Nos encontramos en las moradas sextas, comentando el capítulo cinco, el “vuelo de espíritu”. Ella denomina de diferentes maneras esta experiencia mística, “elevamiento”, “arrebatamiento”, o “rapto“, todas ellas dentro del término“éxtasis” que engloba a todas las gracias de las sextas moradas.
La palomita aprende a volar al cielo donde verá grandes cosas. En este comentario, desarrollo el proceso del vuelo de la palomita y reproduzco los textos esenciales sobre el vuelo de espíritu.
1.- El proceso de volar
En el comienzo del vuelo está siempre el amor de Dios experimentado por el alma, (diferente al amor a Dios que siempre debemos tener). Para explicarlo, santa Teresa utiliza varios símbolos, el agua, el disparo de un arcabuz, la formación de las nubes, el fuego, etc. El último ocupa un lugar primordial, al estar encendida el alma en el fuego del amor. En las cuartas era el agua, en las quintas la saeta, en las sextas el fuego.
Si nos detenemos a observar el fuego del amor, el proceso es el siguiente: El “deseo” es lo primero, algo inherente al ser humano en su búsqueda de la felicidad; cuando el creyente localiza a Dios como objeto de deseo, tras un proceso que puede ser largo o breve, se despierta el amor a Dios (acompañado siempre con actos que lo certifican, crecimiento de virtudes, acciones, etc.).
Desde el comienzo de la vida espiritual Teresa nos enseña a poner nuestros ojos en Cristo, en el centro y en el Reino. “Los ojos en el verdadero y perpetuo reino que pretendemos ganar” (V 15.11). En consecuencia, el orante puede soñar sus cielos, bien apoyado en la Biblia, en su imaginación, en estampas o en retablos de Iglesias o libros de arte.
Es más, creo que todas las personas tienen dentro de sí una imagen del cielo, de su cielo, sean o no creyentes, consciente o inconsciente. Me parece imposible mantener un mínimo la esperanza necesaria para vivir sin un sueño de cielo.
El amor a Dios va creciendo, como íbamos diciendo; multitud de objetos o de aptitudes ante las tentaciones que ofrecen el mundo van quedando atrás, pasan a un lugar secundario, o desaparecen de nuestro interés.
Hay un momento decisivo cuando nos abrimos a la posibilidad de dejarnos amar por Dios, de hacer realidad la salvación que trajo consigo su encarnación, muerte y resurrección de Cristo. De reconocer que somos dignos de ser amados, a pesar de nuestras miserias y pecados.
En mi opinión, la vida espiritual consta de dos partes, la primera amar a Dios y a los demás como a uno mismo con perfección. La segunda, la mística, pasar del amor a Dios al amor de Dios. Las cuatro moradas místicas nos enseñan a vivir desde el amor recibido.
Teresa nos las explica desde experiencias vividas con intensidad máxima. Son dones recibidos, gratis, capaces de cambiar la vida. Es lícito soñarlas, incluso solicitarlas, sabiendo que son dones, mercedes maravillosas, dadas por el Señor a quien quiere, con la intensidad que desea.
Las siete moradas no son una escalera, lo hemos repetido muchas veces, las vivimos juntas, las del amor a Dios y las del amor de Dios.
En un momento dado, retomo el símbolo del fuego, el amor a Dios de las tres primeras moradas, o sea, el deseo de amar crecido, se junta con la experiencia del amor de Dios recibido. Cada vez con mayor intensidad. Entonces el “deseo” se convierte en “ímpetu“, en palabras de ella, y el ímpetu en fuego, una fuerza colosal se pone en marcha (como cuando encienden un cohete).
Es como si alma, visto lo que le ofrece el mundo, deseara salir a recorrer los infinitos, a descubrir otros mundos, otras realidades más plenas, otros principios en quienes depositar su confianza. Ese ser en transformación al que hemos llamado “palomita” o “mariposa“ sale disparada a echar el mal pelo, dispuesta a aprender a volar hasta el cielo. El Águila por excelencia, Jesucristo, capaz de mirar de hito en hito al sol sin quemarse y al mismo tiempo mirar con el otro ojo la caza, la llevará en sus alas a su casa definitiva.
La energía generada por el amor sensible y consciente es de tal calibre que la cabeza parece separarse del cuerpo, tan grande es la fuerza que la puede llegar a levantar del suelo. El alma está “herida de amor”, dijimos en el capítulo primero de las sextas. Una herida sin cicatrizar. Nunca. La herida de Dios se convierte en herida de amor.
Es verdad, hay otros mundos además del que vivimos, necesitamos llegar a ellos para descubrir desde la distancia nuestro futuro y enriquecer nuestro presente. En el cielo aprenderemos de verdad lo que es el mundo, nacerá en nosotros el espíritu crítico, veremos la tierra de otra manera.
El mundo auténtico se aprende en los cielos. A la vuelta traeremos diversos aprendizajes, descubriremos la autentica libertad, el espíritu crítico y profético, el significado de no ser esclavo de nadie, salvo de quienes queramos libremente.
Estos vuelos los puedo organizar con mucho trabajo desde mi imaginación. Podeos soñarlos. Debemos. Pero no tienen nada que ver con el don de ser transportado en las alas del Aguila. La diferencia es abismal. Pura gracia.
¿Estamos llamados nosotros, -vosotros y yo- a tan altos vuelos? ¿Cuál es la respuesta de Teresa?
