Si nos fijamos bien, los judíos en el exilio de Babilonia tuvieron la valentía de mirar a los cuatro puntos cardinales para entender lo que les había pasado (ver el post anterior).
En el pasado recogieron las tradiciones orales y las pusieron por escrito creando los libros de la Ley. Observaron que Dios parecía alejarse en las crisis y lo situaron más allá de la bóveda del cielo.
A partir de ahora la comunicación con él sería más complicada, había que atravesar esa bóveda, los cielos debían abrirse y los ángeles serían los carteros de un Dios lejano (por ejemplo, en el bautismo de Jesús se abren los cielos y una paloma se posa en su cabeza). A la lejanía de Dios respondieron metiéndose dentro y saboreando la palabra de Dios (ver Ezequiel 1-3).
Ante el futuro optaron por buscar una salida llena de esperanza. Un poeta anónimo, además de excelente teólogo, animó a los judíos a volver a Jerusalén. Llevaban varias décadas exiliados en Babilonia. Cuando el imperio persa capitaneado por Ciro les autorizó la vuelta a Jerusalén, unos se habían adaptado y decidieron quedarse. Otros se habían asimilado tanto a la cultura extranjera que incluso habían perdido la fe en el Dios de Israel.
El libro se llama Isaías II. Hasta el siglo XVIII se pensaba que Isaías era un solo libro, alguién descubrió que eran tres libros distintos, de diferentes épocas, unidos posteriormente en uno solo. Pues bien, el segundo Isaías está escrito a finales del exilio (siglo VI a.C), y es el mayor canto de esperanza de la Biblia.
A tal maravilla hay que volver una y otra vez para redescubrir la esperanza cuando se nos cierran las puertas de la vida. La joya la encuentras del capítulo 40 al 55. La vuelta se presenta como un nuevo éxodo. Si el primero salió de Egipto hacia la tierra prometida (libro del Exodo), vagando por el desierto cuarenta años, el segundo partirá de Babilonia y atravesará el desierto hasta llegar a Jerusalén.
La vuelta se llena de esperanza al comprobar que la esperanza hace florecer el desierto; convertido en un vergel, el pueblo camina en medio de la fiesta.
A veces pienso que occidente está en una situación similar. Sobre todo en Europa el siglo XX fue trágico. A la guerra civil española se añadieron dos guerras mundiales, la tragedia de los totalitarismos, tanto del nazismo como del comunismo, con ideologías de fondo muy similares, el nacimiento de los fascismos, etc.
Lo que se creían nuevos mesianismos acabaron siendo fábricas industriales de matar. No se dice ni se comenta, pero los sueños de nuevas sociedades acabaron bañando en sangre el mundo entero. Desde entonces el hombre moderno no sueña futuros, se contenta con mantener como puede regímenes democráticos y una buena calidad de vida, ante el avance imparable de la ciencia y la sociedad de comunicación. Los imperios siguen su curso luchando por dominar el mundo, intentando frenar las nuevas potencias que desean hacerse con la hegemonía.
Como la esperanza es sinónimo de vida, el ser humano no puede vivir sin ella. Victor Frankl demostró en su libro “El hombre en busca de sentido” que, en los campos de concentración durante la segunda guerra mundial, aguantaban el hambre y las torturas mucho mejor aquellos prisioneros que mantenían una esperanza, fuera la que fuera, salir vivos del campo, reencontrase con la familia, tener una creencia religiosa, sobrevivir para contar lo sucedido, etc. En varias ocasiones he oído a parejas negarse a traer niños a un mundo que les parece cruel. El sociólogo Bauman cuenta en su libro póstumo el nacimiento de nuevas esperanzas volviendo al pasado. La esperanza ya no se encuentra mirando al futuro, sino al pasado. En Europa algunos sectores pretenden volver a situaciones medievales. No les basta con ser naciones democráticas unidas en la Comunidad Económica Europea, quieren volver al medioevo, antes de la creación de las naciones modernas, desean volver a la tribu arguyendo un sentido de la identidad basada en el sentimiento.
