El arrobamiento y los profetas intenta explicar el vínculo de las experiencias de saberse amada por Jesucristo, en santa Teresa de Jesús, con la vocación de los profetas, en concreto en el libro de Isaías.
Es obligatorio recurrir a la Biblia, no para encontrar paralelismos, ni por citar Teresa los textos, sino para demostrar que la alta mística teresiana tiene su razón de ser en los profetas. Con otras palabras, en Isaías I se encuentra el significado bíblico del perdón total de los pecados y el vestido de boda en Isaías III, capítulos 61 y 62.
Lejos de relatos psicologizantes, como ha sido acusada en más de una ocasión, (por ejemplo, el gran teólogo del siglo XX, Hans Urs von Balthasar), ni de experiencias provocadas por las drogas, o por su supuesta histeria, el origen de la experiencia mística en sus grados más altos está en la Biblia; (leer los post anteriores, comentando el capitulo cuatro de las sextas, 1, 2).
1- El perdón y envío
Teresa reproduce a su manera el camino vocacional de los profetas. Después de diversas conversaciones con Jesucristo en la oración y consultas con unos y otros, se siente llamada a fundar un monasterio; ha sido enviada por su Señor, se ha visto limpia de pecados y engalanada para la boda. Ejerce de profeta, llamada por Dios y enviada a realizar una misión.
Tanto en los profetas como en ella, lo primero es la “llamada” de Dios, luego la “escucha del mensaje” (el “escucha Israel” del Deuteronomio) que en ella se denominan “hablas”. A continuación, la realización de la misión, en el caso de Teresa con las debidas autorizaciones de la Iglesia Católica. La llamada y la escucha guardan siempre relación con la realidad social y política y del momento. En ambos casos pisan tierra.
Veamos el caso de la vocación de Isaías. El relato comienza con una teofanía, una manifestación de Dios al profeta. Tiene la forma de una “visión imaginaria”, es decir, se ve con los ojos del alma, plástica, descriptiva. Dios está sentado en lo alto y su manto baja hasta el altar de los holocaustos, símbolo de la unión entre el cielo y la tierra. Seis ángeles, los carteros de Dios, acompañan al Señor.
Su presencia impone, el Templo tiembla. A Dios no lo ha visto nadie y, sin embargo, Isaías lo “ve”. Se siente indigno y miembro de un pueblo indigno. Lo ha visto con “sus ojos”.
La visión equivale a un llamamiento. Vuela hacía él uno de los ángeles, con unas tenazas ha recogido un ascua encendida del altar de los sacrificios y se la pasa por los labios. La palabra es la herramienta del profeta.
En ese instante queda liberado de la culpa, “está perdonado tu pecado”. Luego acepta el mensaje y el envío. Por cierto paradójico. Debe dejar que se destruya del todo la sociedad corrupta en la que vive y buscar entre las ruinas de los árboles cortados el tocón florecido.
Un perdón completo igual al de santa Teresa se da antes de la misión, en el caso de Isaías, o cuando ya está en la tarea, caso de Teresa. Resuenan las palabras de la Biblia: “Tu eras para ellos un Dios de perdón” (Sal 99,8); “Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos -dice el Señor-. Aunque sean vuestros pecados como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana” (Is 1,17-18).
Leemos el texto:
“El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Por encima de él había serafines erguidos, con seis alas cada uno: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. Y clamaban alternándose: ¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria! Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije:
«¡Ay de mí, estoy perdido!
Yo, hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos».
Y voló hacia mí uno de los serafines con un ascua en la mano, que había retirado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».
Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
-¿A quién mandaré?, ¿quién irá de nuestra parte? Contesté:
-Aquí estoy, mándame” (Is 6,1 ss.).
En el caso de Jeremías la vocación es distinta (cf. Jer 1), el Señor extiende la mano, le toca la boca y le da un mensaje general: “No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte”. La superación del miedo se repetirá con frecuencia en las hablas Teresianas. Las conversaciones con el Señor, similares a las de Teresa en el momento de la fundación, las encontramos en los profetas.
En el caso de Ezequiel el relato vocacional (del capítulo 2 al 3,1-15) insiste al profeta en superar sus reticencias, “no les tengas miedo”. En este caso también la mano de Dios se acerca y le da un rollo escrito por ambos lados. Contiene la palabra de Dios que ha de asimilar hasta que le sepa “dulce como la miel”. El profeta hace suyo el mandato, lo incorpora a su vida de modo personal y lleva a cabo la misión.
