Nos encontramos comentando el capítulo cinco de las moradas sextas del Castillo Interior. Santa Teresa de Jesús lo define diciendo, “vuelo suave, es vuelo deleitoso, vuelo sin ruido”.
No nos olvidamos del contexto. La sextas moradas son una forma de vivir aprendiendo a amar dejándonos amar. Son las moradas del amor de Dios. Al rendirnos ante el misterio de la vida y ante Jesucristo en las quintas moradas, ha comenzado una transformación profunda de la persona. Del gusano de seda nació una mariposa o palomita que ha de aprender a volar, o sea, a vivir.
En un primer post expliqué la unidad existente entre los tres capítulos, cuatro, cinco y seis. En este explico el vuelo de espíritu en general, dejando el desarrollo para comentarios posteriores.
El vuelo de espíritu es una modalidad de arrobamiento, por tanto, un don que parte de Dios, un saber consciente de ser amados. Sin este presupuesto no se puede entender el comentario que sigue a continuación (a los dos textos de M 6.5 y V 20). Los arrobamientos son consecuencias de ese amor gratuito e incondicional capaz de dejar extasiado, traspuesto, sorprendido…
En sí mismo deja a la persona clavada en su admiración, fija en su objeto, inmóvil en su cuerpo, silencioso, consciente si es breve y poco intenso, o centrado del todo en el objeto, sin dejar que la memoria, entendimiento, o voluntad distraigan el acto amoroso, saboreando cada uno de los momentos cuando el tiempo ya no existe. Experiencia humana y cristiana, en el segundo caso se centra en Cristo. Hasta aquí el arrobamiento.
El vuelo. La recepción del amor se agranda, parece inundar cuerpo y alma. Algo incontenible, lo llena todo. El amor apasionado de Dios se hace experiencia profunda, y se junta con la aportación hecha por la persona, a saber: rendición absoluta a la voluntad de Dios, rendición ante el misterio de la vida, aceptación de las cruces de la existencia en sus diferentes formas, y abundantes actos concretos de amor hacía otros.
Juntos ambos, el amor de Jesucristo y la pequeña aportación nuestra, una energía inmensa se está creando. Desde los pies va subiendo como el fuego, recorriendo el cuerpo, y al llegar a la cabeza parece tirar de ella. Puro don. La palomita está dispuesta al vuelo.
El destino. Ansia de la palomita por volar y recorrer otros mundos más reales que nuestros sueños. Deseos de abrazar a quien así nos ama, deseo agradecido de alabar. Alegría por la valentía de dejarnos querer, ganas de vislumbrar otros mundos, el cielo, y de apreciar la realidad de la tierra desde arriba, desde otra óptica, desde los ojos de Dios. Deseo de Dios. Deseo de plenitud. Deseo de cielo.
A ratos la palomita volará sola, con frecuencia irá sobre las alas del Águila que son las de nuestro Señor Jesucristo. Gracias a él aprenderá a ver (“tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen”), a mirar “de hito en hito”, al sol sin quemarse, a la tierra sin hundirse en la miseria.
Hay mucha luz, mucha, de la que no hiere la vista, el blanco marfil lo rodea todo. No calienta, sosiega.
Teresa anda cargada de hiperrealismo y de religiosidad popular. Sus frases son cuadros, películas, pinturas, donde la ingenuidad infantil se une a una visión tan profunda que enamora.
En algunas ocasiones, pocas, le sucede a Teresa una acumulación de energía tan grande capaz de levantarla del suelo. Se llama levitación. Le sucedía en privado y le molestaba que sucediera en público. Pidió a Dios su desaparición y fue correspondida, salvo en contadas ocasiones.