A veces pienso también que la Iglesia está en el exilio de Babilonia y debe restaurar la esperanza mirando a los cuarto puntos cardinales como hicieron los judíos, de la mano de Jesucristo; volver a Jerusalén atravesando un desierto florecido con Cristo. Se está produciendo, al menos en el sur de Europa – creo que también en América Latina-, una salida masiva de lo religioso. En silencio, las gentes consideran algo del pasado la religión cristiana, la propuesta de la Iglesia no les dice nada y abandonan la fe.
Las nuevas generaciones, incluidas las que se han formado en colegios católicos, como mucho reciben el sacramento de la confirmación y desaparecen. En estos momentos, según el pensador Marcel Gauchet, sufrimos la tercera oleada de secularización.
Sin embargo, también en silencio, pequeños grupos de cristianos están haciendo la experiencia de restaurar la esperanza atravesando el desierto convertido en vergel. Se están poniendo las bases de una Iglesia futura más minoritaria, basada en el encuentro personal con Cristo muerto y resucitado, compartiendo oración y experiencias en pequeños grupos, colaborando en el nacimiento de nuevas iniciativas sociales en atención a las víctimas del mundo.
En medio del desplome una nueva esperanza renace a través de la oración de recogimiento y la atención a los menos favorecidos. Hemos aprendido a través de los siglos que las crisis se superan aprendiendo y practicando oración de meditación y recogimiento y ayudando lo que podamos a las víctimas del mundo. Tener la Biblia como libro donde aprendo a vivir y seguir las indicaciones del actual papa Francisco en “La alegría del evangelio”.
“Pero tú, Israel, mi servidor, Jacob, a quien yo elegí, descendencia de Abraham, mi amigo; Tú, a quien tomé de los confines de la tierra y llamé de las regiones más remotas, yo te dije: “Tú eres mi servidor, yo te elegí y no te rechacé“. No temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa” (…) “Porque yo, el Señor, soy tu Dios, el que te sostengo de la mano derecha y te digo: “No temas, yo vengo en tu ayuda“. Tú eres un gusano, Jacob, eres una lombriz, Israel, pero no temas, yo vengo en tu ayuda -oráculo del Señor- y tu redentor es el Santo de Israel.Yo te convertiré en una trilladora, afilada, nueva, de doble filo: trillarás las montañas y las pulverizarás, y dejarás las colinas como rastrojo.Las aventarás y el viento se las llevará, y las dispersará la tormenta; y tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel.” (Is 41,8-14)
“Los pobres y los indigentes buscan agua en vano, su lengua está reseca por la sed. Pero yo, el Señor, les responderé, yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré brotar ríos en las cumbres desiertas y manantiales en medio de los valles; convertiré el desierto en estanques, la tierra árida en vertientes de agua.Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos silvestres; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y pinos, para que ellos vean y reconozcan, para que reflexionen y comprendan de una vez que la mano del Señor ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado.” (Is 41,17-20).
“Y ahora, así habla el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú me perteneces. Si cruzas por las aguas, yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán; si caminas por el fuego, no te quemarás, y las llamas no te abrasarán. Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador .Porque tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo, entrego hombres a cambio de ti y pueblos a cambio de tu vida. No temas, porque yo estoy contigo: traeré a tu descendencia desde Oriente y te reuniré desde Occidente.” (Is 43,1-5)
Itinerario Espiritual
Si te unes por primera vez a esta aventura de amor humano y divino, lee las entradas desde el principio del Blog.
No encontrarás una especie de recetario de cocina, ni un conjunto de normas.
Sí te garantizo que encontrarás una forma de vivir, en amistad con Jesucristo, de la mano de Teresa de Jesús.
Sea cual sea tu situación de partida, eres bienvenido.
Comentario
Es verdad, ¡Qué hermosas palabras las del profeta Isaías! Debiéramos volver una y otra vez sobre ellas para alimentar nuestra esperanza… Es cierto que vivimos tiempos de incertidumbre, donde nos llegan cientos de noticias desalentadoras sobre cómo va el mundo. Como dice el artículo es necesario volver una y otra vez a apoyarnos en aquello que nos fundamenta, volver al silencio de nuestro corazón y desde ahí dejarnos educar por la Palabra. Me gusta pensar que estamos en manos De Dios, que nuestro mundo herido está sostenido por El. Como dice Isaías: “No nos abandonará “ “Somos preciosos a sus ojos” , El está con nosotros hasta el final de los tiempos. Ojalá que no lo olvidemos nunca.