1.- El concepto de persona es tan sagrada y positiva en santa Teresa que nos cuesta creérnosla. Somos castillo habitado capaz de recibir en su seno al mismo Jesús de Nazaret que caminaba por las aldeas de Galilea, se hospedaba en casa de Marta, María Magdalena y Lázaro; es decir, el término castillo nos ofrece los dos modelos principales, La Virgen María y María Magdalena. El huésped divino nos habita y desea comunicarse con nosotros. Nos pide que le imitemos meditando los misterios de su vida, muerte y resurrección. Ellos nos enseñarán a vivir.
Por otra parte, somos diamante. El Templo de Jerusalén es una copia del cielo, forrado de piedras preciosas y diamantes, y el ser humano es copia de los dos. En el centro del cielo está la Trinidad con Cristo muerto y resucitado. Estamos plantados en Él. Si la persona, por opción fundamental, decide trasladar sus cimentos a las aguas del mal, puede hacerlo. La Divinidad y la Humanidad de Cristo jamás se irán de lo profundo del ser, pero quedará empañado. Estamos emparentados con el cielo. Con lo divino.
Con otras palabras, lo Humano y lo Divino de Cristo lo llevamos dentro misteriosamente. Somos dignos de amar y ser amados. Nunca olvidaremos la sacralidad de la persona y su dignidad, y la defenderemos contra viento y marea.
2.- Esta definición de persona fundada en el Amor absoluto de un Dios que se da, está llamada, invitada, a ser entregada a Dios en las quintas moradas. Esperando su reconstrucción en un hombre nuevo, superando las consecuencias del pecado original, el narcisismo y nuestra antigua vida de pecado, o separación de la raíz que le da el ser.
Dicho con brevedad, existe una razón de peso para la donación del yo en las quintas moradas: Jesucristo vino al mundo a enseñarnos el Amor Absoluto de Dios. Y lo hizo desde el vaciamiento de sí mismo, en un amor entregado, obedeciendo al Padre hasta la muerte en cruz.
Urs von Balthasar teólogo suizo del siglo XX explica el Amor absoluto que recibe el creyente en Cristo:
“Un amor que se me dona sólo puedo comprenderlo como un milagro (…), aquello que nos sale al encuentro es irresistible como un milagro y por ello nadie de los que lo experimentan puede elucidarlo racionalmente, porque posee precisamente su comprensibilidad como milagro. Él es simultáneamente cautivador y liberador, y se da de forma inequívoca como una libertad de una necesidad interior e indemostrable que se revela (…) Una relación tal se da únicamente en el reino de la belleza gratuita” (Sólo el amor es digno de fe, Ed Sígueme, Salamanca 2018; el original es de 1963).
El amor de Dios derramado gratuitamente Balthasar lo considera un milagro lleno de belleza. Para Teresa es un “gozo“, siempre unido a la Pasión:
“Y de pensar la gloria que esperamos y el amor que el Señor nos tuvo y su resurrección, muévenos a gozo” (V 12.1); “el amor que nos tuvo, que en todas las cosas se representa, y es admirable manera de proceder, no dejando muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de donde nos ha venido y viene todo el bien” (V 13.13); “Criador mío, ¿cómo pueden sufrir unas entrañas tan amorosas como las vuestras que lo que se hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo y por más contentaros a Vos (que mandasteis nos amase) sea tenido en tan poco” (C 3.8).
Las citas teresianas podrían multiplicarse. Dios nos ha amado primero, la vida de su Hijo Jesucristo es un compendio de actos de amor. Ahora bien, la manera en que Dios nos ama sigue una estrategia bien concreta: la constante donación y obediencia a su Padre; una vida de vaciamiento total, de “desasimiento“, en el lenguaje de Teresa; de donación constante hasta la muerte. Un ir hacia abajo, hasta el infierno mismo, para terminar resucitado. En teología se le llama kénosis.
En el lenguaje de Balthasar: “Donde el Logos de Dios que desciende kenóticamente se manifiesta a sí mismo como amor (…) Esto acontece al revelarse el Logos como la “gracia del amor” y, por ello como “gloria” (lo “bello divino“), y así precisamente como “verdad”.
En Teresa la palabra clave es “esclavo“: “Él lo fue de nosotros, no dejemos de serlo por Él sirviendo a los demás”; “Aquí se ve bien que somos esclavos suyos, vendidos por su amor de nuestra voluntad a la virtud de la obediencia, pues por ella dejamos, en alguna manera, de gozar al mismo Dios. Y no es nada, si consideramos que El vino del seno del Padre por obediencia, a hacerse esclavo nuestro” (Fundaciones 5.17); “Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como El lo fue; que no les hace ningún agravio ni pequeña merced. Y si a esto no se determinan, no hayan miedo que aprovechen mucho, porque todo este edificio -como he dicho- es su cimiento humildad” (M 7.4.8).
Un texto bíblico esencial, debe ser meditado con frecuencia y hecho vida, palabra por palabra:
Si algo puede una exhortación en nombre de Cristo o un consuelo afectuoso, o un espíritu solidario, o la ternura del cariño, colmad mi alegría sintiendo lo mismo, con amor mutuo, concordia y buscando lo mismo. No hagáis nada por ambición o vanagloria, antes con humildad tened a los otros por mejores. Nadie busque su interés, sino el de los demás. Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le concedió un título superior a todo título, para que ante el título de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, la tierra y el abismo; y todo lengua confiese para gloria de DiosPadre: ¡Jesucristo es Señor! (Filipenses 2; Copio la traducción de Sckökel).
3.- Debemos contemplar la entrega del yo (o muerte sabrosa), desde el capitulo cuarto de las quintas, las sextas y séptimas moradas. En el cuarto capítulo de las quintas vamos a cambiar de registro: muerto el gusano de seda, entregando a Dios nuestro ser, la mariposilla o palomilla aprenderá a vivir desde el amor recibido de Cristo (sextas moradas), bajo el nuevo símbolo del matrimonio espiritual, con su culminación en la séptima donde resucitados en Cristo seamos esclavos de los demás, sobre todo de los crucificados.
El itinerario espiritual es también acción, de principio a fin. Al llegar a las cumbres, la acción se convertirá en un amor creativo, colaborando con Cristo crucificado y resucitado. En el trato con los demás iremos aprendiendo esa donación o vaciamiento del yo. Condición indispensable para recibir el amor verdadero en las sextas moradas.
4.- Conclusión. Haremos cada día la ofrenda de nuestra vida (el yo) a Jesucristo. En paralelo, procuraremos hacer los mismo con los demás. Este es el secreto de la existencia y el tesoro del evangelio. Seguiremos a Jesucristo repitiendo su misma estrategia, no la de escalar, sino la de abajarnos hasta ser esclavos. La eucaristía será nuestra escuela.
Por si quieres leer más, os dejo una entrevista al filósofo Byung-Chul Han, afincado en Alemania, nacido en Corea del sur, sobre la situación del “yo” en la actualidad, “La agonía del eros”. Para profundizar en la kénosis según Baltasar, os remito a un estudio de Patricia Pérez Sánchez. Sobre la Kénosis en la escuela carmelitana, una presentación de diversas pensadoras que coinciden en todo o en parte con Teresa.
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