Entiendo la importancia que adquiere la eucaristía en las quintas moradas, para quienes han decidido seguir a Jesucristo con la mayor perfección posible, siempre contando con la iniciativa del Espíritu Santo. Y han tomado la decisión de arriesgarse a entrar e intentar vivir las moradas místicas.
Por eso, vamos a detenernos presentando primero algunas nociones sobre la eucaristía; a continuación veremos la herencia recibida en la tradición de la Iglesia; y, por ultimo, nos centraremos en la gran riqueza eucarística en la doctrina de santa Teresa de Jesús.
1.- La fracción del pan
La Iglesia primitiva descubrió la eucaristía en primer lugar como “fracción del pan”. Era el don de Dios a los hombres, porque Dios es “don“. El pan compartido fue el primer significado (He 2,42), signo del ser y actuar de Jesús, de su misión (ver la multiplicación de los panes y la doctrina de Pablo en 1Cor 10,17; 11, 24-34).
Evoca la multiplicación de los panes, las comidas profanas de Jesús con pecadores y las comidas después de resucitado. En estos tres tipos de comidas se fundamenta la eucaristía, no solo en la última cena, aunque sea la más importante.
La eucaristía multiplica su presencia sustancial a través del tiempo y el espacio. Una comida fraterna donde los cristianos participan de un bien común. Desde la creación del pan y del vino el proceso concluye en la “transubstanciación”, o transformación de la sustancia en la existencia de la santa Humanidad de Jesucristo. Cada vez que los cristianos comulgan queda unidos a la existencia del cuerpo y sangre de Jesús. La eucaristía prolonga la acción unificante de Cristo que opera la recapitulación de toda la Iglesia y de toda la creación.
La mesa compartida es la figura del amor fraterno que debe unir a los cristianos. El alimento distribuido exige la unidad en el amor de los convidados (1Cor 10,17). La unidad debe verificarse en la caridad fraterna y así todos podrán descubrir la presencia de Cristo.
Al utilizar el pan y el vino, el cosmos se une a la fiesta de un universo restaurado. Su consagración significa la consagración de todas las cosas por la Humanidad de Cristo, hasta la integración de todo en la unidad de Cristo. ¡¡¡El universo canta la gloria De Dios!!!
2.- El sacrificio de Cristo
La Iglesia desde el principio fue también consciente del carácter sacrificial de la eucaristía. La fracción del pan no agota el misterio, la eucaristía realiza el misterio de la redención. Los términos sacrificiales se refieren en primer lugar a los sacrificios de animales del Antiguo Testamento. Así lo explica toda la carta a los Hebreos. Expresa el sentido de toda su existencia. El sacrificio de animales es sustituido por el sacrificio o donación de sí mismo en beneficio de la humanidad.
Para san Ireneo de Lyon, Cristo se ofrece en oblación por toda la humanidad. Solidario con toda la creación está dispuesto a hacer la voluntad de Dios hasta la muerte en cruz (Hebr 10,9). Desde el momento de la encarnación hasta la eternidad él es el sacrifico agradable a Dios, con su donación por amor en la cruz. Abraza como Esposo la condición pecadora del hombre, experimenta el drama del pecado y, como dirá santo Tomás lo lleva hasta la “hora de consumación del sacrificio”, la ofrenda única y definitiva de Cristo para la salvación del mundo. Será el paso de su vuelta al Padre que, a la vez, nos da la vida eterna y termina la obra de Jesús.
La entrega completa en la cruz acaba con la resurrección y ascensión. Una resurrección en cuerpo y alma, que incluye toda la materia y el cosmos. Desde el cielo sigue siendo el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Desde el cielo, unido a la Trinidad y a los santos él se sigue ofreciendo por todos. Es el mismo sacrificio que celebran en la tierra las comunidades cristianas.
Él es el único mediador, se ofrece en lugar nuestro y se ofrece con nosotros. Es sacerdote único y universal que supera los sacrificios antiguos y los convierte en una autodonación, para que aprendamos a darnos a los demás como esclavos suyos.
