
Santa Teresa compaginó la vida en la comunidad de la Encarnacion con reuniones periódicas fuera del monasterio; un grupo de amigos para “hacerse espaldas“, expresión habitual que significa ayudarse a crecer en la fe. Algunos textos:
”¡Oh Señor mío!, aquí es menester vuestra ayuda, que sin ella no se puede hacer nada. Por vuestra misericordia no consintáis que esta alma sea engañada para dejar lo comenzado. Dadle luz para que vea cómo está en esto todo su bien, y para que se aparte de malas compañías; que grandísima cosa es tratar con los que tratan de esto; allegarse no sólo a los que viere en estos aposentos que él está, sino a los que entendiere que han entrado a los de más cerca; porque le será gran ayuda” (Moradas 2.6).
“hace mucho al caso tratar con personas experimentadas” (Moradas 2.10).
“Gran cosa es un enfermo hallar otro herido de aquel mal. Mucho se consuela de ver que no es solo. Mucho se ayudan a padecer y aun a merecer. Excelentes espaldas se hacen ya gente determinada a arriscar mil vidas por Dios y desean que se les ofrezca en qué perderlas” (Vida 34.16).
”porque hallé aquí al Obispo y al santo fray Pedro de Alcántara y a otro caballero muy siervo de Dios, en cuya casa este santo hombre posaba, que era persona adonde los siervos de Dios hallaban espaldas y cabida” (Vida 36.1).
”Porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros los que le sirven para ir adelante” (Vida 7.22).
El grupo de amigos era pequeño, el número no debía superar las cinco o seis personas. Ni siquiera sabemos el número exacto, ni el contenido de los encuentros. Lo cierto es que se ayudaban en el crecimiento cristiano.
Creo que siguen siendo el modelo para una renovacion del cristianismo en tiempos de abandono masivo de la práctica religiosa, al menos en el sur de Europa. En algunas regiones está en riesgo de desaparición. Un viejo modelo de vivir la fe está muriendo, y otro, de manera silenciosa, está poniendo los cimientos de una nueva forma de vivir el cristianismo. Son esos pequeños grupos que, siguiendo el evangelio, se forman, rezan juntos y aprenden lo esencial de la fe.
En mi opinión, estos grupos deben estar abiertos a recibir nuevos miembros y tener las puertas abiertas para que unos entren y otros salgan. Son dos los riesgos, a mi entender, crear grupos cerrados o convertirlos en estufas, donde las personas se encuentran bien y no necesitan de nadie más; pierden el afán evangelizador y terminan olvidando la finalidad última, desaparecer como grupo y crear otros nuevos, como hicieron los primeros cristianos extendiéndose por el imperio Romano sin que los historiadores se enteraran. Como los discípulos en el Tabor prefieren hacer tres tiendas y no bajar de la montaña porque hace mucho frío. La vida apostólica de los grupos debe comenzar muy pronto, a ejemplo de Jesús, quien los envío de dos en dos cuando apenas sabían nada.
Del funcionamiento de los grupos he aprendido mucho de Alcohólicos y Narcóticos Anónimos. Se puede y se debe hablar en los grupos de cosas profundas. Y guardar secreto absoluto de lo que otros dicen. Huir como de la peste de convertirlos en dimes y diretes de unos contra otros. Comunicación profunda sin llegar a ser una confesión colectiva. Para eso está el sacramento de la reconciliación. En caso de ausencia de sacerdote, algo cada vez más habitual, recurrir a la figura del “padrino”, persona elegida libremente con quien podamos tener una relación y acompañamiento más profundo.
La ayuda a prestarnos unos a otros irá encaminada a rezar juntos la oracion vocal, de meditación y de recogimiento. A aprender lo esencial del catecismo y a divulgar entre las personas interesadas los beneficios de una vida espiritual.
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