1.- La propuesta teresiana en su esencia
Teresa de Jesús es una Doctora de la Iglesia (1970), puede dialogar con cualquier teólogo de la historia de tú a tú. Quienes seguimos a Jesucristo de su mano tenemos la obligación de interpretarla con la vista puesta en el Pueblo de Dios, haciéndola asequible al mayor número posible de cristianos.
Desde su último escrito, el Castillo Interior, nos ofrece un programa de vida cristiano en dos partes: En la primera, aprendemos el amor “a” Dios y al prójimo con las tres primeras moradas, siguiendo a Jesucristo, en ellas cuenta con nuestra colaboración y esfuerzo sabiendo que, de antemano, todo es gracia. En la segunda, llamada “sobrenatural”, aprenderemos a vivir desde el Amor “de” Dios al ser puro don recibido. Van de la morada cuarta hasta la séptima. Las siete son dos formas de vivir complementarias, lo ideal será vivir las siete con la máxima intensidad, comenzando por cualquiera de las dos.
2.- Actualidad de Teresa desde W. Pannenberg
Un seguidor de Jesucristo de la mano de Teresa debe también actualizar su pensamiento, acompañarla siglo tras siglo para que su mensaje siga siendo actual.
Dentro de mis conocimientos, el teólogo contemporáneo más cercano a su pensamiento, quien mejor puede darla a conocer, el más fiable para comprenderla en su totalidad se llama Wolfhart Pannenberg, luterano de religión, muy cercano al catolicismo, un auténtico ecumenista. Su forma de entender a Jesucristo, publicada en 1974, marcó mis estudios posteriores sobre la Santa y lo sigue haciendo.
Para él, Dios ha querido comunicarse al ser humano en Jesucristo (“autocomunicación, o “auto-manifestación”). La vida de Cristo tiene un punto culminante: su Resurrección, en lenguaje Teresiano las séptimas moradas.
Para llegar a esta conclusión Pannenberg se basa en la filosofía de Wilhelm Dilthey cuando escribe: “Habría que esperar al final del decurso de nuestra vida, a la hora de nuestra muerte, para poder abarcar con la mirada ese conjunto que nos permite identificar incluso el nexo que une todas sus partes. Habría que esperar al final de la historia para disponer de todo el material necesario para determinar su significado”.
Es decir, la realidad se entiende desde el final, en él se aglutina el pensamiento en su totalidad. Aplicado a santa Teresa significa lo siguiente: desde la cumbre de su pensamiento en las séptimas moradas (y la Relación 6) terminamos de entender el proceso anterior de las seis primeras moradas. Son su último pensamiento escrito. En ellos se encuentra la clave de comprensión final y desde ellas todo lo anterior.
Identifico las séptimas moradas con la resurrección en Cristo. Bien es verdad que ella nunca lo dirá explícitamente, pero encuentro suficientes indicios desde las quintas moradas a la séptimas para concluir que estamos reproduciendo el misterio de la muerte y resurrección del Señor. Los genios, Teresa entre ellos, son capaces de dejarnos mensajes que van más allá de sus descubrimientos conscientes.
Así entendidas, las séptimas son la culminación de nuestra vida, el objetivo a solicitar siempre a Dios, la santidad del ser humano, su madurez en esta vida, el comienzo de la resurrección de nuestras vidas y las de otros, el bajar de la Cruz a las víctimas del mundo… Un final anticipado del fin del mundo a falta de confirmación con la segunda venida del Señor, cuando la promesa cumplida se vea ratificada. A ellas nos vamos acercando con temor y temblor, suspirando en un valle de lágrimas, disfrutando de los dones del Espíritu Santo.
La Revelación de Dios terminó con la muerte del último apóstol. Desde entonces vamos buceando en el “depósito de la fe” para ir desentrañando sus riquezas, haciéndolas asequibles a los cristianos. El Concilio Vaticano II en la Dei Verbum 8 lo dejó bien claro:
“Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.
Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.
Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16)”.
Observemos con atención el segundo párrafo: La Tradición progresa en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo, “ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales”. La contemplación, el estudio, la meditación y la percepción intima son las primeras formas de ese progreso. En primer lugar la contemplación, las moradas místicas donde nos sabemos amados por Dios de manera incondicional. Y eso está abierto a la Iglesia, es decir, al conjunto del Pueblo de Dios, abierta a cualquiera de nosotros. Sólo en segundo lugar aparece la necesaria aportación del episcopado para no desviarnos del camino de la Verdad.
Para terminar, según Pannenberg, Dios se revela en la historia con hechos y palabras. Y la historia son procesos, acontecimientos, realidades, entre las cuales está la Resurrección del Señor Jesús. Será en la vida de Teresa y en la de cada uno de nosotros donde iremos descubriendo con la ayuda de las siete moradas los pasos a ir dando.
(El cuadro del matrimonio espiritual está tomada de “Amigos de Teresa” , un blog mexicano a seguir con atención // Música de películas de John Barry
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