
1- Desde que comenzó la crisis económica, en España se ha multiplicado por seis el consumo de ansiolíticos. En la actualidad las cruces de la vida se combaten con pastillas. Ni queremos sufrir, ni estamos preparados. No tenemos otra defensa que “empastillarnos”.
En la antigüedad no había otra defensa ante los sufrimientos de la vida que recurrir a la cruz de Cristo. Veían en ella el paso hacia la Resurrección. No es de extrañar, entonces, la insistencia de santa Teresa en abrazarnos a la cruz del Señor, tanto al comienzo de la vida espiritual, como al final en la séptimas moradas. Al principio, para poder soportar el dolor y para aprender a llevar las cruces. Al final, para ayudar a Jesucristo en la defensa de los crucificados del mundo. De ahí que la meditación del sufrimiento de Jesús en su pasión, muerte y Resurrección fuera decisiva. Privilegiando tanto esos momentos de su vida, consideraban que era de su comportamiento dónde aprenderíamos las grandes virtudes a imitar en nuestras vidas (lo veremos más adelante).
2- Teresa sigue al pie de la letra la doctrina de los recogidos sobre la cruz y la Resurrección. Salvo en un punto. Influidos por el pensamiento griego, creían que debíamos meditar los misterios de la vida de Jesús desde su Humanidad. Pero cuando llegásemos a la oración de contemplación debíamos olvidarnos de la Humanidad y abandonarnos en la Divinidad de Dios. Se subleva contra esa idea tan falsa. En sus dos capítulos magistrales, Vida 22 y Moradas 6.7., dejará bien clara su postura: jamas debemos olvidarnos de la Humanidad de Cristo, incluso en la oración de contemplación más elevada.
3- Leer una pasión de cualquiera de los evangelios y leer los dos capítulos señalados sobre el “buen Jesús”, será una excelente introducción a las diversas formas de la oración de meditación.
Deja un Comentario