Las séptimas moradas constan de cuatro capítulos, el primero dedicado a la Trinidad, el segundo sobre Jesucristo, el tercero trata de los cambios producidos en la vida de quienes viven el matrimonio (“efectos”), y el cuarto aborda la finalidad de la vida espiritual: unir Marta y María, oración y acción.
Los cuatro son importantes, uno destaca por encima de los demás, el segundo, porque en él descubrimos el núcleo de la cristología teresiana, el “yo en ti, tú en mí”, formula de la Alianza del pueblo judío con Yahvé.
Voy a comentar dos aspectos: Teresa desconocía el matrimonio espiritual cuando redactó Vida(1); la crisis de la oración de contemplación (2); (Para una breve historia del matrimonio espiritual en los dos milenios de historia remito a un escrito anterior).
1.- Teresa desconocía la existencia del matrimonio espiritual en esta vida
La mayor parte de su vida Teresa desconocía la posibilidad de vivir el matrimonio espiritual en esta vida. A lo máximo que podía aspirar el creyente era al desposorio espiritual, el matrimonio quedaba reservado para la vida futura, era para el fin de los tiempos, para el cielo.
El desposorio equivalía al matrimonio en la sociedad del siglo XVI. Faltaba la consumación y el vivir juntos. Para efectos jurídicos la pareja estaba casada. Aplicado a la experiencia monástica, la religiosa se desposaba en el momento de su profesión y la boda propiamente dicha se celebraba en el cielo: “En las celestiales bodas, estaremos placenteras” (Poesía 29).
En la profesión de la hermana Isabel de los Ángeles (año 1571) vuelve a decir lo mismo, imitando a las jóvenes que esperan al Esposo en el evangelio: “Porque habiendo así velado, con el Esposo entraréis, por eso no os descuidéis” (Poesía 25).
En el momento de su propia profesión relatado en Vida encontramos: “… cuando me acuerdo la manera de mi profesión y la gran determinación y contento con que la hice en el desposorio que hice con Vos” (V 4.3).
Por tanto, Teresa descubre la posibilidad de vivir el matrimonio espiritual en esta tierra entre 1565, fecha de redacción de Vida y 1572, fecha donde se realiza el matrimonio espiritual (R 35). De la profesión de Isabel de los Ángeles en 1571 deducimos que fue en fechas muy tardías, cercana a la merced del matrimonio espiritual de 1572, coincidienco con el aluvión de gracias trinitarias anteriores al matrimonio.
(Estudié este asunto con detenimiento en mi tesis a la cual remito para quien desee conocer el proceso, “Teresa de Jesús en el Matrimonio espiritual, capítulo I, Introducción, pp. 67-80).
¿Quién le influyó? ¿Cuáles fueron las fuentes donde Teresa descubre que puede darse en esta tierra una unión con Dios más profunda que el desposorio espiritual?
2.- Una breve introducción acerca de las fuentes del matrimonio espiritual. La crisis de la mística y la oración de contemplación en el siglo XVI
Tengo a mi disposición un material muy interesante gracias a la búsqueda paciente de mi amigo Félix Alvira, seglar, teresianista apasionado y autor de un libro gratuito colgado en internet).
La Inquisición fue un proyecto religioso y político. La Iglesia buscaba la ortodoxia de la fe frente a los peligros que la acechaban, los poderes públicos la unidad de una nación con una misma identidad religiosa. Fundada en 1478 fue extendiendo su influencia y poder. Desde comienzos del siglo XVI varias listas de libros fueron prohibidos, entre ellos los relativos a la mística, al considerarla un terreno más peligroso y más dado a la herejía. Con el Inquisidor Valdés en 1559, llega una de las oleadas inquisitoriales que más van a afectar a la vida de Teresa de Jesús, cuando prohibió los libros que ella frecuentaba para su formación espiritual y Teresa obedeció quemándolos. De momento, solamente he localizado un libro del siglo XVI escrito en romance sobre el matrimonio espiritual en las diferentes bibliotecas españolas. La inquisición consiguió borrar las huellas de la herejía y de la doctrina mística.
Se creó un ambiente enrarecido, los autores preferían autocensurarse antes de caer en las garras inquisitoriales, los libreros veían peligrar su negocio y censuraban los libros antes de presentarlos a la aprobación de los censores. La creatividad se fue limitando, abundaban las delaciones de unos contra otros, etc. Considero que entre los mayores perjudicados se encontraba la oración de contemplación y por tanto la mística, algo que ha tenido influencia hasta nuestros días.