Ahí va un texto clarificador:
Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza de sí. Y no he visto a ninguna de éstas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con amparo de humildad, que en muchos años ande lo que estotros en muy pocos. Espántame lo mucho que hace en este camino animarse a grandes cosas; aunque luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho, aunque -como avecita que tiene pelo malo- cansa y queda” (V 13.1-2).
O sea, una llamada a la inmensa mayoría de los cristianos. Eso no significa que vayamos buscando cosas maravillosas o que enfermemos de la cabeza. Todo sea hecho con sentido común, en palabras de Teresa al comienzo de la vida espiritual:
“Pues procúrese a los principios andar con alegría y libertad, que hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción si se descuidan un poco (…) En todo es menester discreción” (V 13.1).
También puede suceder que Dios nos lleve por otro camino, distinto al de la “contemplación perfecta”. Quizás se precise una cierta sensibilidad, cercana a la de los artistas. Quizás hay personas más inclinadas a seguir un camino espiritual desde la acción, amando a los demás, y están menos preparados para el silencio. En cualquier caso, prudencia, sentido común y consultar a otros. A poco que nos llame la atención el silencio, parece indicarnos Teresa que el camino es para casi todos.
“Estad seguras que haciendo lo que es en vosotras y aparejándoos para contemplación con la perfección que queda dicha, que si El no os la da (lo que creo no dejará de dar, si es de veras el desasimiento y humildad), que os tiene guardado este regalo para dároslo junto en el cielo, y que -como otra vez he dicho- os quiere llevar como a fuertes, dándoos acá cruz como siempre Su Majestad la tuvo” (C 17.7).
2.- Los textos principales sobre el vuelo
En Vida
“Consideremos ahora que esta agua postrera, que hemos dicho, es tan copiosa que, si no es por no lo consentir la tierra, podemos creer que se está con nosotros esta nube de la gran Majestad acá en esta tierra. Mas cuando este gran bien le agradecemos, acudiendo con obras según nuestras fuerzas, coge el Señor el alma, digamos ahora, a manera que las nubes cogen los vapores de la tierra, y levántala toda de ella (helo oído así esto de que cogen las nubes los vapores, o el sol), y sube la nube al cielo y llévala consigo, y comiénzala a mostrar cosas del reino que le tiene aparejado” (V 20.2).
Moradas
“Otra manera de arrobamientos hay, o vuelo del espíritu le llamo yo, que aunque todo es uno en la sustancia, en el interior se siente muy diferente; porque muy de presto algunas veces se siente un movimiento tan acelerado del alma, que parece es arrebatado el espíritu con una velocidad que pone harto temor (…); pues tantas veces con tan grandes veras se ha puesto en sus manos, y con tan entera voluntad se le ha ofrecido toda, que entienda que ya no tiene parte en sí, y notablemente con más impetuoso movimiento es arrebatada” (M 6.5.1-2).
“Lo que es verdad, es que con la presteza que sale la pelota de un arcabuz cuando la ponen el fuego, se levanta en el interior un vuelo que yo no sé otro nombre que le poner), que aunque no hace ruido, hace movimiento tan claro que no puede ser antojo en ninguna manera; y muy fuera de sí misma, a todo lo que puede entender, se le muestran grandes cosas; y cuando torna a sentirse en sí, es con tan grandes ganancias y teniendo en tan poco todas las cosas de la tierra para en comparación de las que ha visto, que le parecen basura; y desde ahí adelante vive en ella con harta pena, y no ve cosa de las que le solían parecer bien, que le haga dársele nada de ella. Parece que le ha querido el Señor mostrar algo de la tierra adonde ha de ir, como llevaron señas los que enviaron a la tierra de promisión los del pueblo de Israel, para que pase los trabajos de este camino tan trabajoso, sabiendo adónde ha de ir a descansar” (M 6.5.9).
Relación 5
“El arrebatamiento viene con una sola noticia que Su Majestad da en lo muy íntimo del alma, con una velocidad que la parece que la arrebata a lo superior de ella, que, a su parecer, se le va del cuerpo.
El vuelo de espíritu es un no sé cómo le llame, que sube de lo más íntimo del alma (…). Paréceme que el alma y el espíritu debe ser una cosa, sino que, como un fuego, que si es grande y ha estado disponiéndose para arder, así el alma, de la disposición que tiene con Dios, como el fuego, ya que de presto arde, echa una llama que llega a lo alto, aunque tan fuego es como el otro que está en lo bajo, y no porque esta llama suba deja de quedar el fuego. Así acá en el alma, parece que produce de sí una cosa tan de presto y tan delicada, que sube a la parte superior y va donde el Señor quiere; que no se puede declarar más, y parece vuelo, que yo no sé otra cosa cómo compararlo. Sé que se entiende muy claro y que no se puede estorbar.” (R 5.9-12).
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(Pretendía explicar en este post el cielo de Teresa y ha surgido esta introducción. En el próximo, D.v., describiremos el cielo Teresiano. Podemos leer entera la Relación 5 para ir comprendiendo las diferentes formas de oración. Los capítulos 20y 21 de Vida. Y el capítulo 5 de las moradas sextas. La música nada tiene que ver con el vuelo, la cuelgo porque ha sido una especie de mantra estos días. Se trata de una Romanza de Dmitri Shostakóvich, música para una película de 1955).
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