Continuamos explicando la “pena sabrosa” en su segunda época y aplicando a la vida normal las enseñanzas.
Dijimos en la última entrega que el deseo de Dios en santa Teresa de Jesús se va concretando en dos épocas. En la primera encontramos tres maneras de llamar Dios al alma: como presencia del Esposo y el deseo de gozar de Él; una segunda llamada herida o pena por no poder gozar de Él; una última, consecuencia de la anterior cuando, deshecha el alma de deseo, la pena llega a las entrañas.
El paso de las tres formas inferiores a una época nueva queda explicada en una Relación de 1576. La herida de amor es anterior a formas más subidas, como son los arrobamientos (experiencias de saberse amada y perdonado todos sus pecados, explicados en M 6.4):
“Otras veces parece que esta herida del amor sale de lo íntimo del alma. Los efectos son grandes, y cuando el Señor no lo da, no hay remedio aunque más se procure, ni tampoco dejarlo de tener cuando. El es servido de darlo. Son como unos deseos de Dios, tan vivos y tan delgados, que no se pueden decir; y como el alma se ve atada para no gozar como querría de Dios, dale un aborrecimiento grande con el cuerpo, y parécele como una gran pared que la estorba para que no goce su alma de lo que entiende entonces, a su parecer, que goza en sí, sin embarazo del cuerpo. Entonces ve el gran mal que nos vino por el pecado de Adán en quitar esta libertad.
“Esta oración, antes de los arrobamientos y los ímpetus grandes que he dicho, se tuvo. Olvidéme de decir que casi siempre no se quitan aquellos ímpetus grandes si no es con un arrobamiento y regalo grande del Señor, adonde consuela el alma y la anima para vivir por El” (R 5.18-19).
En la misma Relación define los ímpetus y concreta la causa de su pena: “Impetus llamo yo a un deseo que da al alma algunas veces, sin haber precedido antes oración, y aun lo más continuo; sino una memoria que viene de presto de que está ausente de Dios” (R 5.13).
Luego la causa de su penar es una ausencia de Dios, consecuencia de un deseo de amor a Dios no satisfecho. A partir de es momento van a suceder una cascada de experiencias dolorosas, mitigadas por momentos concretos de saberse amada por Dios.
Hasta llegar a experimentar el deseo de morir para culminar el encuentro con el Esposo: “sino parécele que está en una tan gran soledad y desamparo de todo, que no se puede escribir. Porque todo el mundo y sus cosas le dan pena y que ninguna cosa criada le hace compañía, ni quiere el alma sino al Criador, y esto velo imposible si no muere. Y como ella no se ha de matar, muere por morir, de tal manera que verdaderamente es peligro de muerte, y vese como colgada entre cielo y tierra, que no sabe qué se hacer de sí.
La situación del mundo forma parte de la pena que sufre. Las experiencias profundas de pena no son algo a vivir fuera de la realidad. Dios le ha abierto los ojos para ver con una profundidad desconocida la realidad del mundo, “todo el mundo y sus cosas le dan pena“. No lo olvidemos nunca, la alta mística vincula a la persona con lo sucedido, el sufrimiento del mundo. Cada vez se es más consciente y más crítico.
Para confirmarlo no hay nada mejor que leer despacio el capítulo 21 de Vida, una crítica severa a la sociedad de su tiempo, comenzando por el rey. Es decir, además de recibir una luz para comprender mejor los hechos, cada vez se hace más global la visión. Nace un espíritu crítico, o podíamos decir, una teología política; quizás fuera mejor decir una visión profética de la vida.
Y como el sufrimiento del mundo es inabarcable, se deslizará hacia una pena cada vez mayor que la llevará a una noche oscura total, explicada en el capítulo 11 de las sextas, resumida en una frase censurada por un censor y felizmente recuperada:
“Y no es adonde se sienten acá las penas, a mi parecer, sino en lo muy hondo e íntimo del alma, adonde este rayo, que de presto pasa, todo cuanto halla de esta tierra de nuestro natural y lo deja hecho polvos, que por el tiempo que dura es imposible tener memoria de cosa de nuestro Señor” (M 6.11.2).
El capítulo 11 es el punto culminante de la noche. Lo explicaré mejor cuando nos toque. Valga de momento añadir que ese viaje de descenso llegará hasta el infierno. El sufrimiento lo comparará con el purgatorio y el infierno en esta vida. Reconocerá ser la experiencia más profunda que ha tenido.
En mi opinión, son una forma de gritar el Maranatha de los primeros cristianos. Reclama la segunda venida de Cristo.
Dos preguntas a hacernos: Por qué si la noche oscura la sitúa en el capítulo 11, nos adelanta los primeros pasos al capítulo segundo? Con otras palabras, Cuál es el significado del capítulo segundo?
La otra pregunta la podemos formular así: Qué significado tiene para la mayoría de los cristianos que no han vivido esas experiencias místicas? ¿Cuáles son sus enseñanzas?
¿Cómo podemos ayudar a la gracia para poder vivir lo mismo o parecido?
Mi respuesta a la primera pregunta es muy sencilla: en las cimas del amor adulto la pena sabrosa define la vida en su totalidad. Nuestra existencia en su conjunto está plagada de penas y alegrías. Cada uno de nosotros puede hacer una lista de ambas. La visión del sufrimiento humano se va ampliando con el paso de los años, y los momentos de gozo se van concretando en cosas bien pequeñas.
En ocasiones, dolor y gozo se juntan en una misma experiencia. Propiamente hablando forman parte de la herida de amor o pena sabrosa.
En conclusión, los visitantes de las sextas moradas van a encontrarse con el Amor con mayúsculas. Han de abrir las puertas al deseo de Dios con fuerza; procurar ir dejando a una lado las ofertas del mundo y centrar el objeto del deseo en Dios, renunciando a todo aquello que pueda esclavizar a la persona. Por último, han de saberse dignos de recibir el don de la presencia de Dios y de su amor en medio de una vida llena de dolor (unidos a la cruz) y de gracias de amor recibidas de golpe.
Por nuestra parte debemos “disponernos” lo mejor que podamos para que el amor de Dios se derrame en nuestros corazones y nos vaya transformando, única forma de ayudar a Jesucristo en su deseo de que colaboremos en la transformación de la sociedad.
(Continuaré contestando a las dos preguntas que faltan; añadiré un poco de historia a la herida de amor y una poesía de santa Teresa muy importante)
Una música adecuada para acompañar la lectura
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