La Promesa de un Amor eterno y la Alianza del Sinaí son los dos acontecimientos fundantes de la fe de Israel.
El frecuente incumplimiento del pacto hecho con Dios llevó a los profetas a soñar una nueva Alianza que llegara hasta lo profundo. No bastaba con tener unas normas y cumplirlas. Había que cambiar el corazón de las personas y del Pueblo de Dios. Debemos de cambiar el corazón de piedra por uno de carne, decía el profeta Ezequiel, siguiendo la estela dejada por el profeta Jeremías:
“Así será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo futuro -oráculo del Señor-: Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente, diciendo: -Tienes que conocer al Señor, porque todos, grandes y pequeños me conocerán -oráculo del Señor-, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados” (Jeremías 31, 33-34).
La nueva Alianza sellada con Cristo obliga a los cristianos a bajar hasta las profundidades del yo (de ahí vienen las fotografías debajo del mar). Pero, ¿Qué significa llegar al hondón de uno mismo? ¿Qué he de cambiar? Algo dijimos al hablar de la virtud de la humildad; tras el conocimiento de sus miserias la persona se siente incapaz de juzgar a nadie. Cambiaremos las miserias que podamos después de entregarlas a los pies de la cruz de Jesucristo.
Antes de entrar en las cuartas moradas vamos a dar un paso más, buscando concretar cómo nos puede ayudar la oración de recogimiento en este paso decisivo.
Pongamos un ejemplo: por mi ciudad de Zaragoza (España) pasa un río, el Ebro. Unas veces baja sin agua y otra inunda los pueblos cercanos. Es visible y conocida por todos los habitantes. En sus orillas hay rincones desconocidos disfrutados por paseantes interesados. También guarda sus secretos, los peces, incluida una especie enorme traída de algún lugar, el barro de las tormentas y si hacemos un análisis de las aguas, aparecen grandes cantidades de droga evacuada por los habitantes cercanos al río.
En nuestra vida pasa lo mismo, muchas cosas se ven y otras las mantenemos medio ocultas. ¿Cuál es nuestra intención cuando hacemos algo? Generalmente la intención es buena. Los habitantes y visitantes de la tercera morada llevan una vida correcta, hacen bien al prójimo, procuran ser honrados y no tienen inconveniente en decir que son cristianos normales y corrientes. Ejemplo: acabo de presentarme a unas oposiciones porque necesito tener un trabajo para crear una familia. Perfecto, mucho ánimo, contestamos a la persona.
Pero hay más. Volvamos al río Ebro. Resulta que debajo de las aguas hay un mundo llamado las aguas freáticas. (Según Wikipedia, “una capa freática es una acumulación de agua subterránea que se encuentra a una profundidad relativamente pequeña bajo el nivel del suelo”).
Pues bien, esas aguas están debajo de las dos catedrales, El Pilar y La Seo, e inundan varios cientos de metros del centro de la ciudad a ambas orillas. Nadie las ve, nadie sabe de ellas, nadie pregunta salvo los arquitectos. Sin embargo están, son necesarias para la vida del río. En la vida de los humanos sucede algo parecido, debajo de la intención de nuestros actos, consciente o inconscientemente existe una intencionalidad última. No manifestada ni vista.
Consciente o inconsciente. Resulta que el opositor no busca solamente una plaza de trabajo, busca hacerse rico. A eso se le llama la intencionalidad última. Y como hemos dicho que la nueva Alianza exige una transformación grande del corazón, Teresa de Jesús, seguidora de Cristo y muy influida por el movimiento espiritual de los recogidos, abre las terceras moradas con los dos primeros capítulos que adelantan varios siglos a la psicología humanista de Rollo May, de donde ha salido la idea del río.
La oración de recogimiento ha de ayudarnos a llegar a ese nivel freático y oculto que gobierna nuestros actos consciente o inconscientemente para purificarlo y hacerlo conforme con Cristo.
¿La intencionalidad profunda de nuestro actos está de acuerdo con la forma de vivir que nos propone nuestro señor Jesucristo? Santa Teresa de Jesús observa la doble vida de muchos cristianos, la diferencia entre intención e intencionalidad última y pretende sacarla a la luz, para liberar a la persona de esas ataduras que impedirán seguir avanzando en la vida espiritual. Y, sobre todo, que le privarán de disfrutar de la vida mística a punto de abrirse en las cuartas moradas. Es decir, una vida desde el amor de Dios.
Una lectura detenida del primero y segundo capítulo de las terceras moradas nos descubrirá los autoengaños de quienes se creen buenos cristianos. Y lo son, sin duda, al menos lo intentan con todas sus fuerzas. Pero les falta algo hasta llegar al nivel freático de la vida.
Nosotros vamos a detenernos en el segundo capítulo. Comienza diciendo que el Señor nos prueba,
“probarlos Su Majestad en cosas no muy grandes, y andar con tanta inquietud y apretamiento de corazón, que a mí me traían tonta” (M 3.2.1).
Jesús quiere saber si los cambios que se están produciendo en nuestras vidas llegan hasta lo profundo o son superficiales. Hemos repetido varias veces que no hay vida espiritual sin transformación de la persona y sin acción que beneficie a otros.
