Seguimos comentando el “vuelo de espíritu”, una experiencia mística muy subida, propia del capítulo quinto de las sextas moradas de santa Teresa de Jesús. Dios lanza a la palomita a un vuelo celestial donde va perdiendo el “mal pelo” y descubriendo secretos del más allá: “sube la nube al cielo y llévala consigo, y comiénzala a mostrar cosas del reino que le tiene aparejado“ (V 20.2).
La distancia alcanzada, fruto de un amor incondicional de Dios, no la envuelve dejándola instalada en el cielo, sino, bien al contrario, le hace ver el mundo desde la lejanía. En el cielo descubre un mundo de relaciones humanas plenas, algo que no encuentra en la tierra:
“¡Con qué amistad se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros! Tengo para mí se remediaría todo” (V 20.27).
Los que no hemos vivido semejante forma de volar, por no habernos entregado del todo al Señor, podemos aprovechar las enseñanzas de Teresa y “pedir alas de paloma. Entiéndese claro es vuelo el que da el espíritu para levantarse de todo lo criado, y de sí mismo el primero; mas es vuelo suave, es vuelo deleitoso, vuelo sin ruido (Salmo 54,7; V 20.24).
De un golpe se le caen la escamas de los ojos, descubre la raíz del mal en el mundo. Las fuentes del mal son dos: la honra y el dinero. Ella también cayó en esa tentación, quiere advertir a otros del peligro y le llueven las persecuciones, “Querría dar voces para dar a entender qué engañados están, y aun así lo hace algunas veces, y lluévenle en la cabeza mil persecuciones“ (V 20.25).
Descubrir de repente el origen del mal en las relaciones sociales le va a despertar el espíritu crítico frente al poder. Además será una mujer libre, con “señorío”, dirá ella. “¡Qué señorío tiene un alma que el Señor llega aquí, que lo mire todo sin estar enredada en ello!”.
El concepto de honra lo envuelve todo en el siglo XVI. Abarca la imagen que cada uno tiene de sí mismo y la que tienen los demás. Incluye el poder social y económico. En definitiva, todas las facetas personales entran en juego, incluida la sexualidad, el qué dirán, la posición social, y, sobre todo, el poder acumulado. El poder y el dinero unidos gobiernan el mundo; (si quieres comprender mejor el concepto de honra lee su definición en el Diccionario de santa Teresa).
Los estudios actuales sobre la cultura en la cuenca del Mediterráneo (antropología cultural en el siglo I) descubren algo común en toda la cuenca en tiempos de Cristo: el honor como concepto social aglutinante. Por tanto, algo muy antiguo que llega en el siglo XVI a su culminación.
“Fatígase del tiempo en que miró puntos de honra y en el engaño que traía de creer que era honra lo que el mundo llama honra; ve que es grandísima mentira y que todos andamos en ella; entiende que la verdadera honra no es mentirosa, sino verdadera, teniendo en algo lo que es algo, y lo que no es nada tenerlo en nonada, pues todo es nada y menos que nada lo que se acaba y no contenta a Dios” (V 20.26).
A continuación, el dinero:
“Ríese de sí, del tiempo que tenía en algo los dineros y codicia de ellos, aunque en ésta nunca creo -y es así verdad- confesé culpa; harta culpa era tenerlos en algo. Si con ellos se pudiera comprar el bien que ahora veo en mí, tuviéralos en mucho; mas ve que este bien se gana con dejarlo todo” (V 20 27).
Los viajes de la palomita al cielo están comenzando a abrir los ojos sobre la situación del mundo. El “águila caudalosa”, el “sol de justicia” , es decir, Jesucristo, le dan a conocer la verdadera realidad de la vida. (En otro momento expliqué el águila caudalosa). Está aprendiendo. Todavía no puede mirar al sol de hito en hito con un ojo, y con el otro la caza, como hacen las águilas (V 20.28).
Desaparece la ceguera voluntaria en la que el ser humano oculta sus miserias “El sol está muy claro”, y el vaso de agua se ve lleno de motas, “deslúmbrale la claridad”, se queda ciega de tanta luz maravillosa; descubre la verdadera humildad: todo viene dado de lo alto y “todo el bien que tiene va guiado a Dios”. En definitiva: “mal que le pese, se los hace cerrar a las cosas del mundo, y que los tenga abiertos para entender verdades” (V 20.29).
La Biblia, también Cristo, recurre con frecuencia a la ceguera, “tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen”. El proceso de iluminación comienza con el bautismo y va creciendo con el tiempo. Siempre se refiere a la realidad de nosotros mismos, crecimiento en la humildad porque todo viene de Dios, y conocimiento de la realidad del mundo.
La toma de conciencia de la realidad social lleva a Teresa (capítulo 21) a comprender la miseria humana: “No es como acá, que está toda la vida llena de engaños y dobleces: cuando pensáis tenéis una voluntad ganada, según lo que os muestra, venís a entender que todo es mentira. No hay ya quien viva en tanto tráfago, en especial si hay algún poco de interés” (V 21.1).
