Concretemos un poco más el compromiso de Teresa con Gracián. Tres años antes de conocerse, Jesucristo había sellado con ella un compromiso matrimonial (Relación 35). Al leer ambos relatos -La Relación 35 y la 39-40-, nos damos cuenta de que son similares, con alguna diferencia. El matrimonio espiritual con Cristo es la máxima unión en esta tierra, la antesala de lo que será el cielo. También se dan la mano y recibe un clavo, símbolo de unión en la cruz con Cristo resucitado.
En el rito matrimonial con Gracián se dan la mano y se comprometen hasta después de la muerte, hasta el cielo, a “allegar almas a Dios” y estar de acuerdo, “conformarse”, en las decisiones a tomar. Gracián ocupa el lugar de Cristo mientras vivan aquí. Se siente acompañada por Cristo, siempre al su lado derecho, salvo en dos ocasiones, una con la Virgen María y otra con Gracián. Más que un voto de obediencia es un compromiso matrimonial sin crear una familia, una modalidad de amor espiritual y apostólico.
– Propongo la hipótesis de comprender el matrimonio con Gracián desde la idea que Teresa tiene del cielo. Lo que sucede en el cielo debe suceder en la tierra. El Templo de Jerusalén es una copia del cielo, el corazón de cada uno también, al estar habitados por el mismo Dios. La tierra es el comienzo. El cielo es una ciudad inmensa y en el centro está el Árbol de la cruz, Cristo recién resucitado. Seremos nosotros mismos transformados en Cristo, contemplando cara a cara al Señor, en una comunicación infinita con Él y los bienaventurados. Teresa adelanta ese cielo a la tierra y se compromete con él ahora y en el futuro, porque desea tenerlo bien cerca en la eternidad.
– De ahí se derivan una serie de conclusiones: la comunicación entre las personas debe tener un objetivo común, ayudarse a crecer en santidad y acercar almas a Dios. Todo se subordina a estos dos objetivos. No hay tiempo para la superficialidad. De la relación con Jesucristo a través de la oración de meditación y vocal y de las relaciones de amistad va a surgir el amor al prójimo en general.
– Por paradójico que parezca, es una relación libre, no posesiva, no dependiente, abierta siempre a nuevas relaciones aunque sean menos profundas. Teresa previene a sus monjas contra los amores enfermizos (“amistades particulares” las llama), no ante la relación desinteresada, de ayuda mutua. La relación matrimonial que incluye la sexualidad forma una familia y es una forma de amor, no la única. No puedo entender que ella prohíba a sus religiosas lo que tanto bien le ha hecho a ella. Únicamente advierte de sus peligros y prohíbe tajantemente a las religiosas que mantengan amistades enfermizas. El cielo se construye en la tierra. Desde las relaciones humanas y con Cristo se va construyendo el Reino de Dios que “pretendemos alcanzar”.
– Resulta incomprensible la existencia en la Iglesia de instituciones que niegan las relaciones humanas entre sus miembros. Convierten a las personas en átomos aislados, obligan a confesarse con alguien determinado por sus autoridades, etc. De este modo cierran el paso al crecimiento espiritual entre sus miembros, quienes se ven abocados a la enfermedad.
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