El hombre no puede subir al cielo (Dt 4), intentarlo es la suprema soberbia (Is 14), pero puede ser arrebatado por Dios (2 Re 2)- dice el biblista Schökel-. Es el caso de los arrobamientos en santa Teresa, también llamados, éxtasis o rapto (les dedicaremos el siguiente post. Los encontramos en Ezequiel:
“Entonces me arrebató el espíritu y oí a mis espaldas el estruendo de un gran terremoto al elevarse de su sitio la gloria del Señor (…) El espíritu me tomó y me arrebató y marché decidido y enardecido, mientras la mano del Señor me empujaba. Llegué a los deportados de Tel-Abib (que vivían a orillas del río Quebar), que es donde ellos vivían, y me quedé allí siete días abatido en medio de ellos” (Ez 2,10-15).
Son algunos ejemplos de algo que sería conveniente estudiar en toda la Biblia.
2.- Los dos programas propuestos por Isaías
El proyecto de vida propuesto por Isaías tiene dos versiones, la primera anuncia al elegido, enviado a dar una buena noticia, dirigida a las víctimas del mundo, los que sufren, o tienen los corazones desgarrados, para proclamar una amnistía, para consolar a los afligidos. (Ver texto similar en Isaías 42).
Ese mismo relato es aceptado por Jesucristo en el evangelio en Lucas 4 1,18 ss, cuando lo lee en la sinagoga al comienzo de su vida pública. Únicamente elimina la frase “el día del desquite de nuestro Dios”, por lo que pudiera sugerir de venganza de Dios ante la infidelidad del hombre:
“El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, el día del desquite de nuestro Dios; para consolar a los afligidos, los afligidos de Sión; para cambiar su ceniza en corona su luto en perfume de fiesta, su abatimiento en traje de gala.
Los llamarán Robles del Justo, plantados por el Señor, para su gloria. Reconstruirán las viejas ruinas, levantarán los antiguos escombros; renovarán las ciudades en ruinas, los escombros de muchas generaciones” (Is 61, 1-5).
Existe otro relato que comienza antes de terminar el capítulo 61 y completa el anterior, en términos de boda. Son las dos caras de la misma moneda. Ambos pasan al Nuevo Testamento, tanto a los evangelios sinópticos como al evangelio de Juan. Tanto Marcos, como Mateo y Lucas recogen los dos: la atención a las víctimas del mundo y la boda del Esposo con la esposa que es la Iglesia, o cualquier cristiano. Digamos que Juan da mayor importancia al tema de la boda al iniciar la vida de Jesús con las bodas de Caná en el capítulo 2, después de una introducción grandiosa (capítulo 1). Es el preferido por los místicos, entre ellos santa Teresa.
Si lo leemos desde Moradas 6.4 y Vida 33 veremos que a Teresa le sucede algo muy parecido. Dice así:
“Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona o novia que se adorna con sus joyas.
Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes, tu gloria; te pondrán un nombre nuevo impuesto por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya no te llamarán «la Abandonada» ni a tu tierra «la Devastada», a ti te llamarán «Mi Preferida» y a tu tierra «La Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido:
Como un joven se casa con una doncella, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo” (Is 61,10-62,1-5).
3.- Conclusión: Los arrobamiento son dones de Dios, actos de un amor desbordante de Jesucristo a la persona, (ni son necesarios para la salvación, ni son obligatorios para la vida cristiana). Esa experiencia puede ir acompañada de rituales matrimoniales como es el caso de Teresa, vestida y enjoyada por la virgen María y por san José. Teresa nos presenta una experiencia tan elevada que no ha sido superada en estos siglos.
El creyente normal, si ha renunciado al viejo yo y a la vieja forma de vivir, explicada en las quintas moradas, y aprende la oración de contemplación, puede acercarse con la gracia del Espíritu Santo hasta donde Él quiera.
Para explicar los arrobamientos místicos no hay que recurrir a cosas raras, están en la Biblia, como acabamos de mostrar.
Los arrobamientos pueden ir acompañados de arrebatamientos o raptos al cielo. También llamados éxtasis. Hablaremos de ellos en el siguiente comentario.
(La traducción bíblica es de Schökel en uno de sus volúmenes, el dedicado a la poesía. La música de Piotr Ilich Tchaikovski, la carta de amor en Eugenio Onegín, subtitulada. La foto es de Free Stock Photos).
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