– En el amor al prójimo, santa Teresa distingue el amor en general y el amor particular. El primero prevalece sobre el segundo, y debe tenerse con la mayoría de personas que tratemos, salvo aquellas que considera perjudiciales. Este tipo de cariño no hace distinciones de personas, ni mucho menos genera privilegios de unos con otros. Lo cual no significa que a personas concretas, o a comunidades enteras, sobre todo, si han pasado por sufrimientos, se les tenga un amor especial. De todas las personas que trata algunas le han hecho daño, a veces grave; ella responde queriéndolas más. Esta ultima me parece las más difícil de cumplir.
– Para acrecentar el amor da un consejo muy práctico: fijarnos en las virtudes que esa persona tiene, en especial si no nos cae bien. Seguro que encontraremos alguna virtud a imitar. El fundamento de esta forma de ver a los demás está en el mismo Dios. Se nos invita a a amar al prójimo desde Dios, comprendiendo que Jesucristo es el maestro único y hemos de imitarle en la forma de tratar al prójimo. Y Él, nos dirá, mira siempre lo mejor de nosotros y oculta lo peor “dora las culpas”. De este modo, amar como Jesús consiste en aprender a ver lo mejor del otro y convertirnos en imitadores de sus virtudes. Verle desde lo positivo nos hace siempre ser alumnos.
Textos teresianos:
”Pues procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros“ (V 13.10).
”Estaba un día pensando si era asimiento darme contento estar con las personas que trato mi alma y tenerlos amor, y a los que yo veo muy siervos de Dios, que me consolaba con ellos. Me dijo que si un enfermo que estaba en peligro de muerte le parece le da salud un médico, que no era virtud dejárselo de agradecer y no le amar; que qué hubiera hecho si no fuera por estas personas; que la conversación de los buenos no dañaba, mas que siempre fuesen mis palabras pesadas y santas, y que no los dejase de tratar, que antes sería provecho que daño. Consolóme mucho esto, porque algunas veces, pareciéndome asimiento, quería del todo no tratarlos” (V 40.19).
”En muy grandes trabajos y persecuciones y contradicciones que he tenido estos meses hame dado Dios gran ánimo; y cuando mayores mayor, sin cansarme en padecer, y con las personas que decían mal de mí, no sólo no estaba mal con ellas, sino que me parece las cobraba amor de nuevo. No sé cómo era esto, bien dado de la mano del Señor“ (Relaciones 3.3); “Desde que tuvo cosas sobrenaturales, siempre se inclinaba su espíritu a buscar lo más perfecto, y casi ordinario traía grandes deseos de padecer; y en las persecuciones -que tuvo hartas-, se hallaba consolada y con amor particular a quien la perseguía” (Relaciones 4.9).
“Cuanto a la primera, que es amaros mucho unas a otras, va muy mucho; porque no hay cosa enojosa que no se pase con facilidad en los que se aman y recia ha de ser cuando dé enojo. Y si este mandamiento se guardase en el mundo como se ha de guardar, creo aprovecharía mucho para guardar los demás” (C 4.5).
”Paréceme ahora a mí que cuando una persona ha llegádola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura (esto) visto por experiencia, que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo), o ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura, y otras muchas cosas que el Señor enseña a quien se quiere dar a ser enseñado de él en la oración o a quien Su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aqui (C 6.4).
Torno otra vez a decir, que se parece y va imitando este amor al que nos tuvo el buen amador Jesús; y así aprovechan tanto, porque no querrían ellos sino abrazar todos los trabajos, y que los otros sin trabajar se aprovechasen de ellos (C 7.4).
”¡Oh precioso amor, que va imitando al capitán del amor, Jesús, nuestro bien!” (C 6.9)
”Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas. Toda nuestra Regla y Constituciones no sirven de otra cosa sino de medios para guardar esto con más perfección. Dejémonos de celos indiscretos, que nos pueden hacer mucho daño. Cada una se mire a sí” (M 1.2.17).
”Acá solas estas dos que nos pide el Señor: amor de Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar” (M 5.2.7).
“Porque creo yo que según es malo nuestro natural,si no es naciendo de raíz del amor de Dios, no llegaremos a tener con perfección el amor al prójimo (M 5,3,9).
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