En la última cena Jesús nos deja un sacramento nuevo. El Sacerdote único ofrece a Dios el único sacrificio agradable. La Iglesia no hace otra cosa que repetir las palabras y los gestos haciendo presente la oblación universal. La eucaristía impregna la vida de la Iglesia de la ofrenda universal y la hace presente.
Este es el culto interior en espíritu y verdad, reclamado por los profetas y por el mismo Jesucristo. Los Padres de la Iglesia ven realizada en ella la profecía de Malaquías 1,11; 3,1-5), cuando anunciaba la efusión del Espíritu y la renovación del culto, la purificación del Templo, la oblación existencial y universal:
“Mirad, yo envío un mensajero a prepararme el camino. De pronto entrará en el santuario el Señor que buscáis; el mensajero de la alianza que deseáis, miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos ¿Quién resistirá cuando él llegue?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será fuego de fundidor, lejía de lavandera: se sentará como fundidor a refinar la plata, refinará y purificará como plata y oro a los levitas, y ellos ofrecerán al Señor ofrendas legítimas. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y Jerusalén, como en tiempos pasados, como en años remotos. Os llamaré a juicio, seré testigo exacto contra hechiceros, adúlteros y perjuros, contra los que defraudan al obrero de su jornal, oprimen a viudas y huérfanos y atropellan al emigrante sin tenerme respeto -dice el Señor de los ejércitos-“.
En la tradición de la Iglesia se insiste en la disposición de quien participa de la eucaristía comunitaria. El sacrificio es eficaz para el cristiano si se dispone a ofrecerse con Cristo como oblación santa. La eucaristía implica el intercambio maravilloso de un Dios que se da al hombre y éste responde. San Buenaventura vio en la ascensión al monte Horeb por El profeta Elías la figura de la espiritualidad eucarística, que sostiene al cristiano durante la subida hasta el encuentro divino. En ella el cristiano comulga el misterio de su propia muerte, de la muerte de todo aquello que se opone a la vida en el Espíritu, la comunión con los hombres y con Dios. Acepta su muerte como un paso hacia su resurrección.
3.- Eucaristía
El término eucaristía significa acción de gracias. En la plegaria de consagración de las ofrendas, la eucaristía se presenta como una acción de gracias a Dios por el don de Cristo. el que restaura la vida y el universo entero.
Cristo es la “mano” del Padre, según la expresión de san Ireneo, el obrero de Dios. Por medio de él el mundo ha sido creado a su imagen. Una imagen viva amenaza por el pecado y restaurada por Cristo.
Consagrando el pan y el vino se consagra el mundo. La Iglesia llama el día de la resurrección, “octavo día”, el que termina la obra de la creación. Por eso es día de celebración y de alabanza. Esta alegría cambia la existencia cristiana.
La acción de gracias es la actitud fundamental de la Iglesia y sus miembros cuando están en presencia de Dios. Es la oración del Espíritu Santo en nosotros. Es el “amén” de la misa, que se prolonga en la vida de cada creyente.
Al consagrar, Cristo se hace presente “real y personalmente” (dijo el Concilio de Trento). Se hace presente la ofrenda de toda su vida, incluida la cruz, realizada una vez por todas en la cruz y “representada” en cada eucaristía.
La realidad más profunda del misterio eucarístico es que ritualiza el paso realizado una vez por todas por Cristo, de la muerte a la vida, de la cruz a la resurrección. Este paso perfecto y definitivo revela la verdad más profunda del amor: “Dios ha demostrado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos gracias a él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para expiar nuestros pecados (…) Si uno confiesa que Jesús es Hijo de Dios, Dios permanece con él y él en Dios (…) Nosotros amamos porque él nos amó antes” (1Jn 4,10.15.19).