Ella presenta varios ejemplos. El primero se refiere a un hombre rico, y sin hijos que, con el pretexto de beneficiar a los pobres se sigue enriqueciendo (M 3.2.4). Su decisión no le parece conveniente a santa Teresa, mejor será buscar la voluntad de Dios y estar dispuesto a dejarlo todo por Él. Su intención manifestada parece buena, y se busca un subterfugio para seguir enriqueciéndose. Teresa descubre la falsedad de su intencionalidad profunda y le recuerda que el seguimiento de Cristo implica seguir las indicaciones de Jesús sobre la pobreza. El segundo caso es similar, alguien que tiene de todo y sigue acumulando riquezas, “procurar más y más (…) no hayan miedo que suban a las moradas más juntas al Rey” (M 3.2.4).
El tercer ejemplo es el de quienes no aceptan que se hable mal de ellos o les quiten un poco de “honra“. Esta actitud no se comparece con los sufrimientos de Cristo a quien quieren seguir.
Como se puede observar nuestra vida confrontada con la de Jesús a través de la oración de recogimiento nos está enseñando a vivir. Aprendemos de Él y lo aplicamos a nuestra vida, o caemos en un cristianismo superficial que no nos cambia el corazón.
Seguir a Jesucristo en este itinerario espiritual es muy exigente si nos hemos decidido a seguirle y hay que llegar hasta el fondo en su imitación y seguimiento. Tampoco se puede vivir las terceras sin aceptar que nuestro modelo acabó desnudo en una cruz, insultado, calumniado y torturado hasta la muerte. Las calumnias y el qué dirán no puede hundirnos. La receta teresiana es tan sencilla como exigente,
“Por éstas entenderéis si estáis bien desnudas de lo que dejasteis”, “si estáis señoras de vuestras pasiones”. “Procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo, y que el concierto de nuestra vida sea lo que Su Majestad ordenare de ella, y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad, sino la suya” (M 3.2.6).
Teresa nos propone perder el miedo y esforzarnos lo que podamos con mucha humildad. Doy mucha importancia a la frase que sigue:
“Y con esto este estado es excelentísimo; y si no, toda nuestra vida nos estaremos en él y con mil penas y miserias. Porque, como no hemos dejado a nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos muy cargadas de esta tierra de nuestra miseria, lo que no van los que suben a los aposentos que faltan” (M 3.2.9).
También he encontrado muchas personas que su vida espiritual se queda estancada por falsos aprendizajes de la niñez. Según aprendí de Eric Berne, (creador de la psicología transaccional), nuestra niñez marca nuestra vida; en los primeros cinco o seis años tenemos una personalidad marcada que, salvo si la cambiamos, permanecerá toda la vida.
Dicen que la estructura es algo parecido a uno de los cuentos que aprendimos en la infancia. Supongamos que hemos aprendido a ver la vida desde lo negativo y al final nos identificamos con el patito feo. Soy un patito feo y a los cincuenta años lo seguiré siendo si no lo remedio. Veo dragones y fantasmas por todos los lados. Me he montado una película negativa de mi mismo y la peli se va repitiendo año tras año. Cambiar de película no es fácil. La relación con los demás, y el crecimiento de la autoestima puede ayudarnos mucho; quizás una decisión firme de cambiar de película y crear otra más positiva de nosotros mismos, etc.
Para terminar: el seguimiento de Cristo no es una terapia psicológica, aunque en algunos momentos tenga mucho que ver, al ser seres humanos con cuerpo y alma. Lo esencial del cristianismo es seguir a Jesucristo. ¿Podemos desde el seguimiento de Cristo cambiar de película y ser más felices?
La contestación a la pregunta es contundente: sí.
Ese es el mundo de la mística que aparece en las cuartas moradas. Vivir el misterio de la vida (= a mística), es vivir desde el amor de Dios. Y el Amor todo lo puede.
Itinerario Espiritual
Si te unes por primera vez a esta aventura de amor humano y divino, lee las entradas desde el principio del Blog.
No encontrarás una especie de recetario de cocina, ni un conjunto de normas.
Sí te garantizo que encontrarás una forma de vivir, en amistad con Jesucristo, de la mano de Teresa de Jesús.
Sea cual sea tu situación de partida, eres bienvenido.
2 Comentarios
En mi pobre experiencia, al hilo de esta pregunta final con un si contundente…. Llevo más de 25 años intentando resolver un estado mental y emocional de insatisfacción y dolor, con etapas alternadas de euforia y depresión. Anhelando un Amor que ardía dentro y no relacionaba con nada. Con una infancia olvidada por los traumas de mi negación a Cristo. Diría entonces, que la única manera de conocer la Felicidad, como tal, es el seguimiento a Cristo.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”, dice el Señor.
Ser consciente que la Felicidad proviene del Padre, te dará la llave de todo vacío en tu interior.
La Fé es un don de Dios, creer, repara. Pero para el mundo que no ve, seguiré siendo una loca.
Una loca de Amor.
Antes de contestar a tu comentario quería saber si te conocía. De ahí mi llamada por teléfono para confirmarlo. Maribel, hemos hablado personalmente en varias ocasiones. y desde luego, en tu mensaje está el centro de tu vida. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Hay muy pocas respuestas a la inquietud que vienes arrastrando durante toda tu vida. Y un de ellas es la que has elegido: el seguimiento de Jesucristo que nos enseña a vivir. Es cuestión de perseverar. Venid a mí los que estáis cansados y agobiados… Un fuerte abrazo