De ahí dará un salto a la política, los reyes deberían aprender, una especie de teología política: “¡Bienaventurada alma que la trae el Señor a entender verdades! ¡Oh, qué estado éste para los reyes! ¡Cómo les valdría mucho más procurarle, que no gran señorío! ¡Qué rectitud habría en el reino! ¡Qué de males se excusarían y habrían excusado! Aquí no se teme perder vida ni honra por amor de Dios. ¡Qué gran bien éste para quien está más obligado a mirar la honra del Señor, que todos los que son menos, pues han de ser los reyes a quien sigan!“ (V 21.1).
La crítica a los que mandan en las instituciones civiles o eclesiales es frecuente en los escritos teresianos. Son opiniones severas contra el poder, debido a una causa que merecería ser tratada en otra ocasión: el interés. La espiritualidad de todos los tiempos critica con fuerza el interés egoísta, como una de las maneras más graves de tergiversar la vida social. El interés, consciente o inconsciente, ciega la mente e impide ver la realidad en sus verdaderas dimensiones.
Tan grave es la responsabilidad de quien comete la injusticia como la de quien padece ceguera voluntaria por tener la mente puesta en intereses personales que le impiden ver la realidad con los “ojos abiertos”. En la historial siglo XX hay abundantes ejemplos, por supuesto durante el nazismo, pero también en la Iglesia actual. Las víctimas de Maciel publicaron en México un libro acompañado de un blog con el mismo título: “La voluntad de no saber”. Esa capacidad de volver el rostro para no ver la realidad es incluso más dañina que el causante de la injusticia, pues desmonta la ética social, la escala de valores, y reduce a los “insumisos” a un número reducido, cuando deberían ser mayoría. (leer, “Insumisos” de Zoltan Todorov).
Lo reyes deben evitar el poder por el poder (“señorío” le llamara en esta ocasión), quisiera gritarlo y no puede: “¡Oh Señor! Si me dierais estado para decir a voces esto, no me creyeran, como hacen a muchos que lo saben decir de otra suerte que yo; mas al menos satisficiérame yo. Paréceme que tuviera en poco la vida por dar a entender una sola verdad de éstas; no sé después lo que hiciera, que no hay que fiar de mí. Con ser la que soy, me dan grandes ímpetus por decir esto a los que mandan, que me deshacen. De que no puedo más, tórnome a Vos, Señor mío, a pediros remedio para todo; y bien sabéis Vos que muy de buena gana me desposeería yo de las mercedes que me habéis hecho, con quedar en estado que no os ofendiese, y se las daría a los reyes; porque sé que sería imposible consentir cosas que ahora se consienten, ni dejar de haber grandísimos bienes“ (V 21.2).
En definitiva, estos viajes de la palomita al reino de los cielos tiene unas consecuencias enormes en la vida y espiritualidad de Teresa. Van a llevarla a conocer en esencia el mal del mundo, bajará incluso al infierno, le llevarán a vivir la ausencia De Dios, la gran noche oscura de M 6.11.
Es de suponer que el periodo de iluminación, o caída de las escamas de los ojos, comenzó con el bautismo y siguió en las tres primeras moradas con el conocimiento de la Humanidad de Jesucristo, el maestro que nos enseña a vivir. En las moradas místicas, es decir, donde lo que prima es el amor De Dios incondicional volcado en los humanos, los viajes al cielo le darán los elementos necesarios para comprender el mal en ella misma y en el mundo.
No quiero terminar el post sin mencionar una experiencia muy dolorosa en la vida de Teresa, cuando se acumulan las denuncias contra ella y parece que el mundo la aplasta.
“Vime estando en oración en un gran campo a solas. En rededor de mí mucha gente de diferentes maneras que me tenían rodeada. Todas me parece tenían armas en las manos para ofenderme: unas, lanzas; otras, espadas; otras, dagas y otras, estoques muy largos. En fin, yo no podía salir por ninguna parte sin que me pusiese a peligro de muerte, y sola, sin persona que hallase de mi parte. Estando mi espíritu en esta aflicción, que no sabía qué me hacer, alcé los ojos al cielo, y vi a Cristo, no en el cielo, sino bien alto de mí en el aire, que tendía la mano hacia mí, y desde allí me favorecía de manera que yo no temía toda la otra gente, ni ellos, aunque querían, me podían hacer daño” (V 39.17).