Contamos con abundantes testigos de los hechos en los Procesos de Beatificación y Canonización de la Santa. Contaremos alguno. Asimismo abundan los testimonios de mujeres en la historia de la Iglesia, el primero del siglo VI. Se da la circunstancia de ser el único aspecto donde los teólogos se vieron obligados a aprender de las mujeres. No consta este tipo de experiencias en ninguno de ellos, tampoco en otras categorías masculinas. Teresa se sabía conocedora de una ciencia oculta a los hombres, llegando a decir que está dispuesta a discutir de la materia con cualquier teólogo. Los vuelos son especialidad femenina.
Llegada al cielo. Cuando la palomita se acerque a los alto, se “abrirán los cielos” para Teresa, y podrá contemplar “la hermosura de los cuerpos resucitados”, en primer lugar reconocerá a sus padres.
Los muertos viven, están enteros, con cuerpo y alma. Reconocibles a primera vista. En muchos casos rejuvenecidos, son los mismos con rostros juveniles. Se trata de un lugar, tiene puertas que se abren. Los vemos desde arriba, como en pleno vuelo.
Están colocados por categorías, en función de los méritos cosechados en su vida terrena. Cada categoría de bienaventurados tiene su intensidad de gloria. La disfrutan sin envidias de otros que están más cerca de la Trinidad y la Virgen María. Cada uno en su categoría goza del máximo de gloria que le corresponde. No se les descubre comiendo. Tampoco trabajando. Están en un lugar cuyo centro es la Trinidad y la Humanidad de Jesucristo .
Habrá juicio final ante Cristo con condena o cielo eterno, al que acuden los cuerpos y las almas. Jesucristo hace un juicio moral, de comportamiento. Hay infierno y purgatorio. Salvo dos o tres difuntos, el resto que ve subir Teresa desde sus tumbas pasan por el purgatorio. Es un lugar anterior al cielo en el orden de subida, no muy lejano de la gloria.
Ver la tierra desde el cielo. La vista terrestre tras las visiones del cielo cambia la jerarquía de valores. La realidad se relativiza al extremo. Se sabe de inmediato qué es esencial y qué accesorio. Comparado con lo visto la mayoría parece “basura“. Visto desde el espacio, los valores de poder, riqueza y honor mantienen un mundo falso.
Del viaje se vuelve fortalecido en el amor. Deseando ayudar amando, lanzarse a la acción, comunicar a cuantos más mejor una nueva manera de vivir. De ese amor crecido al extremo nace un regalo extraordinario: la libertad. Poder vivir dentro del mundo sin estar enredado en nada, atado por nadie ni por nada. La libertad es hija del amor recibido. No ser esclavo de nadie que libremente no hayas decidido.
Entre los defectos de Teresa había uno difícil erradicar. Sola no podía. Tenía una afición desmedida a conversar con caballeros de cosas intrascendentes. Pasar las horas en una especie de flirteo sin mayores complicaciones. Las imágenes de los varones quedaban grabadas en la mente y suponemos que continuaba luego perdiendo el tiempo con sus rostros. Esa era su “afición” y su “aflicción“. Con un viaje a las alturas celestiales y una “vista” de Cristo resucitado en su Humanidad, la cosa quedó solucionada para siempre. No podía perder el tiempo en chiquilladas. Las conversaciones debían servir para ayudarnos a vivir en cristiano, no para tonterías. Con un viaje al cielo las personas y las cosas toman el sitio que les corresponde, no otro.
Conclusión. El vuelo de espíritu es un anticipo escatológico, una muerte adelantada con cielo incluido. Es también una escuela de vida, la tierra se ve de otra manera.
Es una muerte en vida gozosa, algo similar a la explicada por quienes estuvieron entre la vida y la muerte, pero mucho más rica en contenidos y esperanza.
También me recuerda las conversaciones mantenidas con enfermos de sida antes de morir, cuando contaban sus pequeños cielos en voz alta.
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(Se me hace muy difícil restringir semejante vivencia a un número limitado de creyentes. Ojalá todos lo vivieran, o al menos reconocieran la posibilidad de vivirlo a poco que nos esforcemos.
Las fotos son como siempre de Free stock Photo. La música, el Pájaro de fuego de Stravinsky)
Continuará
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