La obra de Cristo se actualiza en los sacramentos, en especial en la eucaristía. Proclama la Palabra de Dios y la acción de gracias del hombre. La alianza descrita por los profetas en la figura del amor y del matrimonio se realiza en el sacramento de la nueva alianza; realizada por la acción del Espíritu Santo. En la fiesta del Amor absoluto de Dios, participa la Trinidad. El Espíritu Santo hará posible el sacrifico interior del creyente en la vida de cada día. San Basilio (330 – 1 de enero del 379) lo dice en una de sus plegarias eucarísticas:
“Envía tu Espíritu sobre nosotros y sobre los dones aquí presentes, y haz de este pan el precioso cuerpo de Cristo, cambiándolo por medio del Espíritu Santo; y de este cáliz, la sangre de Cristo, cambiándolo por medio del Espíritu Santo. Con el fin de que se vuelvan para los que participan en purificación del alma, perdón de sus pecados, comunión con el Espíritu Santo, seguridad en la fe y no juicio y condenación“.
El Espíritu es santificador, acaba la obra de Cristo en el creyente. Realiza la unión mística del Esposo con la esposa, la Iglesia y sus creyentes. Esta unión es dinámica, no termina nunca. El Espíritu nos llevará a la reunificación del universo por medio de la Pascua eucarística, cuando Dios sea “todo en todos”. Mientras, seguimos esperando la segunda venida del Señor.
4.- La eucaristía y la experiencia mística
La eucaristía es el principal sacramento de la experiencia mística, desde sus comienzos hasta sus altas cimas. Presencia personal de Cristo, ella constituye, como oblación y sacrificio de la Iglesia, el culto en espíritu y en verdad agradable a la Trinidad (Jn 4,23). Ella termina la incorporación a Cristo iniciada en el bautismo (Rom 6,3). La comunicación sobrenatural del Señor es inmensa en cualquier eucaristía de los cristianos, mucho más cuando encuentra las condiciones necesarias de adhesión y fidelidad total a Cristo (Jn 14,21).
A través de la comunicación mística prometida por Cristo en la última cena, dirigida a quienes desean vivir las quintas moradas: “Dentro de poco el mundo ya no me verá; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. Quien conserva y guarda mis mandamientos , ése sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre, lo amaré yo y me manifestaré a él” (Jn 14,19-21).
La experiencia mística dentro de la eucaristía consiste en el conocimiento de Cristo por experiencia, en Cristo, y de la Trinidad. Cristo habita el alma por la fe (Ef 3,17) y por el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom 5,5). Él se comunica personalmente por medio de la eucaristía. El estar habitados siempre por la Trinidad, más la presencia real y personal de Cristo constituyen el fundamento de las experiencias místicas.
Estos dones sobrenaturales realizan una unión tan estrecha con Dios que san Buenaventura lo llamaba matrimonio espiritual. Son percibidos esos dones en una experiencia interior. No son una “visión”, es un conocimiento por amor desde la fe. Es un gozo tan inmenso que los cristianos saben que están en Dios y Dios en ellos.
La meditación, llevada a la contemplación por el Espíritu del Señor, junto con la eucaristía con la presencia real de Cristo, una vez liberados de los obstáculos de las primeras moradas, se apodera, del alma por un movimiento gratuito, del amor e intuición (Rom 8,14). La va convirtiendo poco a poco en pasividad, en recepción. Recibe primero una “impresión”, “un movimiento del corazón” (dirá san Bernardo) que incita al recogimiento; el alma queda fija (“queda“, dice Teresa), en adoración silenciosa mientras el discurso de la mente se va serenando. El movimiento del corazón va acompañado del sentimiento de presencia de un maestro interior, Jesucristo, del que es imposible dudar.
Al principio, nos dirá una mística del siglo XVII, Catalina Ranquet, pasa tan dulce y sutilmente que mientras dura no te das cuenta, se es consciente cuando se termina y ves el tiempo que ha pasado.
También al principio sucede que hay una especie de lucha entre la conciencia dolorosa de la ausencia, o alejamiento de Dios, y el deseo de que vuelva. Luego la presencia se va intensificando, comenzando por la quietud (cuartas moradas), la unión (quintas moradas), o encuentro profundamente amoroso (sextas moradas).