En 1548 san Ignacio de Loyola publica sus Ejercicios Espirituales donde se resta importancia a la oración de contemplación y se le da a la “contemplación en la acción”. Ignacio fue un gran místico tal y como se descubre en su Autobiografía y Diario, publicados más tarde. Sin embargo, los jesuitas deben ser hombres de acción al servicio de los demás, no pueden tener tiempo para estar horas ante el sagrario. La oración de contemplación pasa a ser la vocación de los monasterios de clausura, la suya ha de ser la de ser contemplativos en la acción.
Sucedió algo inesperado, algunos jesuitas, por pura gracia y casi sin darse cuenta descubrieron el lado contemplativo de la vida cristiana y comenzaron a practicarla. Incluso varios optaron por salirse de la Compañía y entrar en la vida contemplativa. Los superiores de los primeros tiempos intentaron atajar esa desviación.
De los tres jesuitas protagonistas de esta historia, el primero san Francisco de Borja, Duque de Gandía, fue avisado por el mismo san Ignacio para que tuviera cuidado y no se desviara del carisma. Cuando el segundo fue nombrado General advirtió a Antonio Cordeses de lo mismo. El tercero Baltasar Álvarez (de obligada lectura), confesor de Teresa cuando se inicia en las moradas místicas y amigo durante el resto de sus vidas, obedece la prohibición del General Mercuriano de practicar y enseñar la oración de contemplación, viéndose obligado a entregar un escrito – ha llegado hasta nosotros- donde explica su forma de oración. Ninguno de los tres fue castigado, los tres tuvieron cargos importantes en la Orden y Francisco de Borja fue General.
Las vidas de estos hombres valientes y disciplinados se cruzaron con la de Teresa, siendo de gran ayuda para la redacción del Castillo Interior. El menos conocido y el que más desarrolló por escrito su pensamiento fue Antonio Cordeses, íntimo amigo de Francisco de Borja, Duque de Gandía y Baltasar Álvarez, amigo del segundo.
Antonio Cordeses conoció en Gandía a un fraile franciscano influido por Bernabé de Palma (1469-1532) y Enrique Herp (1410-1477), ambos condenados por la Inquisición. En medio de aquellos tiempos convulsos Antonio Cordeses tuvo la oportunidad de confrontar sus experiencias con otros contemplativos. Escribió un libro poniendo en orden su doctrina. Enterado el General Mercuriano le prohibió su publicación, no viendo la luz hasta después de su muerte en italiano. Titulado: “Itinerario della perfettione Christiana, diviso in sette giornate”. Sin duda sus ideas fueron compartidas con otros jesuitas antes de la prohibición, entre ellos nuestros amigos citados.
El jesuita A. Yanguas publicó una primera parte de sus obras en 1953. En la comparación de la doctrina de Cordeses con la de Teresa, analizando los primeros pasos de la mística, Yanguas en su artículo: “La oración afectiva infusa del Padre Cordeses S.J., y la contemplación infusa en santa Teresa de Jesús”, (Razón y Fe, 1941, T. 124, pp.109-150), llega a una conclusión importante: las oraciones de tipo sobrenatural, es decir, las concedidas por el Amor de Dios, los nombres de las oraciones cambian, los contenidos son los mismos. Más en concreto: la oración “reposada” y la “suspensa” de Cordeses coinciden exactamente en su teología con la enseñanza de Teresa, la “oración de quietud” de las cuartas moradas, y la segunda con la “oración de unión” de las quintas.
La sexta y séptima jornada de Cordeses han sido publicadas en 2022 por Miguel Córdoba Calderón: “Un fragmento del manuscrito del P. Antonio Cordeses. La búsqueda de la unión del alma con Dios por medio de la oración” (Archivo Teológico Granadino, (85), 157-197).
Las coincidencias teológicas con las sextas y séptimas moradas de Teresa son menores que las descritas por A. Yanguas en las anteriores. Si nos atenemos a ideas fundamentales, descubrimos que el jesuita no se basa en símbolos bíblicos matrimoniales, no aparece el matrimonio espiritual. Predomina el símbolo de la luz divina. La unión con Dios se produce en medio de una historia de amor. La mística es un don de amor recibido y entregado que introduce en el misterio de la Divinidad. En la cumbre del amor de unión no aparece Jesucristo en Cordeses, a diferencia clara con santa Teresa, porque sigue el neoplatonismo de Dionisio Areopagita habitual en el siglo XVI, incluidos los Recogidos, maestros de Teresa.
