La unión entre personas se va produciendo a través del amor. Incluye como primera premisa el diálogo libre, y el aprendizaje costoso de ir renunciando con frecuencia a tu propia voluntad para favorecer la del otro. Siempre habrá donación y renuncia en la unión de voluntades. La experiencia de amor aglutina el yo y el tú, dos diferentes en la unión, gracias a la donación progresiva, a la renuncia y a la comunión de voluntades. Yo en ti y tú en mí, dirá la Biblia desde su comienzo el el pacto de la Alianza, repetirán los profetas y llegará al evangelio de Juan y después a Teresa de Jesús.
Algo muy parecido sucede en la unión con Dios. Nuestro modelo siempre es y será Jesucristo. Él, a pesar de su condición divina aprendió a obedecer, e hizo en cada momento la voluntad del Padre. En el comienzo de la Pasión, estando en una situación límite, renunció a su voluntad de rechazar el sufrimiento, si era la voluntad de su Padre. La oración en el monte de los Olivos, es el momento culminante donde se comprueba lo que hizo toda su vida: cumplir la voluntad del Padre. En la petición del Padrenuestro y en la montaña, Jesús se entregó del todo aceptando, no su voluntad, sino la del Padre. Por eso el relato del monte de los Olivos se convierte en el relato evangélico central de las quintas moradas. Este es el aspecto que desarrolla Teresa en Camino de Perfección.
Las sucesivas renuncias por amor, son para Teresa “muerte sabrosa”. Y, a la renuncia completa, “rendición”. Cada vez que entregamos algo de nuestro yo a alguien, se produce una muerte simbólica al narcisismo y egoísmo y ahí mismo comienza la resurrección. Muerte y resurrección van juntas en ella, igual que en el evangelio de Juan.
En Camino encontramos la oración de unión en el capítulo 32. Sigue comentando el Padrenuestro preguntándose: “veamos qué quiere que demos a su Padre y qué le ofrece por nosotros y qué es lo que nos pide“ (C 32.1).
Le hemos pedido a Jesús que nos dé su reino y ha convertido la tierra en cielo: “será posible hacerse en mí vuestra voluntad”. El buen Jesús ha sido nuestro embajador y ofreció su vida al Padre. Hagamos lo que hagamos siempre se hará su voluntad en el cielo y la tierra, dice Teresa. Hagamos de la necesidad virtud y démosle libremente la nuestra, aunque vaya cargada de interés. Para Teresa es algo muy recio dar la voluntad del todo y más sin interés (C 35.3-5).
Debemos detenernos un momento en el asunto del interés; es importante para nuestra relación con Jesucristo y con los demás. Quiere decir que, en cuestiones de relaciones amorosas, cuanto menos interés llevemos, mejor. Si aportamos a la relación la búsqueda de honra y dineros el amor se desvirtúa: “¡Con qué amistad se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros! Tengo para mí se remediaría todo” (V 20-27). En varias ocasiones añade “deleites“.
Al amor hay que acudir con las menores necesidades posibles: “amor sin poco ni mucho de interés propio” (C 7.1). Ella ha comprobado esa falta de libertad cuando dice: “Ahora noten que, como el amor, cuando de alguna persona le queremos, siempre se pretende algún interés de provecho o contento nuestro” (C 6.6).
Esto no significa que no haya amor, lo hay, pero será un amor inmaduro. El amor perfecto, del que habla en ocasiones, está libre de beneficio personal. La unión no regalada que andamos pidiendo, busca solo a Dios, se le ama por Él mismo, entonces da mucho fruto, “porque proceden de este árbol de amor de Dios y por sólo El, sin ningún interés propio, y extiéndese el olor de estas flores para aprovechar a muchos, y es olor que dura, no pasa presto, sino que hace gran operación” (CAD 7.3). Unas líneas después vuelve a insistir en lo mismo: “Así digo que aprovechan mucho los que, después de estar hablando con Su Majestad algunos años, ya que reciben regalos y deleites suyos, no quieren dejar de servir en las cosas penosas, aunque se estorben estos deleites y contentos. Digo que estas flores y obras salidas y producidas de árbol de tan hirviente amor, dura su olor mucho más, y aprovecha más un alma de éstas con sus palabras y obras, que muchos que las hagan con el polvo de nuestra sensualidad y con algún interés propio.
La persona ha de ser amada por ella misma, no buscando segundas intenciones. Dios también. El hermano Rafael, muy influido por santa Teresa, resumía la vida espiritual con su “Solo Dios”, en respuesta al “Solo Dios basta” de la santa. Guarda mucha relación con lo que estamos hablando, el dinero, la honra (una forma de llamar al poder típica del siglo XVI), los deleites, y otras miserias humanas, interfieren en las relaciones. Amar al otro y a Jesucristo por sí mismo, desprovistos en la medida de lo posible de cualquier interés personal, es el camino arduo y eficaz que nos enseña la mística teresiana y muchos de sus maestros. El otro y Dios deben ser amados con la máxima libertad posible y sin buscar ningún tipo de provecho.
