Cuando en medio de la vida aparecen experiencias extremas, positivas o negativas, parece que a Teresa de Jesús le surgen tres opciones: morirse y encontrarse con el Señor, huir al desierto, o meterse en mitad del mundo. Las dos últimas las explica en el mismo capítulo 6 de las sextas moradas, en los números 3 al 9. Las tres posibilidades son consecuencia de saberse amada.
Son todos “efectos” del amor, transformaciones producidas por la intensa experiencia de amor incondicional de Dios, siempre acompañadas de dolor y gozo, “penosas y sabrosas”.
“Da Dios a estas almas un deseo tan grandísimo de no le descontentar en cosa ninguna, por poquito que sea, ni hacer una imperfección, si pudiese, que por solo esto, aunque no fuese por más, querría huir de las gentes y ha gran envidia a los que viven y han vivido en los desiertos. Por otra parte, se querría meter en mitad del mundo, por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a Dios” (M 6.6.3).
Entre las posibilidades se aceptan las limitaciones por ser mujer. Sueña con otras que no va a poder realizar, como irse a África, o a América Latina siguiendo los pasos de sus hermanos: “y si es mujer, se aflige del atamiento que le hace su natural porque no puede hacer esto, y ha gran envidia a los que tienen libertad para dar voces, publicando quién es este gran Dios de las Caballerías (= Dios de los ejércitos)“.
En cuanto a la huida a los desiertos debemos tener en cuenta varias cosas: la más importante (a desarrollar por su importancia en el próximo post) es la alegría profunda que siente al saberse amada, es una nueva forma de arrobamiento intenso y dado por el Señor, llamada “oración de júbilo”, “ímpetu de alegría” o “arrobamiento de contento”.
Lo experimentan aquellos que han recibido el don intenso del amor (si bien lo podemos vivir por pura gracia con menos intensidad la mayoría de los cristianos):
“Esto debía sentir San Francisco, cuando le toparon los ladrones, que andaba por el campo dando voces y les dijo que era pregonero del gran Rey, y otros santos que se van a los desiertos por poder pregonar lo que San Francisco estas alabanzas de su Dios. Yo conocí uno llamado fray Pedro de Alcántara -que creo lo es, según fue su vida-, que hacía esto mismo, y le tenían por loco los que alguna vez le oyeron. ¡Oh, qué buena locura, hermanas, si nos la diese Dios a todas!” (M 6.6.11).
Por otra parte, siempre debemos recordar la influencia de María Magdalena en su vida. “La leyenda de los santos” repercute en su vida de modo definitivo, quiere ser una nueva María Magdalena, quien según la leyenda, pasó los últimos años de su vida en el sur de Francia, viviendo como eremita (ver las tres entradas sobre El concepto de persona en santa Teresa de Jesús: Criados a imagen de Jesucristo, muerto y resucitado en Dios uno y Trino (I).
La mariposilla sigue volando atada a mil cadenas, buscando donde reposar, aunque al final siempre optará por meterse en el mundo para comunicar el evangelio. Triunfa y se está preparando para la obra de su vida que serán las fundaciones de pequeños monasterios. En medio de las limitaciones impuestas por la vida de diferentes maneras, Teresa siempre encontrará un hueco para la creatividad y el servicio a su Esposo con quien está desposada.
Rezando le dice al Señor:
“¡Oh pobre mariposilla, atada con tantas cadenas, que no te dejan volar lo que querrías! Habedla lástima, mi Dios; ordenad ya de manera que ella pueda cumplir en algo sus deseos para vuestra honra y gloria (…) No la hayáis lástima, que, con vuestra fortaleza ayudada, puede pasar muchos trabajos; ella está determinada a ello y los desea padecer. Alargad, Señor, vuestro poderoso brazo, no se le pase la vida en cosas tan bajas”. (M 6.6.4).
La conclusión nos la da ella de forma clara: “echemos mano del obrar mucho y de las virtudes” (M 6.6.9). La acción misionera como respuesta a los dones recibidos, obras de amor al prójimo se entiende, y hacer creer las virtudes imitando la vida de Jesucristo, en especial tres: amar mucho, humildad y desasimiento de todo lo creado.
(La foto de Photo Stock y la música de Puccini)
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