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Debo saber a quién dirigirme en la oración, en ese diálogo profundo que me enseñará a amar. A la “Sacratísima Humanidad”, contesto sin dudar. Con esta expresión clave se quiere decir la fe de la Iglesia en Cristo; “verdadero hombre y verdadero Dios”, decían en el siglo II; “una persona en dos naturalezas” afirmó el concilio de Calcedonia.
“Sacratisima Humanidad” significa Cristo recién resucitado, Hombre y Dios. La expresión no es original suya, la usan los maestros de la escuela de los “recogidos” a la que pertenece. Su origen se remonta a los cristianos de las primeras comunidades en Antioquia (actual Siria).
En nuestra oración partiremos siempre de Cristo Hombre. Lo conoceremos como Hombre, tal y como iba por el mundo cuando vivió con nosotros, o después de resucitado. Siempre partiremos de su Humanidad para aprender a ser más humanos y junto a Él más divinos.
Teresa sigue el evangelio de San Juan, dónde cruz y resurrección van juntos. La resurrección comienza en la cruz. Cristo vive pero el sufrimiento del mundo continúa hasta su segunda venida y nos pide que le ayudemos.
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