Cuando se conocieron Teresa tenía 60 años y Gracián casi 30. Fue un amor a primera vista.
En los últimos 7 años de su vida encontró al hombre que necesitaba para sus fundaciones. Culto, teólogo, trabajador, hombre de oración (tres horas diarias de meditación), trasparente, rayando en la ingenuidad, leía en público las cartas privadas que le enviaba hasta que ella se lo prohibió; “llaneza”, lo define ella. Cartas cifradas para que nadie supiera sus secretos, él era Elías, Elíseo, Paulo… En fin, un hombre libre de toda ambición, con una memoria prodigiosa.
Ella fue maestra y discípula, madre y amiga; él la protegía con mimo de todo peligro, incluida la Inquisición, se sabía superior en formación, cuidaba y corregía sus escritos con plena libertad, excesiva quizás. En fin, una relación modélica, llena de dificultades.
Teresa lo define así: “Hombre de muchas letras y entendimiento y modestia, acompañado de muchas virtudes toda su vida” (Fundaciones 23.1).”Verdaderamente que me ha parecido un hombre enviado de Dios y de su bendita Madre, cuya devoción -que tiene grande- le trajo a la Orden para ayuda mía“ (carta 208.4).
Se conocieron personalmente en Beas el 25 de abril de 1575. La confianza era total, “quisiérale yo abrir las entrañas” (carta 124.4). Admira su “llaneza y claridad” entre otras muchas virtudes, le escribe a la madre de Gracián. Mantuvieron conversaciones infinitas que Gracián nos cuenta en uno de sus muchos libros. Hablaron durante horas y se interrogaron el uno al otro sobre todo lo relacionado con las fundaciones:
“Me enseñó todo cuanto ella sabía dándome tantas doctrinas, reglas y consejos que pudiera escribir un libro muy grande de lo que aquí me enseñó, porque, como digo, fueron muchos días y todo el día, fuera de la misa y de comer se gastaba en esto. Quedéle tan rendido, que desde entonces ninguna cosa hice grave sin su consejo”.
Ella vivía pendiente de él, deseando verle en persona, recibir sus cartas, a temporadas diaria, de su salud, lo que comía, siempre preocupada por sus viajes, sus largas horas de confesionario y predicación, acompañadas de muchas gestiones que le traían graves problemas. Tantas que fue echado de los carmelitas por sus propios compañeros y luego readmitido sin que nunca se reincorporara a la Orden.
Deambuló por Europa, Portugal, Roma…, estuvo prisionero en el norte de Africa y terminó sus días recogido por los carmelitas calzados en Bruselas. Murió en la calle. Para mí un santo de solemnidad. Leí hace unos años la reacción de Jerónimo Gracián el día que se enteró del viaje al cielo de Teresa una semana después de sucedido el tránsito; se fue al sagrario y de rodillas lloró y rezó por ella. Por las noches ponía una silla vacía al pie de su cama para seguir dialogando juntos. No hay palabras para describir tanta belleza.
Las habladurías no se hicieron esperar, esa amistad traspasaba los límites de la prudencia. El colmo fue hacerle un voto de obediencia, como al mismo Cristo, lo que mandara lo haría sin quejarse. Lo cumplió al pie de la letra:
“Parecióme que estaba junto a mí nuestro Señor Jesucristo de la forma que su Majestad se me suele representar, y hacia el lado derecho estaba el mismo maestro Gracián y yo al izquierdo. Tomónos el Señor las manos derechas y juntólas y díjome que éste quería tomase en su lugar mientras viviese, y que entrambos nos conformásemos en todo, porque convenía así” (Relación 40.2).
Hoy en día la relación entre ambos sigue siendo motivo de controversia. No hace mucho un monje escribía en su contra un artículo titulado “Solo Dios no basta”. Tomás Álvarez le contestó con otro titulado: “A propósito de un despropósito“. El mismo Gracián se asustó de tanta calumnia y denuncia. La contestación de Teresa nos da la clave para entender lo sucedido. Le escribe desde Toledo el 9 de enero de 1577:
“¡Oh, pues lo que se regaló Ángela [ella] con el sentimiento que muestra en una plana después de escrita una carta que le envió! [está contestando al susto que llevaba Gracián después del voto de obediencia]. Dice que le quisiera besar muchas veces las manos, y que le diga a vuestra paternidad que bien pude estar sin pena, que el casamentero [Cristo] fue tal y dio el nudo tan apretado que sola la vida le quitará, y aun después de muerta estará más firme, que no llega a tanto la bobería de la perfección, porque antes ayuda su memoria a alabar al Señor; sino que esta libertad que solía tener la ha hecho guerra. Ahora ya le parece mayor la sujeción que en esto tiene, y más agradable a Dios, porque haya quien le ayude a allegar almas que le alaben, que es un tan gran alivio y gozo éste, que a mí me alcanza harta parte. Sea por todo bendito. Indigna hija y súbdita de vuestra paternidad”.
¿Qué pasó en el corazón de Teresa para poder tener amores tan humanos, exentos de sexualidad como ella misma confiesa?
El encuentro con Jesucristo pasa de la amistad al amor a base de trato continuo; en un momento determinado, la experiencia de una unión indestructible con Cristo, la vive por medio de los arrobamientos, la experiencia de ser amada por Él hasta las entrañas. De las reiteradas muestras de amor incondicional todo su ser afectivo se reorganiza y madura. Nada ni nadie podrá separarla de ese amor, salvo que ella misma lo quiera. Esa seguridad profunda le da una gran libertad para mantener amistades “grandes” (expresión suya) con otras personas, en especial con Gracián. El secreto parece estar en llegar con Jesucristo a una relación de noviazgo con compromiso de boda.
A veces me pregunto lo fácil que sería dar pasos de gigante si nos supiéramos amados por el que nos amó hasta el extremo. Recuerda el paso de los profetas antes de ser enviados a misión, como puede verse en la vocación de Isaías 6. Me pregunto muchas veces por las razones de esa resistencia a sabernos queridos hasta las entrañas, o los juicios severos contra nosotros mismos. ¿O será que Jesucristo no se da del todo si no nos damos del todo?
(Heredé la admiración y devoción a Gracián a través de mi maestro Tomás Álvarez. He tomado muchos datos de Ildefonso Moriones y E. Renedo, en el “Diccionario de Santa Teresa”, publicado por Monte Carmelo y dirigido por Tomas Álvarez. Por si deseas leer la autobiografía de Gracián dejo el enlace:
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