Las séptimas moradas nos llevan a la cumbre de la madurez espiritual y humana, la forma de vivir plena para un cristiano insertado en el mundo que le toca vivir. Hay que entrar en ellas con “temor y temblor” de la mano de Jesucristo y la Virgen María.
Comentaré en varias entregas el capítulo 1 de las séptimas, sabiendo de antemano la unidad con las sextas y la unidad entre Cruz y Resurrección de Jesucristo. Antes de anunciarnos la consumación del matrimonio espiritual en el capítulo segundo de las séptimas, Teresa nos da una lección magistral en el capítulo primero.
“Harta misericordia nos hace que haya comunicado estas cosas a persona que las podamos venir a saber, para que mientras más supiéremos que se comunica con las criaturas, más alabaremos su grandeza y nos esforzaremos a no tener en poco almas con que tanto se deleita el Señor, pues cada una de nosotras la tiene, sino que como no las preciamos como merece criatura hecha a la imagen de Dios, así no entendemos los grandes secretos que están en ella.” (M 7.1.1).
Dios se comunica con sus criaturas, el verbo “comunicar” es clave para entender su ser. Para comprender el capítulo primero de las séptimas hay que volver a las primeras moradas: “es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor” (M 1.1.3). A partir del capítulo 8 de las sextas moradas el uso del verbo será frecuente.
Hasta tal punto es importante que adquiere categoría de salvación (= soteriología). Son muchos los lenguajes bíblicos que nos hablan de la salvación del ser humano: redención, luz, rescate, divinización, justificación, sacrificio, etc. Años atrás el teólogo Bernard Sesböué los catalogó y en la actualidad Angel Cordovilla ha vuelto sobre ellos (“Teología de la Salvación”, Ed. Sígueme, 2021).
Santa Teresa lo cataloga en primer lugar tanto en la primera como en la séptima morada, su último pensamiento. Esto significa para nosotros que Cristo trajo al mundo la salvación del género humano dándole el poder de comunicarse personal y eclesialmente con Dios.
Añade más. El Dios comunicado (= revelado) es Trinitario: “y metida en aquella morada, por visión intelectual, por cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres personas, con una inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas Personas distintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo, porque no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos (M 7.1.6).
Retenemos un detalle, las tres Personas le hablan, un Dios Uno en tres Personas. Una vez más confirmamos que nuestra fe no es una ideología, es un hablar y escuchar a la Trinidad. En otro lugar demostré que la única Persona de la Trinidad que nunca le habló fue el Espíritu Santo. Para nosotros la afirmación significa un vínculo indestructible que nos une con el misterio de Dios Uno y Trino, forma parte de nuestra vida, lo llevamos dentro.
Nos descubre el ser íntimo de Dios y al mismo tiempo lo profundo de nuestro ser, estamos llamados a vivir entre el cielo y la tierra escuchando y hablando a las tres Personas. La frase siguiente lo resume: “la historia tiene un ritmo trinitario por cuanto la creación se refiere al Padre, la redención al Hijo, y la consumación al Espíritu (…) La salvación es Dios en su vida divina , en su comunión de amor y de vida, que se abre para que nosotros podamos incorporarnos a ella. Si la salvación es Dios mismo comunicándose a su criatura, esta salvación debe tener la forma y el contenido de lo que Dios mismo es: relación y comunión de amor trinitario” (Ángel Cordovilla, o.c., p. 152).
Teresa no sólo está contándonos su experiencia, está dejando para la posteridad nuestra aspiración y esperanza más profunda como seres humanos para que se aproveche de ella todo aquel que lo busque. En resumidas cuentas, puede aprovechar su experiencia a cualquiera de nosotros, incluso a aquellos que han negado la relación con lo divino, o buscan algo que rellene sus vacíos. Una oferta entre otras muchas para los buscadores de trascendencia.
Podemos comenzar a vivir desde Cristo resucitado sea cual sea nuestra situación. Me niego a admitir la limitación de semejantes experiencias a gentes ajenas a la Iglesia, o a quienes a trancas y barrancas intentan con esmero caminar por las diferentes moradas. He sido testigo de las maravillas realizadas por Dios en los seres humanos, los saltos y piruetas de las almas son sorprendentes. Es posible volar, no hay que ser santo de solemnidad para adentrarnos en el misterio del Amor de Dios. El susurro del Espíritu Santo suena donde quiere. Nadie está excluido. En los primeros cristianos la “nube” es uno de los símbolos del Espíritu Santo, quizás en Teresa también (Cordovilla, p.233).
Nuestra maestra había tenido desde un año antes de la celebración del matrimonio en 1572 abundantes muestras de la Trinidad conservadas en la “Relaciones” (o “Cuentas de Conciencia”). Ha elegido el de comunicarse con nosotros. La razón se encuentra -como dice ella- en haber sido creados y criados a imagen y semejanza de Dios.
En la primera morada nos ha explicado la esencia del ser humano desde “abajo” desde nosotros (punto de vista antropológico). La séptima nos explica lo mismo desde “arriba”, desde Dios (punto de vista teológico). Los Padres de la Iglesia decían que somos creados a “imagen” y debemos llegar a ser “semejanza”. Esa distinción no la hace Teresa. Para ella somos imagen y semejanza, primera morada, y debemos llegar a ser lo que somos de raíz imagen y semejanza en Cristo muerto y resucitado en Dios Uno y Trino, en las séptimas.
Está en consonancia con la teología moderna. Entre los teólogos las diferencias son de matiz, de punto de partida. En Rahner, entiendo, queda desarrollada la teología desde la primera morada y en Urs Von Balthasar desde la séptima. Si miramos la historia de la teología creo que la categoría más adecuada donde clasificar a Teresa sería la de “divinización” del ser humano (Cordovilla, pp.207 y ss., en especial en Ireneo de Lyon (siglo II) y Gregorio de Nisa, siglo IV).
En la actualidad el Papa Francisco favorece esta concepción en una frase de su encíclica “Laudato si”: “Las Personas divinas son relaciones subsistentes, y el mundo, creado según el modelo divino, es una trama de relaciones. Las criaturas tienden hacia Dios, y a su vez es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa, de tal modo que en el seno del universo podemos encontrar un sinnúmero de constantes relaciones que se entrelazan secretamente. Esto no sólo nos invita a admirar las múltiples conexiones que existen entre las criaturas, sino que nos lleva a descubrir una clave de nuestra propia realización. Porque la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad”. (“Laudato si” 240, citado por Cordovilla p.257). Retenemos el concepto de “solidaridad” para comentar el cuarto capítulo de las séptimas.
En ellas vamos a aprender a vivir la plenitud cristiana en esta vida. En las séptimas no nos explica el cielo, lo había hecho en los últimos capítulos del libro de la “Vida”. Con la resurrección de Cristo el Reino de Dios se ha hecho presente aquí, en este mundo; y en este mundo comienza la resurrección del universo. Nada de lo que hagamos para bien de los demás en este mundo se perderá en el siguiente. Estamos en la antesala del cielo, si queremos, viviremos resucitados de nuestras muertes amando, porque previamente hemos sido amados de manera incondicional.
(Abundantes sugerencias escatológicas he encontrado en el libro de Gerhard Lohfink, “Al final ¿la nada? Sobre la resurrección y la vida eterna”, Ed. Sal Terrae, (2022) // la foto es de Artem Podrez, en pexels.com // La música de Alexandra Stréliski, pianista y compositora canadiense, aconsejo repetir varias veces la audición de https://youtu.be/ojYqEWrvfas )
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