Hay algo a destacar en su pensamiento, cualquier creyente puede llegar a la contemplación directamente si humildemente lo solicita a Dios, sea cual sea su situación en las jornadas espirituales. Puede tener una luz mística al comienzo, o en todo momento de su vida. Por supuesto siempre ha de volver al fundamento, el conocimiento y seguimiento de Cristo y el crecimiento de las virtudes. El no cerrar la vía mística a los creyentes, el creer que pueden vivir del Amor de Dios por pura gracia, me parece un logro a retener.
3.- Conclusiones
Teresa se encuentra con el joven jesuita Baltasar Álvarez cuando está comenzando a vivir las moradas místicas, a partir de la cuartas. Es muy joven, ella lo considera “santo”. Las moradas místicas no las descubre sola, no crea de la nada una teología mística, (sólo Dios crea de “nonada”, dirá, los demás recreamos), tiene a su lado a amigos que viven las mismas experiencias que ella. Será esa relación de amistad, de intimidad, de compartir avances y tropiezos, la fuente de su seguridad, la que dará alas a su creatividad. No copiará, acogerá lo importante de aquí y de allí, no solamente de ellos.
Por medio del Baltasar Álvarez conocerá a san Francisco de Borja y con los dos la teología espiritual de Antonio Cordeses. Fue una bendición, porque según creo heredó de ellos el esqueleto de los capítulos místicos del Castillo Interior. Al ser mujer y monja contemplativa, los jesuitas no tenían ningún problema en enseñarle lo que sabían y vivían. Influyeron mucho en las cuartas y quintas, menos en la sextas y nada -creo- en las séptimas. El vocabulario de Cordeses coincide en algún caso con el de Teresa en las sextas, la voluntad por encima del entendimiento, los arrobamientos distintos de los arrebatamientos, etc. Sin embargo, la clasificación en 11 capítulos y el contenido de los mismos es obra de su creatividad y experiencia, son mucho más sencillos de entender que en Cordeses. De las séptimas no he encontrado parangón con nadie. El símbolo del matrimonio puede estar inspirado en la espiritualidad franciscana, o quizás a través de san Juan de la Cruz. Los jesuitas aparecían como hombres recios y obedientes, volcados en la acción en beneficio de otros, de afectos contenidos.
Entres unos y otros arrasaron con la oración de contemplación en el siglo XVI, salvo pequeñas islas de libertad y rebeldía aquí mencionadas. El siglo XVII no fue mejor, fueron condenadas por la Inquisición las teorías “quietistas” de Miguel de Molinos, de Fenelon y de otros, hasta caer casi en el olvido. Así se explica la falta de libros sobre la materia y la ausencia de mística en los escritos de grandes santos, por ejemplo, en san Juan de Ávila.
Su repercusión ha llegado hasta nuestros días y ha influido negativamente en la interpretación de la mística española del XVI. Los nuevos cristianos del siglo XXI noto que la reivindican. Y al no encontrarla en la Iglesia miran hacia Oriente. La vuelta a las religiones orientales se debe, en mi opinión, a nuestra historia todavía no resuelta.
También la ruptura medieval entre teología y espiritualidad debe ser solucionada de una vez. La teología actual debe mirar más a nuestro legado místico, y la mística más a la teología. Deben ir unidas, el hombre actual desea encontrarse con testigos, con vida, con silencio creativo, con experiencias que le ayuden a vivir, le sobran las teorías sin tocar tierra, o mejor aún barro.
El Papa Francisco dio un vuelco en su primer escrito programático “La alegría del evangelio” al poner en la cumbre del anuncio evangélico el Amor de Dios. 10 años después seguimos a la espera de repercusiones. Desde el Amor incondicional de Dios a sus criaturas, todo cambia. Y eso es la mística en estado puro.
Desde siempre he defendido que las moradas místicas, de la cuarta a la séptima, nos presentan el misterio pascual, de la muerte a la resurrección de Cristo y su Ascensión y envío del Espíritu Santo. Lo hacen de un modo muy elevado, el máximo vivido por Teresa. Lo cual no es obstáculo para que los cristianos que deseen profundizar en la vida mística no puedan tener acceso con menor intensidad. En este sentido las séptimas nos explican el modo de vivir en Cristo Resucitado, sin olvidar nunca que el Resucitado es el Crucificado. Ambos van siempre juntos. En Él está nuestra esperanza.
(La foto es del santo jesuita Baltasar Álvarez // La música de Sofiane Pamart, neorromanticismo actual)
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