La virtud de la pobreza -como todas las demás-, tienen su origen en el conocimiento de Cristo, meditando sus misterios. Y todas están vinculadas con la libertad, tienden a aprender un estilo de vida que no nos haga esclavos de nada ni de nadie.
Esta virtud la recibe Teresa de Cristo a través del pensamiento de San Francisco, su amiga Santa Clara y san Pedro de Alcántara. De este último, hecho de “raíces de árboles”, admirará el rigorismo, pero no lo imitará por excesivo.
El cristianismo no se identifica con ningún partido político ni social, aunque considera que las sociedades deben construirse desde abajo, desde los más necesitados y vulnerables, como lo fue su fundador que nació desnudo en un pesebre y murió desnudo en una cruz. Y si algún partido político osara llevar a la práctica este principio, nadie le votaría. Del mismo modo, aquellas organizaciones de la Iglesia que han convertido la acumulación de dinero en un símbolo de fuerza, podrán estar autorizadas por la institución, pero no siguen a Jesucristo en un aspecto esencial del seguimiento.
La austeridad de vida es un signo de nuestra creencia en el Reino que viene y llevamos en el corazón. A él debemos presentarnos con las manos llenas de amor y vacías de cosas. La ambición por acumular dinero, muy unido a la “honra” y al qué dirán los demás, no forman parte del cristianismo, son otro dios que no es el nuestro.
Esta virtud la aplica Teresa a cualquier momento de su vida, sobre todo, cuando se decide a fundar. Distingue dos tipos de pobreza, la interior y la exterior. Tampoco aquí hay normas, cada uno de nosotros, según su situación, debe ir descubriendo cómo aplicarla a su vida.
Observo en ella una tendencia con el paso de los años, a disminuir los rigores de la pobreza, a cuidar más su cuerpo para servir más y mejor; y, por encima de todo, un camino eficaz para ir descubriendo el mundo de los pobres y las víctimas del mundo.
Algunos textos teresianos:
“En lo de la pobreza, me parece me ha hecho Dios mucha merced, porque aun lo necesario no querría tener, si no fuese de limosna, y así deseo en extremo estar donde no se coma de otra cosa.” (Relaciones 2.3).
”siempre mirad con lo más pobre que pudiereis pasar, así de vestidos como de manjares (…) De la paz que da el mundo en honras, no tengo para qué os decir nada, que pobres nunca son muy honrados” (Conceptos del amor a Dios 2.10-11).
”La pobreza es el camino por donde vino nuestro Emperador del cielo” (Poesía 10.4).
“Sería engañar el mundo otra cosa, hacernos pobres no lo siendo de espíritu, sino en lo exterior”. “Tengo para mí que honras y dineros casi siempre andan juntos, y que quien quiere honra no aborrece dineros, y que quien los aborrece que se le da poco de honra. Entiéndase bien esto, que me parece que esto de honra siempre trae consigo algún interés de rentas o dineros; porque por maravilla hay honrado en el mundo si es pobre; antes, aunque lo sea en sí, le tienen en poco. La verdadera pobreza trae una honraza consigo que no hay quien la sufra; la pobreza que es tomada por solo Dios, digo, no ha menester contentar a nadie, sino a él. Y es cosa muy cierta, en no habiendo menester a nadie, tener muchos amigos. Yo lo tengo bien visto por experiencia.(Camino de Perfección 2, todo el capítulo).
”No debe querer su Majestad que nos honremos con señores de la tierra, sino con los pobrecitos” (Carta 380.2).
Cristo modelo de pobreza:
”Y ya que algunas veces me tenían convencida [de crear monasterios con renta], en tornando a la oración y mirando a Cristo en la cruz tan pobre y desnudo, no podía poner a paciencia ser rica. Suplicábale con lágrimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre como El (V 35.3).
Sobre la pobreza se san Pedro de Alcántara:
”Su pobreza era extrema y mortificación en la mocedad, que me dijo que le había acaecido estar tres años en una casa de su Orden y no conocer fraile, si no era por el habla; porque no alzaba los ojos jamás, y así a las partes que de necesidad había de ir no sabía, sino íbase tras los frailes. Esto le acaecía por los caminos. A mujeres jamás miraba; esto muchos años. Decíame que ya no se le daba más ver que no ver. Mas era muy viejo cuando le vine a conocer, y tan extrema su flaqueza, que no parecía sino hecho de raíces de árboles” (V 27.18).
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