Gracias a Dios conservamos muchas hablas divinas en los escritos de Teresa de Jesús. Hemos visto en los post anteriores que tienen un comienzo esporádico; eran palabras o frases de origen bíblico; pasado un tiempo volvían como un regalo cuando lo disponía el Espíritu Santo. Entonces se convertían en un habla mística.
Cuanto más iba avanzando en el itinerario espiritual, la conversación con su Esposo Jesucristo descendía a situaciones concretas de su vida y se alargaba en largas comunicaciones; muchas de las frases quedaban tan fijadas en la mente que, al escribir los libros, se incorporaban al relato, sobre todo, cuando narraba las fundaciones en su libro, después de realizado el matrimonio espiritual (Fundaciones lo empieza en 1573). O, antes del matrimonio espiritual, al contarnos la primera fundación de san José de Ávila en el libro de la Vida (caps. 32-36).
Me pregunto por el proceso, si la oración es comunicación de amistad con alguien que nos ama, Jesucristo, en la oración de los cristianos corrientes ¿también nos habla Jesús, sin ser hablas místicas? Envié a bastante gente conocida una pregunta y algunos han contestado. Decía así:
- Una pregunta que me hago por si queréis ayudarme: rezar es conversar con Jesucristo. Si escuchamos una voz interior que nos habla, ¿cómo saber que es es de Jesús no siendo santos?
Copio con su autorización la opinión de dos cristianos que colaboran habitualmente en el blog: Javier Lacasta, laico y teólogo y María Noel, psicóloga.
Javier Lacasta
La santidad no es un estado de perfección. Es el dinamismo de apertura a la realidad por medio de la entrega personal. Sólo Dios es santo, dice el Antiguo Testamento. Según el Nuevo, todos lo somos en cuanto seguimos el camino de Jesús y nos orientamos según esa intención de estar cotidianamente atentos a los demás.
Si esa “voz” es de Jesús te orientará hacia los demás y te sugerirá un montón de cosas añadidas que tienes que dejar de lado. Dos efectos inmediatos:
claridad y paz.
Y nunca estará en un sitio distinto a donde estén los pequeños.
La claridad y la paz se mantienen a pesar de ver la complicación en el horizonte; en el caso de Jesús la confrontación con la autoridad.
Tener las cosas claras aporta paz con uno mismo, con los demás y con Dios; pero no te evita el conflicto.
Dios te sostiene sereno y “clarividente” en él. Puedes ver más allá.
No existen las pruebas divinas; existe el acompañamiento amoroso de Dios en la realidad.
María Noel
La oración es diálogo con Jesús. Si escuchamos una voz interior que nos habla, ¿cómo saber que es de Jesús si no somos santos?
Aclaro antes algo, a Jesús evidentemente lo podemos escuchar sin ser santos, “¿era santo San Pablo cuando Dios le salió a su encuentro?”.
Para comenzar, la oración es un trato de amistad con Jesús, tal como la define Santa Teresa y me afirmaría en lo que sigue de esa definición “para ser verdadero el amor y que dure la amistad, hanse de encontrar las condiciones: la del Señor ya se sabe que no puede tener falta, la nuestra es ser viciosa, sensual, ingrata…” (V 8,5).
Por lo cual el recorrido de nuestra amistad-oración debería de ser cada vez más hacernos a Su condición. Y su condición ES amor. Por lo cual ir desarrollando ese amor que nosotros también SOMOS.
Si esa voz que escuchamos, nos ayuda a crecer como personas, a relacionarnos mejor con el otro, vence nuestro propio yoísmo o egocentrismo y nos hace ser más amorosos, salir al encuentro de los demás, sin duda es de Jesús. Para mí ese es el criterio de discernimiento –patologías aparte-.
Discernir, que sería elegir una opción entre varias buenas – lo malo evidentemente estaría ya descartado-, y luego valorar si el camino que elegimos da “buenos frutos”, si va en sintonía con más amor, con más profundidad, con menos “segundas vueltas”. Esto que “escucho” me beneficia, sin perjudicar a nadie? ¿Me transforma en mejor persona? Los frutos de la oración se ven en las obras. ¿Me hace ser más “imagen y semejanza” –condición- de Dios? Dos personas, Él y yo y una voluntad, la de Él. Si la respuesta a esto es sí, sin duda estamos en el camino del amor, el camino de la unión con Él.
4 Comentarios
Hablar con Dios es hacer silencio y esperar, de alguna forma llegará la respuesta
Gracias Berta. Adelante con la oración
Gracias. Yo ahora no experimento eso en la oración. Pero sí veo que estoy más abierta a los demás y veo sus cosas buenas. Amo más a los demás. Dios sabe en cada momento lo que nos conviene mejor. Así que yo lo dejo en sus manos. Yo ahora estoy en sequedad en la oración, pero no por ello dejo de hacerla. El Espíritu de Dios hace lo que quiere y como quiere. Hace tiempo que no escucho en mi interior esas hablas. Pero no me importa. Para mí lo más importante es intentar ser y amar como Jesús nos enseña.
Gracias Susi por tu aportación. Cada persona es llevada por el Espíritu Santo. Saludos afectuosos