Estamos en las 5M. Moradas místicas, como nos ha explicado muy bien el P. Antonio Mas. Vamos a intentar “aterrizarlas” en la relación interpersonal. Experimentamos que a medida que nos vamos uniendo más a una persona, en la amistad, en la pareja, se va interiorizando un amor cada vez más calificado.
En el amor hay “más y menos” y va a depender de cómo y cuánto me doy al otro y qué y cuánto el otro acoge de mi persona. Y como es recíproco, sino no hay relación, cuánto y cómo el otro se nos da y qué y cuánto acogemos.
Es bastante frecuente en las relaciones que cuando algo no camina como nosotros esperamos, rompemos con esa persona. Aceptar al otro en su totalidad, muchas veces es costoso, ya que cuando algo nos molesta empezamos a echarnos esas cosas en cara y se interpreta como si se hubiera “acabado el amor”.
Esto puede derivar en un alejamiento mutuo. No me refiero en este caso a cuestiones intolerables, que atentan contra la dignidad de la persona, que faltan el respeto del otro, no. Me refiero a la dificultad que tenemos en lograr cada vez más una mayor profundidad en las relaciones con los demás, quedándonos en lo superficial.
La relación como estamos viendo en las Moradas, se va moldeando de afuera –externo- hacia adentro –interno-. Un proceso de interiorización cada vez mayor.
¿Quién se enamora hoy perdidamente? Concretamente en las 5M un “tú” se apodera de la persona, la hace salir de sí, y se produce un cambio.
Se experimenta ese “toque” del otro, que nos invita a darnos enteramente. La implicación personal exigente es la que quizás muchas veces se rechaza porque nos puede complicar la vida. El miedo al compromiso. Ya que una relación no nos da todas las seguridades, no hablamos de certezas.
Son señales dadas a través de un discernimiento personal, de un “me parece que con esta persona…”, y a veces puede entrar la duda.
Al acercarme al otro por amor, lo voy conociendo cada vez más. Conocimiento interpersonal que es de “corazón”, no de “cabeza”.
“¡Oh secretos del amor que no puede entender la cabeza!”.
Y ese atractivo amoroso queda imprimido, fijado, por esa certidumbre que deja en el alma. Lo que entra en el corazón configura la existencia humana, pero “no me lo explico”, no hay explicación razonable. La razón nunca encuentra razones convincentes, ¿por qué esta persona y no otra? Soy atraído por alguien que se “apodera” de mí. Y eso se transforma en una manera de ser. Amistad. Unión con Dios.
Superamos de esta manera el egocentrismo, quitando nuestro amor propio, nuestra voluntad, y así nos vamos haciendo cada vez más alterocéntricos. Sin anteponer nada a la relación con el otro, matamos al gusano, al yo narcisista. Y de esta manera se transforma el alma tanto que no parece ella, ni su figura.
Transformación, que implica cambiar nuestra forma de ser, que significa un salto cualitativo en la relación interpersonal. Ha entrado en mi vida un amor “devastador” que la deja centrada en otro, olvidándose de sí, para atenderlo. Y el otro tiene que responder, sino no hay amistad/relación.
Es lo que pasa con Dios. Él está enamorado perdidamente de nosotros, tenemos que responder. Comenzar la historia de amistad con Él.
Pocos se disponen a salir del yo, un yo captado por el Tú divino, o un tú humano que quiere todo para sí. La mejor prueba de esta unión con Dios es el amor al prójimo.
Y aquí tenemos en las 5M, 3, 12, la síntesis cristiana y humana de Teresa. Poner al servicio de los demás lo que recibimos. Todo lo que no favorece eso, lo excluimos. Dormidos a nosotros mismos, el yo se hace poco a poco cada vez más receptivo. Inicio de una plenitud de amor que se va a explicitar cada vez mejor.
El amor jamás está ocioso, está en la entrega profunda y cada vez más gratuita al otro. El amor es para avanzar siempre. Y cuando servimos y nos entregamos a un prójimo hemos conseguido un grado de unión con Dios.
María Noel
Comentario
El amor es para avanzar siempre,es la entrega profunda y gratuita al otro.En el amor a Dios la respuesta siempre está asegurada.