Parece sin fruto esta visión, y hame hecho grandísimo provecho, porque se me dio a entender lo que significaba. Y poco después me vi casi en aquella batería y conocí ser aquella visión un retrato del mundo, que cuanto hay en él parece tiene armas para ofender a la triste alma. Dejemos los que no sirven mucho al Señor, y honras y haciendas y deleites y otras cosas semejantes, que está claro que, cuando no se cata, se ve enredada, al menos procuran todas estas cosas enredar; mas amigos, parientes y, lo que más me espanta, personas muy buenas, de todo me vi después tan apretada, pensando ellos que hacían bien, que yo no sabía cómo me defender ni qué hacer. ¡Oh, válgame Dios! si dijese de las maneras y diferencias de trabajos que en este tiempo tuve, aun después de lo que atrás queda dicho, ¡cómo sería harto aviso para del todo aborrecerlo todo! Fue la mayor persecución -me parece- de las que he pasado. Digo que me vi a veces de todas partes tan apretada, que sólo hallaba remedio en alzar los ojos al cielo y llamar a Dios. Acordábame bien de lo que había visto en esta visión. E hízome harto gran provecho para no confiar mucho de nadie, porque no le hay que sea estable sino Dios. Siempre en estos trabajos grandes me enviaba el Señor, como me lo mostró, una persona de su parte que me diese la mano, como me lo había mostrado en esta visión, sin ir asida a nada más de a contentar al Señor; que ha sido para sustentar esa poquita de virtud que yo tenía en desearos servir. ¡Seáis bendito por siempre!” (V 39.18-19).
De su experiencia personal, pasa como en otras ocasiones a una visión del mundo visto desde arriba, un hormiguero:
“Como llegué a la iglesia, diome un arrobamiento grande: parecióme vi abrir los cielos, no una entrada como otras veces he visto. Representóseme el trono que dije a vuestra merced he visto otras veces, y otro encima de él, adonde por una noticia que no sé decir, aunque no lo vi, entendí estar la Divinidad (…) Entendí estar allí todo junto lo que se puede desear, y no vi nada. Dijéronme, y no sé quién, que lo que allí podía hacer era entender que no podía entender nada, y mirar lo nonada que era todo en comparación de aquello. Es así que se afrentaba después mi alma de ver que pueda parar en ninguna cosa criada, cuánto más aficionarse a ella, porque todo me parecía un hormiguero“ (V 39.22).
Conclusión
Por paradójico que resulte no hay nada como mirar al cielo (de la mano de Cristo y de Teresa) para comprender la tragedia de la tierra, el sufrimiento humano. Una espiritualidad de “ojos abiertos” es lo que nos propone el capítulo cinco de las sextas moradas. Y eso está en lo profetas.
Lo dije y lo repito, las sextas moradas en su conjunto nos ofrecen una forma de vivir desde el amor de Dios. De manera especial los capítulos cuatro al seis de las sextas nos introducen en la Teresa profética sin escamas den los ojos, capaz de afrentarse a la realidad en su miseria y en su grandeza. Sin engaños ni tapujos. Esta oferta debe hacerse a todos los cristianos sin excepción.
Se pueden vivir de dos formas, con experiencias muy subidas, éxtasis,(dones gratuitos que pueden solicitarse) y que se darán si Dios quiere después de haber entregado TODO AL TODO; o vivirlas acompañados de Teresa siguiendo sus pasos con sus enseñanzas.
Que yo sepa vincular a Teresa con el profetismo es un camino nuevo que merece un estudio detenido. Leer y releer los oráculos de Balaán a partir del capítulo 22 de Números puede ser un buen comienzo: “en éxtasis, con los ojos abiertos”. ¡¡Hasta los burros ven mejor la realidad que las personas!!
Propongo también vincular la teología de la doctora de la Iglesia Teresa de Jesús con la teología moderna. En el siglo XX ha habido muy buenos teólogos, Metz, Pannenberg, en nuestros días Gabino Uribarri. Dos han destacado en la catolicismo, Rahner y Balthasar. La teología de Rahner busca las condiciones de posibilidad del ser humano para escuchar la Palabra de Dios. Equivale a las tres primeras moradas, el camino de seguimiento de Cristo buscando el amor a Dios y a los demás. La perspectiva de Balthasar es distinta, parte de un amor incondicional de Dios al ser humano cuya culminación se da la cruz de Cristo. Equivale a las moradas místicas, de la cuatro a la séptima.
Son dos formas de vivir complementarias, que deben ser propuestas sin miedo al conjunto de los creyentes.
Durante la pandemia estoy encontrando a bastantes personas (tampoco puedo decir que demasiados) que son en sentido estricto cristianos sin Iglesia. No son cristianos que hayan abandonado la Iglesia por una secularización acelerada, son cristianos con formas de vida en ocasiones heroica, que no pisan una Iglesia porque no les dice nada para su vida. Es la Iglesia la que los ha abandonado.
Urge presentar a Cristo, desde su Humanidad sacratísima, como un maestro de vida, alguien que nos enseña a vivir de una forma feliz y amorosa, desde la oración de meditación y recogimiento que todo cristiano debe aprender.
(La foto de Foto Stock. Escucho en plena pena-sabrosa tras la muerte de mi madre músicas diversas, los adagios de Mahler entre otros. El más conocido es el de la quinta sinfonía. Existen interpretaciones muy distintas, la de Karajan es la de más seguidores).
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