El amor engendra luces. Puede llegar a gozar de estar con el Señor, incluso de “poseerle”, como una persona posee a otra. El conjunto de promesas evangélicas se cumple en los contemplativos, Cristo se manifiesta (Jn 14,21), la persona encuentra afinidad y cercanía con las personas divinas en el matrimonio espiritual, llegando a una intuición inmediata y pasajera de la Trinidad preludio del encuentro cara a cara en el otro mundo. En los niveles superiores de la experiencia (séptimas moradas), queda una visión intelectual o imaginaria de la Trinidad y la Humanidad de Cristo.
Los hechos narrados por los místicos contradicen a quienes consideran que la relación de la eucaristía con la mística se da únicamente en el momento de la comunión. Los primeros en advertir que dentro de la eucaristía también se dan experiencias místicas fueron san Buenaventura y Gerson.
En primer lugar por ser el sacramento de la presencia real de Cristo, no solamente en espíritu, sino en cuerpo, y cuerpo crucificado y resucitado por nosotros. Tan actual que garantiza su presencia hasta el fin de los tiempos; expresión suprema de la presencia sensible, real y personal de Cristo resucitado, portador de una vida nueva. Basta con lo dicho para comprender la posibilidad de su manifestación en el interior del creyente durante la celebración, tal y como nos prometió en Jn 14,21, fundamento de la experiencia mística.
Por si fuera poco, en ella se da el misterioso encuentro y donación mutua del Esposo con la esposa, cada día se celebran en el altar las bodas de Jesucristo con el alma cristiana. Donde se sella la alianza con él en una intimidad suprema.
La tradición de los padres de la Iglesia es unánime al reconocer en la misa esta gracia de unión privilegiada, además de la celebración de la unión matrimonial cuando se comulga, hasta acceder con la gracia del Espíritu al matrimonio espiritual de las séptimas moradas.
A la misma conclusión llegamos si partimos del amor. La eucaristía es el sacramento del amor por excelencia. Contiene al autor de la gracia con su plenitud de carismas, es el espacio de la gracia suprema (decían san Buenaventura y los escolásticos), la plenitud del amor. Contiene la Humanidad de Cristo que opera en el alma siete efectos especiales ordenados a ir creciendo en el amor, en especial, el encender el fuego del amor y el gozo de la vida, extendiendo al cuerpo y alma el fuego del amor en sucesivas percepciones místicas. De ahí que se le denomine, el sacramento de la unión pasiva, es decir, donde se reciben los dones por pura gracia.
(Continuará)
(He seguido la investigación de Adalbert HAMMAN y Éphrem LONGPRÉ)
3 Comentarios
P. Antonio Mas: le doy gracias a Dios por haberme abierto un camino espiritual, atreves de usted; además yo trabajo con padres de familia y les estoy presentando a propuesta de santa Teresa; tan bien presentada por usted, y están muy entusiasmados, pero yo tengo muy poca preparación en este campo, por lo que me gustaría ponerme en contacto con usted, para que me guie en este caminar. Dios lo bendiga siempre. María Jesús Casas Landeros
Por qué habrá una segunda venida de Cristo,si El volvió al Padre? Nos dejó todo su ser en el Pan y el Vino Consagrado? no dio libertad, nos habla de la Vida Eterna! No entiendo la segunda venida? Gracias.
Querida Silvia: Primero pedirte disculpas por la tardanza en contestar. Lo segundo agradecerte tu mensaje con tus dudas.
Intento contestar.
Sí, Jesús volvió al Padre, nos dejó la acción de gracias de la eucaristía. Pero el mundo, según la fe cristiana, tendrá un final cuando él vuelva. Ahí nacerán unos nuevos cielos y una nueva tierra.
Te hablo por mí ahora. El sufrimiento del mundo, de las personas, es tan grande tan grande, a pesar de tener a Jesús en nuestros corazones que, para mí, cada día más, tengo un fuerte deseo de que vuelva, para que ponga fin a tanto dolor y tanta injusticia.
Te dejo mi teléfono por si quieres tener un lugar donde poder dialogar, e ir contestando a tus preguntas. Presiento que eres joven. El Washap suelo contestarlo cada día. El resto de plataformas mucho menos.
Un gran abrazo en nuestro Señor.