cosa sería de risa si no fuera porque nos estamos jugando dos cosas de vital importancia: la apertura de la mística al mundo seglar y el futuro de la Iglesia.
¿Cómo se puede negar a la mayor parte de los cristianos su entrada y vivencia de las quintas moradas, tanto en unión no regalada, como en unión regalada, cuando en esa morada se deben encontrar ante el dilema de optar por una vida centrada en ellos mismos, por tanto egoísta y narcisista, o en una vida de donación de ellos mismos por amor a los demás desde su amor a Dios, siguiendo el modelo de Jesucristo?
Volvamos a la pareja de tortolitos enamorados. Saben perfectamente que hay muchas manifestaciones de amor, que no es lo mismo un beso en la frente que otro en la mejilla, o en los labios. Y saben también de la intensidad de los besos, de un simple roce de los labios a un beso de tornillo retorcido. Conocen las manifestaciones del amor y su intensidad. Las diversas manifestaciones del amor y su intensidad son cosas distintas.
Las diferentes formas de amor de Dios venimos explicándolas desde la primera morada, hasta llegar a las “sobrenaturales” cuando iniciamos las cuartas. Puede ser desde una forma de amor inicial, pasando por una amistad, desembocando en modos de amor humano y divino elevados cuando hablamos de las quintas a las séptimas moradas. Tanto la unión en sus dos formas, regalada o no regalada, el desposorio de amor de las sextas y el matrimonio espiritual de las séptimas, tienen un fundamento humano.
Varía, eso sí, la intensidad. Aquí está la clave. Cuando Teresa escribe está viviendo con la máxima intensidad la experiencia que describe. Ella dirá, hay “más y menos”: “Hay más y menos, y a esta causa digo que son las más las que entran en ellas. En algunas cosas de las que aquí diré que hay en este aposento, bien creo que son pocas; mas aunque no sea sino llegar a la puerta, es harta misericordia la que las hace Dios” (M 5.1.2). Es decir, la mayoría de las personas entran en las quintas. A algunas formas de vivir la unión regalada, pocas acceden.
En el capítulo segundo de las quintas vuelve sobre lo mismo: “Pareceros ha que ya está todo dicho lo que hay que ver en esta morada, y falta mucho, porque -como dije- hay más y menos. Cuanto a lo que es unión, no creo sabré decir más; mas cuando el alma a quien Dios hace estas mercedes se dispone, hay muchas cosas que decir de lo que el Señor obra en ellas. Algunas diré y de la manera que queda” (M 5.2.1; ver V 11.9; C 28.7; C 37.3). Es decir, en el capítulo dedicado al gusano de seda, nos quiere explicar un nivel más profundo al de la unión: la muerte sabrosa, o la entrega libre del yo.
El primer biógrafo de Teresa, Francisco de Ribera, dejó escrito la gran intensidad vivida por Teresa al relatar sus experiencias. Pocos o ninguno llegarán a ese grado de profundidad amorosa y, algunas de sus formas de oración serán inalcanzables para la mayoría. Eso no significa que, con humildad, amor y ayuda del Espíritu Santo, no podamos acercarnos e intentar vivirlas aunque sean en el “menos“.
¡¡¡¡Vamos a atrevernos con la ayuda del Espíritu Santo!!!!
Comentario
Gracias Antonio. Nos ayudas mucho. Algun@s podríamos pensar que nos hemos vuelto loc@s ante ciertos sucesos divinos hacia el ser humano.