Buenos días, Padre Antonio. No sé muy bien si lo que le mando responde a lo que me pidió.
El correo que le mandé más personal me brotó muy espontáneo. No tenga ningún compromiso. Si no le parece bien no lo publique. Y si lo hace prefiero que sea de modo anónimo. Un abrazo afectuoso.
Estimados amigos del blog del Padre Antonio. Me animo a compartir unas breves letras con vosotros y vosotras.
En primer lugar quiero mostrar mi gratitud por haber tenido la oportunidad de conocer este blog teresiano. Para mí es de gran ayuda. Me encanta ir conociendo a Teresa e ir caminando a su lado.
Siento que se nos brinda una oportunidad preciosa para atrevernos a “entrar” en ese hermoso Castillo que somos cada uno y cada una de nosotras. Un Castillo habitado donde se nos espera. Me doy cuenta como se decía en una de las últimas entradas, de que cada vez se van produciendo llamadas más íntimas, profundas y personales.
Siento también que este tiempo que nos está tocando vivir puede ser si así lo sabemos vivir, una gran oportunidad para profundizar en nosotros y nosotras mismas. Tiempo de reflexión, de mirar nuestra vida y nuestras opciones, tiempo de orar, de callar, de profundizar en la Palabra…, de saber estar con nosotros mismos, de mirarnos en nuestro propio espejo, sin juicios ni condenas, más bien con amor y compasión.
Quizás ir descubriendo cómo somos mirados y amados por Aquel que nos habita.
Me agrada ver cómo esta situación que vivimos ha hecho que salga en muchos casos lo mejor de nosotros y nosotras mismas.
Es como si todo nuestro potencial de amor y compasión estuviera agazapado a la espera de salir para darse a los demás. Se van abriendo caminos y quizás estamos más atentos y vigilantes ante lo que acontece. Es un tiempo nuevo, difícil, pero a la vez lleno de promesas.
Yo me voy descubriendo en diferentes momentos. Al principio me viví llena de temores, de incertidumbre, de asombro, de no creer lo que estaba pasando. Miraba a mis vecinos, veía cómo se vaciaban las calles, cómo se iba haciendo ese silencio cada vez más hondo …. Poco a poco ese miedo fue pasando al agradecimiento ante tantos gestos de bondad y solidaridad que se han producido a todos los niveles.
Es como si esta realidad que nos hace tan vulnerables nos hermanara a toda la humanidad, y por fin nos viéramos como iguales, con una mirada nueva.
Ya no me resultan indiferentes mis vecinos, mi barrio, mi ciudad, es como si palpara que hay algo por debajo que nos une , como si se abrieran nuevos espacios que nos hacen ver al otro, a los otros con ojos nuevos.
Yo trabajo en una residencia de ancianos. En seguida me percaté de que era el colectivo más vulnerable. Al principio me invadieron los miedos y se produjo una gran lucha en mi interior. Una gran lucha y a la vez un ponerme delante del Señor a manos llenas pidiéndole que me indicara cómo vivir este tiempo.
Enseguida me di cuenta de que mi lugar estaba en la residencia con los ancianos. Y fue curioso cómo esos miedos iniciales al contagio, a enfermar, a poner en peligro a mi familia fueron dando paso a una paz de fondo y a ver claro que quería estar allí.
Es hermoso ver cómo se producen tantos gestos para ayudarnos a hacer más llevadero este momento. Gracias a Dios no hay muchos casos en la residencia.
Desde el primer momento se hizo una unidad de aislamiento para los casos confirmados y sospechosos para preservar al resto de residentes. Todo el trabajo ha sido reestructurado de nuevo.
Se han suspendido todo tipo de encuentros en lugares comunes, comedor, salas…, y por supuesto las visitas. Al principio era un poco la novedad y el estupor, ahora cada día que pasa cuesta un poco más.
Los abuelos están en sus habitaciones y se trabaja de manera más individualizada. Esto ha multiplicado mucho el trabajo y provoca, en cierto modo, que se trabaje con más presión y tensión ante los pocos medios que se tienen.
Sin embargo, es bonito ver cómo todos intentamos que salga el trabajo adelante, con el esfuerzo de todos los profesionales, cuidadoras, enfermeras, personal de cocina, limpieza etc…, ofreciendo un saludo, una sonrisa, muchos gestos a pesar del cansancio…
Mi sensación es la de salir muy cansada pero feliz, intentando rastrear en mi corazón el “paso” del Señor en esta situación.
También me visita muchas veces el llanto ante esta realidad que no acabo de comprender del todo y que siento me sobrepasa. No alcanzo de ver a donde nos llevará, pero intuyo que hay un aprendizaje muy grande entre manos.
Quizás aprender a confiar, a ser pacientes con lo que no comprendemos, con nosotros mismos, a esperar… Sobre todo me siento llamada a bucear en mi interior, y quizás también a perseverar.
Si, me venía estos días la idea de la importancia de perseverar, ahondar, no huir de mi realidad, aunque vea cosas que no me gustan, y agradecer por la bondad del ser humano.
Conforme pasan los días se hace más duro asimilar las noticias, tantas muertes, soledad, dolor, incertidumbre económica, social… , y no se elaborar muy bien todo eso.
Pido al Señor que me ayude, que nos ayude a sentir su presencia entre nosotros .
No estamos solos, El camina a nuestro lado como nos enseña Teresa. Ojalá le descubramos en lo hondo del corazón y ese encuentro nos haga salir al encuentro de los que están a nuestro lado.Y seguro que saldremos de esta crisis más fortalecidos.
Un abrazo
4 Comentarios
Estando mi madre en una residencia te doy las gracias por tu testimonio. Quiero darte mucho ánimo y fuerza por tu esfuerzo en ese trabajo que realizas con nuestras personas mayores. Muchas gracias.
Un gran abrazo
muchas gracias, un abrazo grande
Un abrazo y gracias mil por tu testimonio. No estamos sol@s.Rezo por ti , tu familia y las personas a las que cuidas y para que no te falte esa gigante fuerza interior.Gracias, gracias.