En ocasiones la crítica a una sociedad incapaz de amar al otro por sí mismo buscando siempre segundas intenciones en beneficio propio, llega a ser un grito:
“¡Oh desventurados de nosotros, Señor mío!, que bien lo sabemos y creemos; sino que con la costumbre tan grande de no considerar estas verdades, son tan extrañas ya de las almas, que ni las conocen ni las quieren conocer. ¡Oh gente interesal, codiciosa de sus gustos y deleites, que por no esperar un breve tiempo a gozarlos tan en abundancia, por no esperar un año, por no esperar un día, por no esperar una hora, y por ventura no será más que un momento, lo pierden todo por gozar de aquella miseria que ven presente!” (Exclamación 13.2).
Mucho debe tener que ver el interés con el dinero, porque en una carta escrita a su hermano en Quito, don Lorenzo de Cepeda, el 17 de enero de 1570, le agradece el dinero que le ha enviado. Le cuenta el uso que va a hacer y su relación con la plata diciendo que ella no tienen necesidad de nada: “Yo no la tengo de nada sino que me sobra todo, y así lo que vuestra merced me envía en limosna, de ello se gastará con mi hermana, y lo demás en buenas obras, y será por vuestra merced (…) y está el mundo tal de interés, que en forma tengo aborrecido este tener, y así no tendré yo nada”.
La idea tan importante de ese amor gratuito al otro o a Dios, por puro amor, le ha llegado de otros autores espirituales, como comprobamos en el franciscano Bernardino de Laredo, quien a su vez la toma del franciscano Herp, místico flamenco del siglo XV. Herp le enseña que los mancebos, por muy contemplativos que sean, hasta la edad de cuarenta años, buscan su propio interés, con avaricia y codicia de sus propias ganancias, “y apenas saben servir sin codicia e interés”. (Laredo, cap. III del L.III, edición de 1538). En el capítulo XXI del libro tercero, afirma siguiendo también a Herp, que la unión de voluntades ha de llevarse a cabo con la “negación de vuestra voluntad en la voluntad de Dios (…), el amor de Dios que os mueve a obrar todo esto es desnudo de todo vuestro interés (…) Así que entendáis que los perfectos tomarán con igualdad sequedad de devoción o regalo de espíritu, honra o cualquier menosprecio, mucho descanso o grande aflicción, salud o enfermedad, o la vida de cien años o de solo un día vivir. Esto es amar a Dios perfectamente de amor desnudo de todo interés“. Como se puede comprobar, santa Teresa de Jesús asume y sigue el pensamiento franciscano.
Tras este paréntesis seguimos comentado el capitulo de Camino. La voluntad del Señor no nos dará ni riquezas, ni deleites, ni honras, nos dirá Teresa. Su voluntad es seguir los pasos de su Hijo Jesucristo dándole todo en el Huerto: “¿Queréis ver cómo se ha con los que de veras le dicen esto? – Preguntadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando la oración del Huerto. Como fue dicho con determinación y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en El en lo que le dio de trabajos y dolores e injurias y persecuciones; en fin, hasta que se le acabó la vida con muerte de cruz” (C 32.6). “A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor” (C 32.7); “disponed en mí como cosa vuestra” (C 32.10).
Llegados a este punto de donación, confirmada con obras el Señor nos introduce en la unión regalada, nos levanta sobre todas las cosas, la junta consigo, la llena de regalos, y le descubre sus secretos (C 32.12).
Conclusión: Como podemos comprobar, la tarea del amor no es sencilla, es exigente. No hay que desanimarse, en las sextas moradas veremos que todavía la voluntad no está entregada del todo.
Faltan cosas por comentar antes de entrar en la unión regalada, la muerte del gusano de seda, o muerte sabrosa, los criterios necesarios para saber cuál es la voluntad de Dios etc. Hay una prueba para saber cómo vamos en la unión de voluntades y en la entrega de la nuestra: Una poesía escrita por Teresa cuando había entregado todo y conocía por experiencia la unión regalada y las sextas moradas (Poesía 3). Basta con leerla y contestar lo que nos falta por dar.
Mucho ánimo y quiera Dios que con la ayuda del Espíritu Santo vivamos la unión no regalada y la regalada.
Ya toda me entregué y di,
y de tal suerte he trocado,
que es mi Amado para mí,
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída,
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado,
que es mi Amado para mí,
y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí,
y yo soy para mi amado.
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